17. Mi Lea

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MI LEA

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MI LEA

Me meto en el coche mientras respondo la llamada de Diana.

—¿Nox? ¿Me oyes?

Sé que espera que le indique que la escucho como siempre: «mhm». Pero, por primera vez, mi voz responde de verdad.

—Sí, aquí estoy. Quería decirte que voy a llevar a Lea a un sitio, no voy a estar esta tarde.

La línea se queda en silencio y por un momento creo que ha colgado. Estoy a punto de preguntarle a Diana si sigue ahí cuando responde:

—Oh, claro, sin problema. Yo te llamaba porque esta tarde vienen Marco, Álex, Matt y tu padre. Van a quedarse unos días y esta noche cenamos. Juntos.

—Voy si puedo invitar a Lea.

—¡Por supuesto! Sabes que la adoro.

—Vale.

—Y..., Nox, gracias por hablarme de nuevo. Echaba de menos tu voz.

Cuelga antes de dejarme responder. La conversación me deja con una sonrisa en la cara: que vengan es divertido, siempre los he considerado familia.

Arranco el coche y conduzco hasta detenerme frente a la casa de Lea. Estoy muy nervioso, no me puedo creer que vaya a contárselo.

Camino con pasos temblorosos hasta la puerta, toco dos veces y espero. Lea no tarda mucho en abrirme. Le sonrío antes de fijarme en que tiene los ojos algo rojos, ¿será hoy un mal día para enseñarselo todo?

—Quiero contártelo todo.

En cuanto las palabras escapan de mis labios, sus ojos se iluminan un poco. Ella también parece nerviosa, e intenta devolverme la sonrisa. Entra a cambiarse de ropa e intercambia unas palabras con su amiga antes de salir de la casa y seguirme. Nos subimos al coche.

Conduzco hasta salir del complejo y continúo por esa carretera que tantas veces he recorrido. Miro a Lea de reojo. Se deshace el moño y vuelve a recogerse el pelo: está nerviosa. Aunque la entiendo, porque le he dicho que se lo contaría todo, pero ella no sabe qué significa eso exactamente. Sonrío de lado al pensar que no ha preguntado nada. Simplemente me ha seguido.

«Que confíe tanto en mí es maravilloso.»

Suspiro y me mira.

—Voy a enseñarte por qué no he podido hablar durante tanto tiempo, pero necesito que prometas que no me vas a mirar con compasión o lástima; no quiero cambiar la manera en la que te veo.

Asiente, indecisa, pero me vale. Sigo conduciendo por este camino que ya me sé de memoria hasta detenerme frente al hospital. Ella me mira con los ojos desorbitados al ver dónde nos detenemos.

—Nox...

Parece preocupada. Nerviosa. Asustada.

Salgo del coche y lo rodeo para abrirle la puerta. La cojo de la mano y ella se pone en pie, a mi lado.

Cuando la luna encuentre su lugar. [✓]Where stories live. Discover now