CAPITULO 30

48.5K 7K 5.8K
                                    

Último informe.

04 de agosto de 2023.

Marcello.

Mis manos llenas de sangre me hacen retroceder al momento en que el disparo de Orazio deja sin vida a uno de los hombres de Alekséi antes de pasar al siguiente mientras que yo dejo caer el cuchillo con el que acabo de matar al último que intentó atacarme en la entrada del motel a las afueras en el que mi gente ingresa sin medir los daños.

Tienen órdenes de matar.

Yo las di.

Andrés me mira por encima del hombro al ingresar con su pistola en alto. La mirada furiosa que rara vez le he visto, permanece intacta desde que llegó a España, pero hoy la acompaña la intensidad de la esperanza que vibra en sus irises marrones con cada paso que nos acerca a las bodegas en la parte trasera que nos dijo el hombre de la recepción.

Es su sangre la que se escurre entre mis dedos, cortándome el paso a medida que intento no recordar la mirada angustiada de mi hija al verme en esta misma posición hace unos días.

Ella no ha salido de su habitación desde entonces.

Y tampoco he hablado con ella desde entonces.

—Marcello, ¿estás bien? —Asiento en dirección a Orazio y con un movimiento de mi mano le pido que suba con Andrés—. Te avisaré.

Vuelvo a mover la cabeza en confirmación, pero lo sigo escaleras arriba, sintiendo con cada peldaño como cruje la madera bajo mis pies.

Andrés no aguarda por nadie, él corre prácticamente y los disparos vuelven a irrumpir en mis oídos haciendo que saque mi arma y apunte al frente sabiendo que mis hombres tienen la delantera y nadie podrá llegar abajo si ellos están arriba.

Más disparos llenan el ambiente, Orazio tampoco esconde su sed de sangre cuando dispara queriendo llegar a la planta superior donde abrimos puertas a la deriva porque el idiota de recepción no tuvo la oportunidad de abrir la boca para soltar un número de bodega sino para lanzar insultos.

La policía seguro no tarda en llegar, y no estamos en nuestro territorio como para salir sin tener que explotar un par de patrullas en cientos de pedazos, así que apresuro el paso y es Andrés el que nos avisa segundos después con un grito de alivio que la encontró.

Nuestra gente se mantiene a un costado, abriéndome camino. Orazio no espera orden alguna, él ni siquiera me mira al avanzar en dirección a la puerta donde me detengo abruptamente al ver los ojos esperanzados de Catalina mientras su primo la desata.

Su rostro que antes permanecía enrojecido por el sol ahora se encuentra pálido cubierto por moretones y rastros de sangre seca, pero con heridas recientes que desatan la rabia en los ojos casi inexpresivos de mi mano derecha.

De no conocer a Orazio de antaño, diría que no hay nada allí, pero veo la forma en que su boca se tuerce y sin mirarme, camina para ayudar a Andrés mientras que yo no hago más que sostenerle la mirada a Catalina, tratando de transmitirle un alivio que seguro no ve en los ojos de Andrés porque está más empeñado en sacarla que en hacerle saber que estará bien.

El vendaje en su pierna la hace cojear cuando se levanta, pero aún así camina intentando mantener la firmeza que no tiene.

Pensé en no venir porque odio la idea de dejar a mi familia sola, y tuve que pedirle a Roger que se hiciera cargo de todo mientras yo estoy fuera porque sé que Anastasia no habría querido que me quedara y enviara a nuestra gente en lugar de venir por Catalina yo mismo.

Además, se lo debía a ella y a Andrés.

—¿Cómo está ella? —pregunta asustada cuando estamos en la camioneta y sé que se refiere a Anastasia. Sus ojos ansiosos vacilan entre Andrés y yo mientras Orazio conduce y nosotros nos encontramos en la parte trasera—. ¿Y el bebé?

PODEROSA VINDICTA [+21]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora