14 | Cuatro letras, mucha atención, muerte a Eros

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—Adiós, señora Jackson —le sonrío en despedida a la mamá de Eros.

—Adiós, linda, y llámame Martha, no hay ningún inconveniente —respondió devolviendome el gesto.

Ya veo de dónde Eros heredó su lado carismático y confianzudo. De tal palo a tal astilla.

—Será mejor que te mejores, eh, mesero cogote golpeado —señalé a Eros, que está cruzado de brazos junto a su mamá en el umbral de la salida.

Me dió un pulgar arriba, sorbiendo su nariz.

—Estaré mejor para mañana, ya verás.

—Más te vale, nos vemos —me despedí una última vez antes de ir por el jardín y salir de la calle, en la esquina de siempre, estaba el coche de papá esperando por mí—. Hola —saludé subiendo al asiento de acompañante.

Papá alzó la vista de su móvil.

—Hola, cielo, ¿Qué tal Eros?

—Enfermo, pero me asegura que se recuperará —papá encendió el coche para dejarme en casa—. Me siento un poco mal porque se haya enfermado.

Me dió una mirada curiosa de soslayo.

—¿Por qué lo dices?

—Sabes que ayer tuvimos un paseo por lo del retrato, ¿No? —asintió—. Bueno, cuando volvíamos hacía frío y Eros me ofreció su chaqueta, su madre me comentó que se pudo haber enfermado por el frío de la noche, que no soporta temperaturas bajas.

—Comprendo —murmuró asintiendo, repasando mis palabras—. Tu lado empático se siente mal, pero no debería, Eros te ofreció su chaqueta por acción propia.

—Sí, lo sé, pero aún así... me sabe mal.

Papá despidió una risita y estiró la mano hasta mí para desordenar un poco mi pelo.

—Se mejorará, Diane, ya lo verás.

Suspiré, recostandome del asiento.

—Eso espero —murmuré viendo hacia la calle.

—Estate quieta, cielo, él estará bien —animó—. Ahora cuéntame, ¿Cómo te fue en el exámen?

—Quiero creer que bien —admití con una mueca—, el director solo dijo que a mediados de octubre iríamos recibiendo las cartas de aceptación, me queda esperar tres meses para saber.

—Sé que te fue genial —me regaló una rápida sonrisa—. Después de todo, te esforzaste mucho, demasiado quizá —le di un ligero manotazo en el brazo que lo hizo reír—. Te aceptarán en el internado, confío en que sí.

—Estás muy de consejero motivacional hoy.

—Se dice «gracias, papá», desagradecida —bromeó, entrando a nuestra calle.

—Gracias, Louis.

—Papá —me corrigió.

—Louis —insistí solo para molestarlo, algo de lo que se dió cuenta porque meneó la cabeza.

—Crié durante diecisiete años a una niña que tuve la esperanza que siempre me llamara «papá» y ahora le da la dicha de llamarme por mi nombre —se quejó, estacionando frente a la casa. Me miró apoyándose del volante—. ¿Cómo ves eso?

—¿Como una niña que ya a crecido?

Algo en la cara de papá cambia, no es molestia o tristeza, es nostalgia. Sus ojos verdes, iguales a los míos, me dan esa mirada paternal llena de cariño que me a dirigido toda mi vida. Estira la mano para acariciar mi cabello y terminar apretujando suavemente mi mejilla.

Una Noche Sin Luna✔️Where stories live. Discover now