No acepto.

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Desde el arreglo floral que adornaba cada espacio del lugar hasta los invitados que estaban sentados a la espera del acontecimiento.

Desde la carta con letras que dolían a modo de invitación hasta la melodía que resonaba por doquier indicando la llegada de la novia.

Desde la fiesta de despedida de soltero hasta la noche de pasión que tuvieron antes del amanecer.

Desde el decaído rostro del novio en el altar hasta las miradas discretas entre ellos dos.

Desde la cruda mentira hasta la triste realidad.

Todo eso y más indicaban que no era alguien afortunado, ni que la suerte le favorecía muchas veces. El destino atentaba constantemente contra su ser.

─En este día, nos reunimos tan amenamente para...

Las palabras dichas por ese señor devoto, entrujaban su débil y frágil corazón. Con disimulo, coloco su mano derecha sobre su pecho, la opresión era más fuerte que él. Le dolía y más al ver a esa a fortuna mujer vestida de blanco sonriendo fervientemente.

¿Él pudo haber tenido eso?

A su lado, Lyla la miraba con pena y pesar. Jessica era una fuente de apoyo para cualquier adversidad que se presentará y Rally lloraba a mares sobre su hombro, siendo afectado por los vivaces sentimientos impregnados en el ambiente.

Ellos sabían sobre lo sucedido entre el novio y él, era obvio que no lo dejarían solo en todo eso.

─Mary Jane, ¿Aceptas a Peter Benjamín Parker como tu sagrado esposo?

─ ¡Sí, acepto! –exclamó felizmente la pelirroja, ignorando las demostraciones faciales de su pareja. Estaba en un conflicto mental sin prestar atención como era debido.

¿Acaso, existían otras palabras que causarán dolor y alegría a la vez? Lo dudaba, ninguna era tan devastadora como esas.

Porque si iban dirigidas a ti estando en ese altar, son hermosas y tintada en tonos rosas. En cambio, si eran dagas para ti siendo el público, eran aterradoras y marchitables.

─Peter Benjamín Parker, ¿Aceptas a Mary Jane como tu sagrada esposa?

Al terminar de decir eso, comenzó una pequeña cuenta regresiva.

5.

El castaño volteo un poco su mirada hacia el bullicioso gentío que esperaba.

Conecto sus achocolatados ojos brillosos con los marrones e infelices ojos de su eterno enamorado. Ojos que trasmitían pesar y desdicha. Ojos que imploraban por una pizca de esperanza y piedad. Ojos que resaltaban las ansias de gritar hasta enmudecer. Ojos que demostraban ese mar de sentimientos.

4

Con solo una mirada, ese sutil roce, era suficiente para sentir ese anhelo oculto, la añoranza de su amor y ese gran deseo aguardando, profundamente, en sus entrañas.

La agonía mental a la que había sido sometida durante todo ese tiempo de espera, desapareció con esa mirada. El enfermizo lamento de remordimiento; que produjo una tristeza profunda, sosegada y permanente, se desvaneció con esa mirada. La inquietud impasible y sofocante, se ausentó con esa mirada.

3

Su mirada se posó sobre la silueta a su lado. Mary estaba perpleja, al igual que el expectante público. Paso su vista por todo de ella. Nada. No sentía nada, además de palpable confusión. Carecía de emociones al intentar verla más que una amiga cercana.

Miguel y Mary eran diferentes.

Al igual que sus emociones por ellos.

2

Sus ojos observaron con suma atención sus manos unidas. Nada, era nulo. Solo un tacto de piel, un apretón de amigos.

En cambio, su mano y la del otro castaño encajaban tan bien que parecían hechas el uno para el otro, se complementaban perfecta y armoniosamente. Asimismo, rogaba que ese toque fuera de él y no de ella.

1

─ No acepto, no puedo. –confesó con consternación.

Sentía miedo por la reacción que causarían sus palabras, pero los sentimientos y miradas suplicantes de su verdadero amor eran más fuertes.

Tan pronto soltó eso, los invitados enloquecieron entre gritos y preguntas. Formando una atmósfera descontenta hacia Parker, quien no se mostraba afectado en las críticas y fuertes palabras.

A unos metros de su presencia, sus compañeros y amigos celebraban en júbilo. Los únicos verdadera y plenamente felices de esa desastrosa y extravagante boda.

Entre todos ellos, estaba el dueño de su mente. Miguel O'hara. Inmensamente sorprendido, pero aliviado. Eso se podía apreciar a simple vista.

Ver esa diminuta sonrisa alzando las comisuras de sus labios le indicaba que había ha tomado la mejor decisión de su vida.

Bajo de ese altar, sin escuchar las protestas y execraciones.

Directo hacia ese latino que robo su corazón.

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