Capítulo 22

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Mí cabeza dolía, era un dolor demasiado fuerte y punzante.

—Señor, está despertando—. Una voz de un hombre fue lo primero que oí.

—Salgan—. Varios pasos alejándose le siguieron.

Por alguna razón esa voz me sonaba realmente familiar.

¡No! No podía ser el.

—Nos volvemos a ver hermosa Mercy—. Después de quitarme la venda que cubria mis ojos lo vi.
De camisa blanca y pantalones negros Sunho estaba sentada frente a mí, sin rastro de cordura alguna.

Mis manos, pies y boca estaban atados con cuerdas.

—Te vez muy delgada y sucia, muy descuidada para ser mí obra de arte más exclusiva—. Mí mente aún no procesaba nada.

Este no podía ser Sunho, el jamás haría esto.

Lentamente me quito la soga de la boca con una sonrisa retorcida en sus labios.

—¿Que mierda haces Sunho? Si es un tipo de broma retorcida no me gusta así que detente—. Se acercó a mí hasta que nuestros labios quedaron casi unidos, olía a alcohol y tabaco.

Todo rastro de aquella hermosa colonia había desaparecido por completo, al igual que el brillo de sus ojos.

—Sabes que detesto perder— sus ojos miraban directamente los míos

Estaba aterrada

—¿Vas a matarme? ¡Donde me llevas!—. Su cabello caía ligeramente por su frente mientras movía lentamente su cabeza negando a mi pregunta.

—No. te amo demasiado como para arrancarte un solo cabello—

se puso en cuclillas frente a mí.

—Sin embargo...tu padre,Kentin o el inútil de Dante, ellos no me interesan en lo absoluto así que te traere personalmente sus cabezas una por una si no me obedeces—.

mí corazón estaba a punto de detenerse mientras que una sonrisa perturbadora y sicópata no sé borraba de su estúpida cara.

—Aunque  mejor podría empezar por ese perro nuevo que tienes. Lo dejo a tu elección bebé—.

Entre lagrimas no lo pensé dos veces.

—Hare lo que me órdenes solo no lastimes a nadie—.

Su sonrisa se borró, antes de acariciar mis mejillas con sus calidas manos secando las lágrimas que se deslizaban por allí.

—¿Pero porque haces esto? No sé supone que éramos amigos. Hace unos días me pediste que te perdonará ¿Entonces porque?—.

—Amor, o tal vez odio o quizás envidia, aún no logro descifrarlo por completo. El hecho es que quiero lo que el tiene. Lo que ellos tienen—.

Sus manos ahora se metían debajo de mí camisa causandome asco

—El imbecil de Kentin siempre estuvo metiendo las narices entre nosotros dos, siempre esperando tu amor. Dante por otro lado...hasta un hijo le quisiste dar. ¡Ese imbecil te toco, tocó tu cuerpo!—. Podía notar como su respiración se agitaba.
—Mi peor error fue dejarte ir, te dañaron. Mírate, tienes marcas de alguien más, su olor, incluso quedaste embarazada—.

Palabra tras palabras eran liberadas con asco y desprecio, una tras otra.

—Sin embargo, ahora que te tengo conmigo podemos arreglar esto y poco a poco volverás a ser mía. Solo es cuestión de tiempo—

Sunho se volvió a sentar en frente de mí antes de cerrar sus ojos.

El silencio reino el lugar el resto del viaje, cada minuto cerca de el me causaba rabia pero en ese momento estaba demasiado asustada como intentar planear algo.
Si algo me había enseñado ver series de crímenes durante tanto tiempo con Ken, es que debía seguirle la corriente y hacer como si estuviera de acuerdo con el, era la única manera de salir con vida de aquí.

...

— Despierta, ya llegamos— Después de más de 12 horas de viaje, habíamos llegado.

Sunho desató todos los nudos que me mantenían amarrada y me extendió su gran abrigo negro.

—Portate bien o sabes lo que pasara— Asentí

El hombre tomo mí mano y me saco del avión.
Habíamos llegado a un descampado donde lo único que había era una gran mansión que parecía un palacio, rodeada de árboles, un río y por lo que veía, varios empleados que esperaban la llegada de Sunho en la entrada.

—Bienvenido Precidente—. Todos los empleados hicieron una reverencia al unison.

Sunho los ignoro por completo y me arrastró hasta el interior de la casa.

Todo era muy grande, techos altos y muchas habitaciones, esculturas, pinturas y plantas.

—¿Donde estamos?—.Sunho no soltaba mí mano ni un segundo, nisiquiera mientras subíamos las escaleras.

—Nuestra casa—. Aquellas palabras me causaron escalofríos.

La mansión era demasiado grande para dos personas, pero aún así mí mente solo divagaba.
Nunca podría aver imaginado que Sunho contaba con tanto dinero.

Llegamos al final de un gran pasillo, una puerta azul viejo estaba frente a nosotros.
Al entrar una hermosa habitación, con una gran cama y un mural en sus paredes. Todo era muy victoriano y amueblado en corde a su estilo.

Sunho entro detrás de mí cerrado la puerta.

Mientras miraba por la gran ventana, sus brazos rodearon mí cintura por detrás, apoyando su barbilla en mí hombro.
Una ola de nervios y miedo invadió mí cuerpo mientras esté besaba mí cuello.

—Ya notaste que no puedes escapar ¿Verdad?—. Sus manos ahora se movían debajo de mí ropa.

—Sueltame Sunho, porfavor— Me volteo quedando frente a frente.

—¿Tu aún me amas?—. Sus ojos estaban llenos de locura, pérdidos en su mundo.

—Yo...—. sonrió levemente antes de empujarme a la cama.

Su gran cuerpo quedó sobre mí, las lágrimas se deslizaban por mí mejilla y mí cuerpo no dejaba de temblar.

—Porque si no me amas, esto no será igual de divertido para ti como lo será para mi—.

La luz roja se encendió en ese momento y el comienzo de la pesadilla llego.

La PinturaWhere stories live. Discover now