47. Lo que ocurre en Suiza

10 2 0
                                    


LO QUE OCURRE EN SUIZA

Hola, X,

X porque esta carta no es para nadie. Solo para mí. Para mí y para organizar mis pensamientos, que ahora mismo son una locura.

No sé qué hacer con Lea. Desde que llegamos no está bien, pero ahora que se acerca el verano todo ha ido a peor. Creo que no deja de recordar lo que pasó allí. Yo tampoco, pero al menos yo tengo algo que decir en presente. Yo estoy con Veca.

Por alguna razón mi melliza quiso complicarlo todo.

Cuando llegamos a Suiza, Kaitlyn nos estaba esperando. Me miró con cara de asco y abrazó a Lea, pero ella estaba como ida. Lleva ida desde que llegamos.

Incluso Kait tuvo que resignarse a hablar conmigo, porque ella tampoco sabe qué hacer, pero eso fue en octubre, desde entonces han pasado muchas cosas.

―Pero ¿qué hacemos? ―me preguntó tras unos segundos sentados en su cama de la residencia, a una pared de distancia de mi hermana.

―¿Y yo qué coño sé? ¿Cómo se cura un corazón roto?

―Es peor que eso, Leo ―dijo con la cabeza gacha―. Se lo ha roto ella sola. Nox nunca quiso dejarla a ella ni ha querido dejar de hablarle; fue Lea la que decidió que aquello tenía que acabar.

―¿Te ha dicho a ti por qué lo hizo?

Ella negó con la cabeza y me miró, como haciéndome la misma pregunta. Yo también me vi obligado a negar.

Unos días después, en los pasillos del instituto, pude ver a Lea hablando con un chico, que la acorralaba contra las taquillas del pasillo. Hablaban en alemán:

Bis später, Süße? ―Ella asintió ante su pregunta, sin sonrisas. Llevaba tiempo sin sonreír.

Cuando el chico empezó a alejarse y lo miré por última vez, me di cuenta de que se parecía a Nox; o al menos se podía ver cierto parecido. Tenía aquel pelo negro desordenado y los ojos verdes, pero un verde claro y apagado; y allí terminaban todas sus semejanzas. Él era bastante bajo y gafotas, Nox era alto y jamás le había visto con gafas. Supongo que era lo mejor que Lea había podido encontrar, a pesar de tener un Nox real a una llamada de distancia y seguramente a su entera disposición.

Me gustaría saber por qué esa necesidad de hacerlo todo tan complicado, tan doloroso.

Me apoyé en el mismo sitio en el que había estado él unos segundos antes, en las taquillas. Lea me miró inexpresiva.

―¿Quién es?

―¿Ahora vas a hacer de hermano protector?

―Solo te he preguntado, Lea ―dije con suavidad, sabiendo que en esos momentos iba a encontrar la forma de ponerme de los nervios.

―Es un amigo ―respondió cortante al final, cerrando su taquilla con un portazo y alejándose por el pasillo, contoneando tanto las caderas que varios chicos se giraron a mirarla.

A aquel «amigo» me lo encontré unos días después en su dormitorio, cuando me abrió la puerta en calzoncillos. Me miró de arriba a abajo y sonrió ante mis brazos cruzados.

―¿Eres tú el novio ese del que me ha hablado? ―preguntó.

Por lo que yo sabía, Lea no tenía novio. En ese momento me dispuse a descubrir si lo tenía; aunque no fuera en ese mismo momento.

Spoiler: no tenía novio, solo pregonaba por todas partes que tenía una relación a distancia, y que le apetecía ponerle los cuernos. Estoy bastante seguro de que ni ella entiende por qué dijo todo eso.

Cuando la luna encuentre su lugar. [✓]Where stories live. Discover now