CAPITULO 17

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Renuncia.

8 de junio de 2023.

Anastasia.

La sangre mancha mis dedos, secándose poco a poco, pero no la limpio. Solo la miro, esperando que pasen los segundos para que se seque entre mis dedos como un maldito recordatorio de lo que acabo de hacer.

Marcello me mira, indescifrable, sin saber qué decir en mi dirección. Sé que se está conteniendo, que tiene las palabras atoradas en la boca, pero teme una mala reacción entre ambos por la situación a la que estamos expuestos ahora.

—¡Déjame pasar, Roger! —escucho la voz de Aleska. Parece tan cercana y al mismo tiempo tan lejos. No quiero que me vea así, con el vestido teñido de carmesí y las manos de la misma manera—. ¡Sé que mis papás están dentro, solo déjame entrar que tengo que hablar con ellos!

Marcello murmura algo entre sus dientes, dejando caer la chaqueta del traje al suelo. No la recoge, pero me da la espalda, encaminándose a la puerta dónde lucha con Aleska para que vuelva a su habitación junto a Stella.

Sé que se queja, que patalea para entrar, pero al final cede una vez Marcello le miente diciéndole que no me siento bien.

Aunque tal vez no es una maldita mentira y así es.

—¿Quieres algo? —Sacudo la cabeza cuando escucho no solo su voz, sino también sus pasos. No sabe qué hacer, así que solo se limita a mirarme—. Anastasia...

—Déjame sola —exijo sin lugar a que replique.

Se pasa la mano por la cabeza, sus dedos se enredan en su cabello, pero hace lo que le pido, negándose a enfrentarme. Sé que está molesto, que cree que no fue prudente mi actuar, pero no hay nada que pueda hacer más que guardarse lo que tiene por decir ante la posibilidad de que algo salga mal.

Reprimo el deseo de levantarme de la cama que he manchado con la sangre que no es mía, pero que me corre por las venas siendo un recordatorio del parentesco del cual nunca podré librarme. La angustia se arremolina en mi pecho y en mi garganta y ligero sollozo escapa entre mis labios al sentirme con el pecho oprimido.

Respira, Anastasia.

Lo hago. O al menos lo intento.

La ansiedad me gana y envío un rápido mensaje a Roger, el cual conecta la videollamada con la mujer y el hombre en la bodega en casa de Aurelio.

Observo la pantalla del computador, viendo la mano ensangrentada que dejo en la caja a un costado la cual no he hecho más que mirar desde que la enviaron hace tres horas.

Sergey y Ekaterina permanecen a un lado luciendo completamente dentro de su zona así, manchados de la sangre de nuestro progenitor, incluso satisfechos por la forma en que se han apropiado de la bodega estos días, golpeando y torturando a Zinov hasta el cansancio.

Lo he visto todo.

No de la forma en que querría, pero sí de la única que pude.

Han sido días y noches en las cuales mis hermanos han quebrado a Zinov desde adentro hacia afuera, y hoy, luego de la petición de Yasha, me es imposible retrasar lo inevitable: su muerte.

Deslizo el anillo en el dedo anular de la mano de Zinov, apretándolo entre mis dedos antes de meterlo en la caja más pequeña de joyería que tiene como destinatario Dimitri. Era el anillo familiar, y, aunque quisiera desecharlo o enterrarlo junto al bastardo que me dio la vida, el abuelo habría querido que el mayor de los Abramov en la línea lo tuviera.

Mi teléfono suena a un lado de mi pierna y llevo la mano a mi vientre sin dejar de mirar la pantalla. La respiración se me acelera, siento los latidos de mi corazón desbocado contra mis costillas y me toma varios segundos responder al llamado de padre, el cual calla al escuchar que emito un jadeo al verlo acercarse a Zinov.

PODEROSA VINDICTA [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora