Reputación

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El vacío en mi cama, bueno, en la de Bill, fue suficiente para despertarme como un balde de agua fría. El sabor imponente e invasor en mi boca me asqueaba, mientras que mis pestañas pegadas por las lágrimas secas de la noche evitaban que pudiera ver con claridad. ¿Cuántas horas había dormido?

Suspiré, intentando ignorar el encuentro del día anterior.

—¿Estás bien? —había dicho Bill, luego de que yo por poco muriese atragantada con mi bebida. Pista, Bill. No, no estoy bien. Estoy al borde de entrar en un estado psicótico por imaginar escenarios inadecuados con una persona que no es mi pareja y que duerme conmigo.

—Sí, descuida. Tenía sed.

Tarareó una afirmación a pesar de no creer mis palabras por completo. Mi rostro colorado y gestos inquietos delataban mi nerviosismo más de lo que me gustaría, y Bill no era un idiota. Al contrario, era demasiado observador para mi gusto.

Apoyé el vaso en la mesada, alejando cualquier objeto delicado de mi torpeza.

—Se están divirtiendo allá, ¿no? —murmuré, rompiendo el silencio que se había formado. Y consiguiendo sacar a Bill de esa posición firme, con sus brazos cruzados, ceja alzada y mirada penetrante, como si estuviera intentando descifrar lo que ronda por mis pensamientos.

"¡Por Dios, qué asco!" Se escuchó viniendo del salón. Unas risas florecieron por mi garganta y la suya, aliviando un poco la tensión.

—Al parecer... Daniela no es fanática de estas películas. Y tú tampoco —sonrió.

Y sí me gustaban las películas románticas, solo que no de ese tipo.

Me pasé una mano por el rostro intentando despejarme de recuerdos banales, ya había tenido una noche suficientemente larga.

Hablando de eso, me di cuenta que Bill no estaba a mi lado en la cama. Yo fui la primera que se acostó, cuando él aún se tomaba una ducha. Lo más probable es que haya optado por usar el sofá.

Me dejé caer en el colchón, aún cansada por los pensamientos del día anterior. Era incomodo sentirme tan... invasiva. Y sería mejor si Bill me hiciera sentir de esa forma, pero honestamente era todo lo contrario. Era yo la única culpable. Y la única que se carcomía la cabeza dándole vueltas a estupideces.

Bueno, ya estaba. Era un día nuevo y haría lo que sea para compensar el hecho de que me acogieron en su hogar sin aceptar un pago a cambio. Sip, eso haría.

Con bastante pesar, conseguí ponerme de pie y conservar el equilibrio. Supuse que todos estaban dormidos, sino sería imposible disfrutar de tal silencio. Era mi oportunidad perfecta para prepararles un desayuno propio de su hospitalidad.

Grande fue mi confusión al darme cuenta que realmente no había nadie en el departamento. En la mesa del comedor, lo único que se encontraba era un plato con waffles y frutillas que sorpresivamente me sacaron una sonrisa. ¿Para quién era todo esto?

A un costado, había una cartita doblada que no me tardé en desplegar. Una letra inclinada, enredada pero sorprendentemente prolija, dibujaba; "Tuvimos que salir temprano por cuestiones de la banda, nada importante. Dani debería acompañarte al mediodía con el almuerzo. Si trae algo quemado, llámame y te rescataré con una pizza."

No necesitaba una firma para saber que Bill era el autor de dicho regalo, cosa que aunque me debería hacer sentir más culpable, tan solo generó un cosquilleo en mi pecho.

¿Por qué se molestaba tanto en hacer cosas así? Lo veía ir y venir siempre con asuntos de su trabajo. Cargando papeles y muy frecuentemente sonando afónico. Estaba suficientemente ocupado como para que me ponga como prioridad.

Suspiré profundamente y dejé la carta sobre la mesada. El sonido del timbre llamó mi atención. ¿Ya era el mediodía?

