12 | Eroscito y Didi

40 7 1
                                    

Hay unos toques en la puerta que hicieron ladrar a Baloo.

—¡Voy! —grité bajando las escaleras. Baloo seguía ladrando en dirección a la puerta, incapaz de acercarse.

En la sala, mis padres parecían bastante centrados en sus asuntos que nos les importaba el perro ladrando. Mamá estaba en el sofá viendo la televisión, concentrada en su telenovela turca, papá estaba en la mesa revisando papeles con unos auriculares saliendo de sus oídos y meneando la cabeza al ritmo de la música que escucha.

—¡Ya me voy, nos vemos más tarde! —exclamé yendo hacia la salida.

Se despidieron con vagos «cuídate». Tal parece que sus asuntos de ahora son más importantes. Me despedí de Baloo con unas caricias a su cabeza y fui a abrir la puerta.

Del otro lado, Eros se acomodaba con una mueca incómoda el sujetador del casco sobre su cabeza.

—Hey —saludé yo.

Se soltó el gancho, haciendo que las cintas de seguridad le cuelguen a cada lado. Me sonrió.

—Hey, ¿Estás lista?

—Sí, andando.

Cerré la puerta con cuidado y juntos bajamos la escalinata del pórtico, junto a mi bicicleta (ahora limpia) estaba una de color negro con detalles en azul he hilos multicolores en el radio de cada rueda.

—Una bicicleta digna de Eros Jackson —comento, tomando la mía por los manubrios para salir del jardín.

Eros se rió imitando mi acción y echando una ojeada a las llantas de su bici.

—Estuve horas haciendo eso, pero valió la pena.

Ya en la acera frente a mi casa, doy una última revisión a mi mochila para ver si tenía todo. Dos botellas de agua. Móvil cargado. Protector solar y un spray antimosquitos. Una gorra y lentes de sol. Un pequeño paraguas por si llovía. Algunos bocadillos y un par de sandwiches de mantequilla de maní y jalea, por último un estuche con papel de baño y toallas sanitarias por si surgía alguna emergencia.

Estaba preparada para esta tarde.

—¿Traes tu móvil? —me preguntó Eros, subiendo a su bici.

—Sí, ¿No traes el tuyo?

—Nah', no me gusta llevar el móvil encima cuando voy a mí lugar especial, sobretodo cuando voy a pintar, me gusta ir ahí para desconectarme, el móvil es una conexión directa a todo lo que quiero ignorar.

Vaya.

Por unos momentos solo estoy en un estado de perplejidad observando a Eros. Mi pregunta de ayer vuelve a hacer eco en mi cabeza: ¿En serio me tiene esa confianza para llevarme a ese lugar? Es increíble.

—¿Todo bien? —inquirió cuando han pasado más de diez segundos y yo no le he quitado la mirada de encima—. Sé que soy un guaperas, pero no es para babear.

Ese comentario me hizo salir de mi estupor. Cuando toma confianza, Eros empieza a hacer ese tipo de comentarios tontos.

—Ah, sí, todo bien —respondo—. ¿Para... para qué quieres saber si llevo móvil?

—¿Tienes buenas canciones?

Fruncí el ceño.

—Supongo que sí... —dije, confundida. No estaba llevando el hilo de la conversación.

—Genial, pon una canción que consideres perfecta para el viaje.

Oh, quería escuchar música en el trayecto. Vale, lo entiendo y me gusta esa idea.

Una Noche Sin Luna✔️Where stories live. Discover now