Capítulo 1

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Estar en el momento y lugar equivocado no toma más de medio segundo. Es una decisión plenamente inconsciente que te toma por los tobillos hasta el fin del mundo, mientras que te arrastra piedra tras piedra con la pregunta ahogada en la garganta y el típico y cliché: ¿Por qué a mí? ¿Por qué yo? ¿Qué hice para merecer esto?

Tal vez fue por no ayudarle a arreglar la tubería que goteaba a su vecina gruñona en silla de ruedas hace dos noches, o tal vez por no devolver esa moneda extra que le dio la cajera cuando compró su almuerzo la semana pasada o probablemente cuando Junmyeon le preguntó si podía ayudarlo a mudarse y simuló que tenía una gastroenteritis mientras reía histéricamente por su mentira hace tres meses, o cuando le dijo a su profesor que sí había enviado el archivo cuando realmente había olvidado hacerlo en absoluto el semestre pasado, o cuando aplicó el 'eres tú no soy yo', aún sabiendo que se había equivocado en la oración y haciéndole sentir a su ex que todo era su culpa a principios del año pasado, o cuando plagió un cuarenta por ciento de la tesis de su hermano para su proyecto de investigación cuando tenía veinte, o cuando fingió ridículamente haber tenido un orgasmo cuando un imbécil se frotaba en un fallido dry hump en la pubertad, o cuando no compartió su power ranger con su compañero de clase en primaria porque quería el azul y definitivamente el azul debería ser suyo... todo eso no era suficiente. No podrían, frente a todas las cosas que hacen otras personas, ser lo suficientemente malo como para encontrarse en esa situación.

Pero ahí estaba. Con el cabello despeinado y cafeína al treinta por ciento en su sistema, saliendo de una pequeña farmacia al obtener una crema y medicamento porque le dolía la rodilla, con su mochila a la altura de su bicep, sus manos ocupadas en un helado de chispas y con su uniforme quirúrgico viejo y despintado para emergencias puesto, ya que el otro que le había costado tres veces su salario había sido arrancado por Hoon en un arranque psicótico de 'la ropa hace daño, hay que deshacernos de la ropa'. Para bien o para mal, toda la plantilla quedó sin una prenda a cuanto menos y tuvieron que arreglárselas para salir al frío otoño con lo que pudieran. Eso debería ser su única preocupación vigente en ese momento, además de las trescientas que se le venían encima una vez tuviera que regresar al hospital dentro de un día.

No debería preocuparse por presenciar un asesinato a sangre fría en uno de los vecindarios más seguros del país.

Una simple bala en la cabeza que, así como entró por la parte detrás del tipo quien le dijo que pasara primero él al salir en un acto de amabilidad, salió, yendo directo a un punto perdido al otro lado de la calle mientras que el tipo quien por supuesto para nada se lo vio venir, yacía sin vida en el suelo. Fue táctico, con un objetivo claro y podía oler la pólvora, lo que le hizo darse cuenta de que el arma estaba demasiado cerca.

Gotas de sangre llenaron su ropa y su rostro. Su helado quedó genuinamente incomible y, aunque sus ojeras estuvieran lo suficientemente pronunciadas como para indicar que no había dormido lo suficiente en cuarenta y ocho horas, eso no era una visión. No estaba alucinando, no era un sueño y, mil veces preferiría que lo fuera. Que todo eso estuviera en su cabeza y que ahora estuviera en una cabina acolchada y con camisa de fuerza mientras que su enfermera favorita, Dayeon, le molía las pastillas para asegurarse de que se las pasara en la comida.

Con ese insólito hecho, de tener una persona muerta justo frente a él, poco pudo hacer cuando otro disparo salió de la nada, llegando justo a la pierna de otro hombre quien, si mal no recordaba, era el que había matado al otro sujeto. Vino detrás de un árbol, de una camioneta blanca enorme, la cual solo había bajado un poco la ventana para soltar ese disparo, haciendo que el del arma se fuera al suelo en un grito de dolor agudo que le hizo temblar los tímpanos.

Jadeó. Jadeó como nunca lo había hecho, tirándose pecho tierra con el entrenamiento básico que recordaba haber obtenido en el ejército y tal vez podría haberse visto ridículo, pero eso posiblemente lo había salvado de otras dos balas que resonaron en su oído muy, muy cerca de él. Se llevó instintivamente las manos a la cabeza protegiendo su nuca en un estilo poco atractivo de hacerse un capullo, tratando de desaparecer o verse lo más pequeño e indefenso posible.

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