EPILOGO

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Tres años y un par de meses después.

Cartagena de Indias, Colombia.

06 de enero de 2027.

Anastasia.

Nunca me acostumbraré al calor que hace en Cartagena, quisiera desnudarme y meterme en la piscina durante todo el día para aplacarlo.

Incluso viviendo cerca del mar en la hermosa casa que Marcello y yo adquirimos en Bocagrande, el calor es casi insoportable. Tan solo son las dos de la tarde y solo por eso ya quiero que acabe el día o regresar a España pronto ya que pasamos año nuevo aquí cortesía de la invitación de Catalina que habíamos rechazado en varias ocasiones ante las ganas de Stella de visitarnos en navidad y año nuevo. Prefería tenerla en casa que trasladarnos.

La hermosa jovencita que viajó hace unos años en busca de un reencuentro con ella misma se ha convertido en una hermosa mujer de veintidós años que por lo que sé, está planeando regresar a Europa de forma más permanente a sus esporádicos viajes de los que cree que no me enteré.

Salgo de la habitación, bajando las escaleras en forma de caracol en tanto escucho los gritos en la mesa de comedor seguido de varias risas que se vuelven más alaridos chillones que reconozco a la perfección.

—¡Tonto! ¡Te golpeale! —grita Sebastiano antes de que ponga un pie al interior del salón donde un gran número de personas llena los lugares.

La mesa es enorme, lo suficiente para que nuestros invitados disfruten del espectáculo que nuestros hijos protagonizan. Marcello me mira cuando llego a su lado, colocando la mano sobre su hombro mientras veo a los niños que frente a frente desde sus sillas altas no se percatan de mi presencia.

—¡Mamá! —me llama Stefano, lanzándole un pedazo de zanahoria a Sebastiano el cual rebota sobre el lente de las gafas de mi pequeño y cae sobre su plato—. ¡Idota!

—¡Tonto! —revira Sebastiano.

Marcello se levanta al tiempo que padre ríe susurrándose cosas con Massimo que trata de que su hermano Romeo no se coma todo tan rápido.

Natalia contiene una carcajada mientras que Félix incita a su hija a aplaudir animando a mis hijos a pelear. Ruedo los ojos, encantada al ver los risos cobrizos de la pequeña en el regazo de Félix. La pequeña Gabriela incluso toma un brócoli de su plato y lo lanza en vano porque cae en el plato de su padre que borra la sonrisa y le dice que no lo haga otra vez.

—¡Me tienen cansada! —grita Aleska—. ¡Dejen de pelear!

Los ojos de mi hija de dieciséis caen sobre los míos, torciendo la boca cuando entrecierro los ojos hacia ella. No puede ponerse a pelear también porque esto será un caos. Ella vuelve su atención al teléfono como lo hace Stella, ignorando lo que aquí es habitual.

—Papá, no...

Sebastiano guarda silencio cuando su padre se instala a su lado y lo saca de la silla, sentándolo entonces en su regazo al igual que hace con Stefano. Ambos se miran culpables sin decir ni una palabra.

—Si siguen peleando, los castigaré a ambos —reprocha Marcello—. No jugarán hoy.

—Pero pumpeaños mamá —habla Stefano—. Yo quero.

—Yo tambén quero —susurra Sebastiano—. Y quero pomputator.

—¡Yo moto! ¡Brun! —Stefano se ríe y en segundos su hermano lo secunda, extendiéndome los brazos cuando me ve—. Pumpeaños mamá.

—Mañana, mi cielo, no hoy.

Lo cargo sin poder contenerme. Marcello rueda los ojos, concentrado en darle la comida a Sebastiano, acomodándole los lentes cuando él trata de quitárselos. Mauricio nos contactó con el mejor especialista cuando comenzamos a notar hace un par de meses que Sebastiano comenzaba a tener problemas de la vista, desde entonces hemos luchado para que no se quite los lentes a la espera de un dictamen médico diferente en su próxima revisión.

PODEROSA VINDICTA [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora