Una mano

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OO2 | UNA MANO

Bill

—No necesito tu ayuda, acosador.

Las palabras mal pronunciadas (juzgadas por mi ignorante perspectiva extranjera) que salieron de la boca de esa chica hicieron detener mis movimientos. Estaba ebria, eso era seguro. Sus labios lucían hinchados, su piel pálida, aunque tenía pinta de una chica de tez clara naturalmente. Su cabello lacio estaba ligeramente alborotado, y era retirado torpemente de su rostro por ella misma cuando amagaba con comenzar a molestarla. Traía consigo una vestimenta que le sentaba de maravilla, aunque fuera poco apropiada para el lugar en donde estábamos.

Era el bar de uno de los amigos del manager de la banda. Si bien en estos momentos mi carrera musical estaba subiendo en picada, llenando mi agenda de conciertos y las libretas de mis fans de mis autógrafos, lo que hacía que no necesitáramos realmente venir a tocar a una cantina como ésta, quisimos hacerle el favor de ambientar un poco su negocio con nuestros temas. Y, de bonus, nos daríamos a conocer frente a gente de un mayor nivel económico como los clientes que él recibía y frecuentaban por aquí. Funcionó en cierto punto, pues la noche pasó de estar bastante apagada, a calentarse con aplausos alentadores y sutiles balanceos de parte de los mayores al son de la música. Lo que funcionaba como suficiente motivación para continuar nuestro pequeño y despoblado concierto.

Desde el escenario se tenía una perspectiva bastante completa del resto del salón. No era como en los grandes teatros que solíamos frecuentar, donde la primera fila era la más visible gracias a los flashes de cámaras y luces frías de los reflectores que enceguecían toda posibilidad de mirar más allá. Aquí el panorama completo estaba a nuestra disposición, más que nada en la mía pues los chicos estaban demasiado ocupados en sus instrumentos como para alzar la vista por un momento hacia su público. No se perdían de mucho, igualmente. La mayoría de los presentes eran gente mayor vestida elegantemente con presuntuosos aires de acaudalados. Excepto, claro, por una persona en particular.

Esa chica, que desde que habíamos puesto un pie en el escenario se la había pasado bebiendo trago tras trago, o quizás desde antes, sin siquiera dirigirnos una mísera ojeada por el increíble espectáculo que estábamos prácticamente regalando a juzgar por el pago que cobraríamos al final de la noche, era lo más interesante que mis ojos habían encontrado en todo el piso del bar. Al principio estaba tensa, apoyando sus antebrazos en la barra provocando que sus hombros afilados resalten más que antes. Su piel blanca ceniza contrastaba con la profunda oscuridad de su sedosa mata de cabello negro y brillante. Planchado, o tal vez era así de lacio naturalmente. Una pequeña y respingada nariz que me sorprendió distinguir a juzgar por la distancia que nos separaba, encajaba a la perfección con el resto de sus simétricos rasgos que no lucían del todo nativos. Pero luego comenzó a relajarse paulatinamente, prácticamente gritándole al barista cada que deseaba que le rellenen el vaso, y exclamando algo así de que alguien "era un idiota" y que "debía dejar de volver a repetir la misma historia sin aprender de sus errores". 

B&BLAU © [Bill Kaulitz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora