Coronado En Estrellas y Muerte

2.5K 355 60
                                    

Dicen que la muerte esta en todos lados. Caminando entre las sombras, cumpliendo una lista, llevándose a quien debe irse; sin embargo, la muerte tiene sus favoritos, aquéllos que ayudo con sus regalos.

Aunque fué algo diferente a el antiguo cuento; más la sangre de ellos llegó a otras ramas...o al menos, dos de ellos. Antioch no logro tener niños, a pesar de ser hábil en el arte de las creación de varitas, los dos restantes llegaron a donde ahora estába.

✧・゚: *✧・゚:*

Miró el hermosos cielo estrellado.
Su capa llena de magia se arrastró sin ensuciarse, lejos de las miradas humanas, entro en la propiedad.
Allí estaba, su heredero mas joven yacía entre materiales creando varitas, a su lado, su otro heredero leía sonriendo pacíficamente, un anillo de piedra negra en un dedo anular, adornando los dedos pálidos y agiles; un susurro de una varita que esta en manos de un gobernante.

Pero que cruel es la situación; su mirada cayo donde un enorme plato de delicias que susurraban sobre su contenido le llegaba.
Que divertido era, que sus herederos terminarán siendo una de sus criaturas más horrendas.

Magia de la más peligrosa, muerte y hambre.

Los wendigos son después de todo criaturas bendecidas suyas. Solo existían en está família, protegida por ella, por su maestro, por la magia misma.

Y así seria esa familia, bendecida, con los regalos más grandes de la muerte, capaces de proteger el legado y nunca más caería en manos ajenas.

Entonces, un cristal cercano soltó una alarma, ambos magos miraron el cristal.

Muerte sonrió al ver la sangrienta mirada de su heredero más joven; el siempre mantenía su sed de sangre como una segunda piel, lista a usar. Así que tomando las manos del mayor ambos desaparecieron a rumbo con los demás bendecidos.

Muerte desplego sus alas, el espectáculo iba a ser maravilloso.

✧・゚: *✧・゚:*

La cocina era un espectáculo, se terminaban de formar los platos con precisión, sin escatimar en mostrar la abundancia.

Llevo tiempo pero pudo rastrear al ser que debía matar, sinó... Sinó, no se volvería el dragon. Su querida corona de estrellas estába a salvo, lejos de la mancha; sus ojos eran agudos observando la marcha.

Un doncel bajo, sus rizos negros, una sonrisa fácil. Le recordó a...se sacudió, debía estar atento a la rutina, los niños no vendrían pronto.
Es más, había mandado la información a Crawford, llegaría lo suficientemente tarde, para que: Uno, nunca lo atrapara y dos, su metamorfosis estuviera completa.

Observó a Lecter poner la comida, sonreír y besar a su esposo.
Espero paciente, sin alertar a nadie, sin hacer ruido; la bestia que yacía en ese doctor tenía instintos agudos. Los niños, gemelos, estaban arriba, y al igual que a los demás, les asesinara sin perder tiempo; los mayores estaban en el trabajo.

Solo un monstruo ve a otro, y Hannibal Lecter es la última pieza.
Se agazapo durante horas observando las luces, el sistema de seguridad, los ir y venir de la familia. Estaban los 4 solos; el perro había sido llevado al veterinario y a un servicio de paseo por su salud.
Las luces se apagaron junto a todos los electrodomésticos, la alarma fue puesta; los niños dormidos, así que se deslizó sin hacer ningún ruido.

Logro abrir la puerta; el vestíbulo estába a oscuras. Le tomó poco tiempo llegar a donde se ocultaría, emboscaría a Graham y se aseguraría de dejarlo para que su marido lo hallará, luego Lecter caería.

Frunció el ceño un poco incómodo de dejar huérfanos por segunda vez a los niños, pero el dragón debía nacer. El que era su pareja, la mujer vestida de sol debía... Sacudió los pensamientos, así mismo agudizó el oído en busca de sonidos, movimientos o alarmas; se quedó alerta, las luces apagadas hablaban de que la pareja e hijos dormían ya.
Entonces... Lo sintió.

Esmeralda EnsangrentadaWhere stories live. Discover now