31. Porque las horas perfectas no acaben

8 3 0
                                    

PORQUE LAS HORAS PERFECTAS NO ACABEN

ओह! यह छवि हमारे सामग्री दिशानिर्देशों का पालन नहीं करती है। प्रकाशन जारी रखने के लिए, कृपया इसे हटा दें या कोई भिन्न छवि अपलोड करें।

PORQUE LAS HORAS PERFECTAS NO ACABEN

Salimos del centro comercial y volvemos andando hasta el parque, para montarnos en mi coche, que he dejado tan inoportunamente allí.

―Pregunta: ¿por qué hemos ido hasta el centro comercial corriendo si podíamos ir en coche?

―Respuesta: había que darle emoción al asunto. ―Me mira con una ceja levantada y me río―. Además, pensaba que no llegábamos y me he puesto nervioso; no me he acordado.

Es su turno de reírse de mí, pero no me importa.

Disfruto al verla con una sonrisa en la cara, llevando el vestido, con un brazo alrededor del bote de cristal y el álbum y con la otra mano jugueteando con el collar.

«Daría lo que fuera por verla así cada día; el resto de mi vida.»

Llegamos por fin al coche y Lea se sienta de copiloto. Me pongo al volante y arranco.

Estoy a punto de hablar cuando a Lea le rugen las tripas. Me mira.

―Espera... ¿para qué era la mesa en la azotea, si no hemos cenado?

Trago saliva y empiezan a quemarme un poco las mejillas. La miro de reojo antes de volver a la carretera.

―El plan era cenar.

―¿Pero...?

―Pero la Patofamilia me dijo que no.

―Oh.

―Ya, lo siento. Ahora cenaremos.

―Vale. ―Sus tripas vuelven a rugir a la vez que me mira con una sonrisa.

Sigo conduciendo, y Lea pone la radio. No queda mucho hasta llegar a Villa Verónica, cuando sonrío y digo:

―Deja de mirarme así.

Lleva todo el viaje mirándome de reojo, creyendo que no me doy cuenta. Me giro un instante hacia ella para ver que se ha puesto roja. Sonrío más ampliamente y le pongo una mano en la rodilla, con el corazón en la garganta. Ella coloca su mano sobre la mía, y empieza a trazar líneas sobre el dorso de mi mano. No sé si ella se siente como yo, pero estoy muy nervioso, hacía mucho que no estaba tan nervioso.

Y ni siquiera sé por qué es.

―¿Así cómo? ―susurra ella, unos segundos después.

―No lo sé... Pero si sigues así vas a conseguir que nos choquemos.

Se ríe por lo bajo y detiene su mano, para entrelazar sus dedos con los míos.

Finalmente llegamos a Villa Verónica y aparco el coche delante de mi casa. Salimos y veo que a Lea le recorre un escalofrío.

―Espera aquí.

Entro corriendo en casa y busco en el armario una sudadera que no sea demasiado grande. Cojo una blanca que ya me queda algo ajustada. Salgo de casa y yo mismo le pongo la sudadera. Le acomodo la capucha y sonrío.

Cuando la luna encuentre su lugar. [✓]जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें