Problemas en el paraíso

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OO1 | PROBLEMAS EN EL PARAÍSO

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OO1 | PROBLEMAS EN EL PARAÍSO

—Estás jugando conmigo —le dije incrédula por lo que escuchaba salir de su boca—. ¡Te dije que Zack era solo un amigo, ¿qué mierda te llevó a ir a su casa y golpearlo?! —creí que la ira desbordante de mi garganta sería suficiente para que Jay sintiese una mínima culpa o vergüenza por sus acciones, pero por supuesto que no sería así. A este punto no sabía ni porqué me sorprendía.

—¡No me hables en ese tono! —rugió, acompañado de unas zancadas veloces y algo intimidantes en mi dirección. No pude evitar retroceder a medida que él avanzaba. Jay me duplicaba el tamaño y la fuerza en todo sentido, lo mejor que podía hacer en esa situación era encogerme en mi lugar hasta que el enojo y la impulsividad abandonaran su cuerpo.

Lo peor de todo, es que no era la primera vez que esto ocurría. No era la primera vez que por una confusión mínima él decidía molestarse conmigo y echarme en cara la miseria que traía a la relación, y, obviamente, no se contenía a la hora de explicar cómo era mi culpa que no estuviera funcionando. Jay era fuerte, fuerte y del tipo de chico que golpea la pared cuando se enoja, fuerte y del tipo de chico que descarga su ira acelerando la velocidad del auto cuando yo estoy de copiloto, fuerte y del tipo de chico del que tus amigas siempre quieren alejarte.

Así era Jay, pero era mi novio y eso era lo que importaba. Jay recordaba regalarme una bonita y cara joya por mi cumpleaños, Jay no se molestaba en criticar lo que llevaba puesto cuando prefería mostrarme en las fiestas a su lado, Jay disfrutaba presumirme frente a sus amigos y Jay era un auténtico caballero del que cualquiera se podría enamorar.

Claro, hasta que conoces las peores partes de él.

—Eres una maldita zorra —susurró mirándome con una mezcla de incredulidad y decepción. Esta vez, el motivo de la pelea había sido que salí con un compañero de la universidad sin comentarle. Puede que no haya estado del todo bien mantenerlo en secreto, pero no era excusa para que se presente en la puerta de su departamento y sin ninguna explicación, le abollara su tierno rostro con un limpio gancho derecho.

Abrí mi boca con completa sorpresa por sus palabras. Estaba acostumbrada a que me insulte seguido, solo que no podía evitar impresionarme cada vez que lo hacía. Y a pesar de que siempre termine perdonándoselo, antes él debía lidiar con mi momento de ofensa.

—Vete a la mierda —le escupí, completamente consumida por la ira de su descaro. Claro que no tardé en tomar consciencia de mis propias palabras, haciendo que mi ceño fruncido y mandíbula apretada se relajasen en ese instante. Mi arrepentimiento no fue motivo de mi cariño hacia él, no me sentí mal por haberlo ofendido. Al contrario, aunque cualquier persona se pondría a pensar en los sentimientos de su pareja en esas circunstancias, lo único que pasaba por mi mente era: corre.

B&BLAU © [Bill Kaulitz]Where stories live. Discover now