CAPITULO 45

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En llamas.

19 de septiembre de 2023.

Anastasia.

No pienso con claridad, las manos me tiemblan al punto que creo que el arma se me resbalará en cualquier momento siendo la furia mi única ancla a lo que realmente quiero que es llegar a mis hijos.

El eco de los pasos que me siguen me aturden y la cabeza me palpita en un constante recordatorio del estrés que en segundos se apropió de todo mi cuerpo y de la angustia que se abrió paso a través de cada gota de sangre que tengo corriéndome por las venas.

—Anastasia —escucho la voz de Marcello en medio de un susurro casi imperceptible, pero no me giro, sigo caminando hasta el fondo del pasillo donde está la habitación de mis hijos—. Anastasia.

Levanto el puño en alto cuando un par de dedos firmes me envuelven el brazo de la nada, cortándome el paso. Lágrimas enardecidas quieren salir de mis ojos, pero las contengo, queriendo gritarle mi enojo al hombre que me observa con preocupación y advertencia reflejada en la mirada.

—Marcello, suéltame —le exijo entre dientes—. Nuestros hijos...

—Ella tiene un arma, Anastasia —revela, causando que se me corte el paso del aire en cuestión de segundos—. Roger dice que Filipo le inyectó algo, es lo único que se ve en las cámaras. Adrenalina, tal vez. Se siente acorralada y sabes que no dudará en usar esa pistola.

El llanto de uno de los bebés retumba con fuerza en el aire, mezclándose con las palabras de Marcello en medio del abismo al que estoy por caer.

—Le quitó la pistola a Filipo —interviene Roger. Tardo en darme cuenta que está tras Marcello, a un par de pasos

—Debemos pensar antes de hablar, Anastasia. Piensa las cosas con calma —espeta Marcello.

Me zafo de su agarre de golpe, asustada. Aprieto los dientes, forzándome a asentir. Roger y Greta se acercan con cautela, observando el pasillo a la espera de algo.

—Roger, entra a nuestra habitación y espera a que distraigamos a Nicoletta para entrar por la puerta compartida que conecta con la de los bebés —habla Marcello, tomando el control que a mí me cuesta asumir debido al nudo que tengo en la garganta—. Greta tú también. Roger, asegúrate de mantener un ojo en el otro bebé, nosotros manejaremos la situación. La orden es que protejas a nuestro hijo.

—Sí.

Greta me da una mirada comprensiva que me hace girar el rostro al verla perderse en la puerta a unos pasos con Roger mientras que yo, ignorando a Marcello, tomo la delantera, caminando hasta el fondo del pasillo. La mano me tiembla al girar el pomo de la habitación de nuestros hijos.

Me paralizo al ver a la mujer junto a la ventana sucia y ensangrentada, sosteniendo a mi bebé con dificultad mientras lo apunta con el cañón en tanto suelta una sonrisa desganada que me detiene el corazón.

—Stefano —susurro al notar el pijama verde que le coloqué hace unas horas a mi bebé.

Nicoletta levanta la mirada al escuchar el suspiro ahogado que sale de mi boca y entrecierra los ojos en mi dirección, sosteniendo a mi bebé en la cuenca del brazo al que le destrocé y apuntándolo con la otra en la que sus uñas no están. Temo porque se le caiga en segundos, pero aún más temo el hecho de que la ventana está abierta y ella está demasiado cerca del vacío.

—Debí matarlo cuando tuve la oportunidad —sisea con una falsa sonrisa, pasando el cañón por el pequeño cuerpo de mi hijo.

Marcello se cuela a mi lado, respirando con dificultad al percatarse de la escena que estoy contemplando con angustia sin poder explotar porque podría acabar con la vida de mi pequeño con solo un apretón al gatillo.

PODEROSA VINDICTA [+21]Where stories live. Discover now