CAPITULO 5

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Cuentas pendientes

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Cuentas pendientes.

5 de enero de 2022.

Anastasia.

Marcello dice que soy impulsiva.

Lo soy.

También dice que no tomo decisiones sensatas cuando estoy molesta.

Eso también es verdad.

Pero esta impulsiva, rara vez se arrepiente de las decisiones que toma estando molesta.

Mucho menos hoy.

El recinto cerrado está custodiado, la finca de más de mil hectáreas se encuentra rodeada de guardias mexicanos que reparo desde las cámaras ubicadas en la ropa de mi gente que se adentra en el lugar junto a los hombres de la AVOC.

—Sé que estás allí, Anastasia —susurra la voz casi inaudible de mi hermano—. No debiste venir.

—Haz tu trabajo que yo haré el mío —espeto antes de colgar.

Enfoco mi atención en Antonella frente a mí. El auto se sacude con los movimientos bruscos del hombre que capturaron ella y Débora antes de que le dispararan a la morena que está siendo atendida por el médico de Dimitri en la camioneta de al frente.

Pasar todos los círculos de seguridad no fue fácil, mucho menos cuando tuve que quedarme sin hacer nada esperando a que mi gente irrumpiera en la finca del hermano de Domínguez. Eso fue una decisión sensata porque pienso en mi hijo, claro que lo hago, pero también pienso en mi familia y sé que le debo esto, incluso me lo debo a mí.

—Y bien, cariño —digo divertida, fingiendo que no me causa repulsión el tener a este bastardo robando el mismo aire que yo respiro—. Ahora sí dime qué demonios le hicieron a Tatiana Abramov.

Su rostro está magullado luego de tantos golpes, pero Antonella no lo trajo hasta que no se aseguró que hablará para ahorrarme el trabajo de tener que sacarle la información a golpes. La oscuridad del auto del que no he salido evita que me repare mucho y termine cuestionando la gabardina que no me quito para evitar preguntas y sospechas.

—¿No escuchaste? —Lo toma con firmeza del rostro, clavándole las uñas en las heridas abiertas provocadas por su cuchillo. Sus uñas blancas se tiñen de carmesí con las gotas que comienzan a correr por sus mejillas y sonrío al percatarme de la sonrisa lobuna que le dedica mi colega—. La señora te está hablando.

—Perra.

—Hasta puta si quieres dime, tus palabras no me afectan.

Le hinca los dientes en la mejilla, presionándolos con tal fuerza que impregna la sangre del bastardo en sus labios para luego escupirlo, cortando los gritos.

—Como si el decir estupideces fuese a evitar que te maten hoy —se burla sacando de golpe el cuchillo en su muslo.

El hombre me observa con ojos suplicantes, pero tan cansada como me tiene el embarazo y el largo vuelo que hice, simplemente le arrebato el cuchillo a la morena de la mano y se lo clavo en la otra pierna, desbordando la sangre que mancha los cojines y lo pone a gritar.

PODEROSA VINDICTA [+21]Where stories live. Discover now