Caminé hasta la puerta esperando encontrarme con Daniela detrás, pero mi ceño se frunció cuando me enfrenté inesperadamente a un hombre alto, blanco y claramente desconocido.

—¿Hola? ¿Qué necesita? —pregunté.

El señor descaradamente me hizo a un lado con el brazo para despejar la entrada e ingresar sin ningún tipo de permiso al departamento.

—Eh, ¿disculpe?

—Mira, bonita, no tengo tiempo para esto... —comenzó, haciendo que yo alce las cejas completamente impactada por su poca vergüenza—. ¿Dónde están los demás?

—¿Los demás?

—¿Con cuál follaste? ¿Tom? ¿Georg? Tengo entendido que Gustav tiene novia, pero...

—Con ninguno, obviamente —lo corté indignada—. ¿Quién se supone que es usted?

—David Jost, el manager de los chicos —se presentó—. ¿Y qué haces aquí entonces? —me desconcertó lo perdido que se veía. Como si verdaderamente creyese que la única razón por la que una chica podía estar en ese piso era por una aventura con alguno de ellos.

—Bill dejó que me quedara con él por unos meses —expliqué cortamente.

—¿Bill? —soltó una risa sarcástica— ¿Bill dejó que te quedaras? ¿Qué eres? ¿Una indigente?

—No —fruncí el ceño—. Las cosas con mi novio no están bien y, y yo...

—Oh, ya veo como es la cosa —asintió con una sonrisa todo menos simpática—. Escucha... —hizo una pausa para que diga mi nombre.

—Bella —completé.

—Rebecca...

—Es Bella, no Becca —mi tono áspero agrandó su sonrisa.

Una sonrisa que no me gustaba para nada.

—Bella —cedió—, ¿desde hace cuánto que conoces a Bill?

—Desde hace unas semanas.

—Unas semanas... —repitió riéndose— Bien, mira, no sé lo que esté pasando entre ustedes...

—Somos amigos —lo corregí, comenzando a molestarme.

—¿Un amigo al que conoces por unas semanas y ya te deja dormir en su departamento cuando tú y tu novio están pasando por una situación complicada? Yo lo llamaría un oportunista.

Resoplé por la soberbia en su voz.

—Bill no es así.

—¿Crees que no conozco a mis chicos? He estado trabajando con ellos el tiempo suficiente para saber que esos waffles los preparó él para, supongo, ti, Bella.

El hecho de que sus palabras fueran ciertas me hicieron removerme en mi lugar.

—Si así fuera, ¿cuál es el problema?

David cruzó sus brazos y me observó con una sonrisa incrédula, en silencio.

—¿Qué es lo que te gusta de él? —soltó.

—No me...

—¿Qué es lo que te gusta de él? —presionó.

Mordí el interior de mi mejilla.

—Que es diferente —cedí—. Diferente a lo que conozco.

—Exacto. Escucha, puedes follar con quien quieras en este piso. No voy a meterme, pero Bill Kaulitz tiene una reputación que mantener, ¿lo entiendes?

—¿Una reputación? —cada palabra que salía de su boca, solo lograba confundirme más.

—Mira... —ahora él comenzaba a exasperarse—... seré breve. Por el bien de su imagen, es mejor que Bill se encuentre... disponible, para sus fans. Puedes comprenderlo, ¿no es así? —ladeó su cabeza, con una clara amabilidad fingida.

—¿Dices que no permites que Bill se acueste con quien quiera? —el ácido en mi voz no me importo en el momento.

—Él sabe lo que es mejor para la banda. Y lo que es mejor, es que elijas otro gemelo con quien acostarte. ¿Estamos en la misma página?

Creo que no estamos ni en el mismo libro, David.

Naabot mo na ang dulo ng mga na-publish na parte.

⏰ Huling update: Aug 01, 2023 ⏰

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B&BLAU © [Bill Kaulitz]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon