CAPITULO 50

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Poderosa Vindicta.

Anastasia.

10 de octubre de 2023.

Sé, nada más me remuevo soñolienta entre las sábanas, que llegaré tarde a mi destino de hoy. Sin embargo, no alcanzo a quejarme, no tengo ganas tampoco, no cuando solo puedo gemir de placer al momento en que la lengua de Marcello se abre camino entre mis pliegues mientras me abre de piernas para él.

Un beso de buenos días fue suficiente para que cumpliera su promesa de anoche de despertarme así, sin preocupaciones y solo con sus labios sobre mi sexo, tomando todo lo que estoy dispuesta a darle.

Enredo los dedos en los mechones de cabello a los que tengo acceso, soltando un jadeo conforme el nudo en mi vientre se construye y él comienza a chupar. Como extrañaba esto.

Trato de juntar las piernas, pero su cuerpo me lo impide y solo cuando exploto en cientos de pedazos, se levanta, sonriendo victorioso al cernirse sobre mí, besándome los labios al instante en que lo rodeo con los brazos, pasando las manos por su espalda desnuda.

—Buenos días, señora Venturi.

—Te dije que saldría temprano hoy —le recuerdo, casi cayendo en la tentación que es tener su boca a escasos centímetros de la mía.

—Aún es temprano, diavolessa. Tenemos tiempo.

—¿Tiempo para qué?

Su respuesta es besarme esta vez, duro y voraz, hambriento de lo que nos hemos tenido que negar durante mucho tiempo en medio del caos. Las cosas comienzan a sentirse iguales a un momento hace un año, uno en el que el sexo era habitual, pero también calmado a pesar de ser salvaje, sin preocupaciones y molestas separaciones.

Extrañaba eso.

—Tengo algo para ti, pero móntame primero y después te lo doy —exige, demandante, con esa maldita sonrisa que un día prometí odiar y que ahora me encanta.

En lugar de cumplirle el capricho, le bajo los pantalones del pijama, mordiéndome el labio al ver lo listo que está para mí. Casi siento el impulso de ceder y subirme a horcajadas sobre él para liberarme otra vez, pero quiero hacer esto tanto que ignoro las ganas de montarlo y me concentro en las que tengo de verlo a mi merced, como me encanta.

—Serás mi muerte algún día, Anastasia —susurra entre dientes.

Yo sonrío, llevándome su miembro a la boca para provocarlo. Los ojos de Marcello se mantienen en mí, siempre en mí, dándome esa tranquilidad que necesito a pesar de lo tenso que esté. Lamo toda su longitud hasta llegar a sus testículos, los cuales atiendo mientras rodeo la base con la mano y comienzo a masturbarlo.

Verlo así, necesitado de más, solo aviva mi deseo de llevarlo al límite. Y es lo que hago al pasar mis labios por todo su miembro antes de tomarlo lo más que puedo en mi boca, riendo al ver que está por perder el control.

Marcello me toma del cabello entonces, las venas del brazo se le marcan cuando nuestros ojos se encuentran y, con un asentimiento de mi parte, me guía hasta que vuelvo a tomarle la polla en la boca y es él quien me folla mientras mantengo las manos en sus muslos.

Estoy mojada otra vez, y cuando me suelta, lo sigo chupando, escuchándolo maldecir hasta que me subo sobre él y me empalo con su polla, queriendo más y más de mi esposo.

Sus besos son crudos y pasionales cuando ataca mi boca, tan fuertes como mis uñas marcándole la espalda cuando se incorpora y lo rodeo con las piernas. Contengo un gemido al momento en que se levanta y me lleva a la pared, donde reposo la espalda contra el frío material mientras mi esposo lleva sus besos por todo mi cuello hasta que llega a mis tetas. No se las lleva a la boca, pero las estruja con tal voracidad que comienzo a jadear.

PODEROSA VINDICTA [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora