36. Veca

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VECA

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VECA

Me despierta el tono de llamada del teléfono. Me giro hacia Lea, que duerme a mi lado, y no se desvela pase lo que pase.

Sonrío y me levanto con el móvil en la mano, que sigue sonando. Cierro la puerta del dormitorio y veo que quien llama es Veca, y no me deja decir nada antes de gritar:

―¡Ábreme la puerta, Nox!

Cuelgo y abro la puerta a tiempo para que Verónica me dé una bofetada. No es muy fuerte, pero aún tengo los moretones de la pelea con Blake y me duele. Me llevo la mano a la cara y miro a Veca confundido.

―¡Soy tu mejor amiga, cojones!

Salgo de casa y cierro la puerta, para no despertar a Lea.

―¡¿Cómo es posible que no supiera que tengo una prima en coma?! ―pregunta al borde del llanto.

Empieza a darme golpes en el pecho, pero no me da lo suficientemente fuerte como para hacerme daño.

Unos segundos después, la cojo de las manos y nos sentamos en las sillas del porche, uno al lado del otro.

Se limpia las lágrimas antes de decir:

―Papá y mamá me lo han contado todo. Pero mi pregunta es por qué no lo hiciste tú en su momento y cómo es posible que me haya enterado tres años después.

Cierro los ojos y suspiro. Ni siquiera yo sé cómo lo hemos escondido hasta ahora, ni por qué.

―Veca, estuvisteis viviendo en París durante muchos años. Somos primos, pero nos conocimos a los trece...

―¿Eso qué coño tiene que ver? ¡Somos mejores amigos!

―No conocías a Mia y...

―¡Jamás la mencionaste! ―me interrumpe de nuevo, histérica.

―Claro que lo hice, pero diste por hecho que era otra amiga.

Se queda en silencio unos segundos, intentando entender por qué yo, su primo y mejor amigo desde hace tiempo, le ocultaría algo así.

Pero es que yo tampoco sabría explicarlo.

Nunca hablé con mis padres y mis tíos de eso, ni pensamos en cómo escondérselo. Simplemente ocurrió. Cuando nos presentaron a mí y a Veca, Mia no pudo venir. Y los meses siguientes estuvo en un viaje de intercambio en Inglaterra. Al año siguiente empezó a trabajar y a estudiar a la vez, con la excusa de que se agobiaba con la falta de cosas que hacer. No tenía tiempo para nada. Y papá se lo decía, una y otra vez..., que eso no estaba bien. No hizo caso nunca.

Lo cierto es que yo a Veca le hablé de Mia, pero nunca pronuncié la palabra «hermana».

―Y si te diste cuenta de que no sabía que era tu hermana, ¡¿por qué no me corregiste?! ―exclama, alzando los brazos.

―¡Porque para cuando entendí que no sabías que era mi hermana ya estaba en coma, cojones! ¿Qué querías que hiciera, que llegara y te dijera que a lo mejor no conocías a tu prima, que no sabías que tenías, porque estaba en coma? ¡Pero si ni siquiera era capaz de hablar, Veca! Todo se volvió confuso y oscuro y...

Agacha la cabeza y se limpia la cara. Es la primera vez que la veo llorar, y no es agradable. Acerco mi silla a la suya y le paso un brazo por los hombros para acercarla a mí. Apoya la cabeza en mi hombro y sorbe por la nariz.

―Vas a creer que soy gilipollas, pero me alegra que estés llorando ―bromeo.

Ella no parece captar la broma, porque levanta la cabeza con una ceja enarcada para mirarme.

―Capullo ―masculla.

―No, en serio. Nunca te había visto llorar, siempre has sido la más fuerte, la que no se rompe, la que sigue entera pase lo que pase. He llorado yo más que tú, y estaba preocupado. Saber que tienes la capacidad de llorar me deja más tranquilo.

Se ríe un poco y me abraza.

―Pero te he llamado capullo por no hablar conmigo. Te he echado de menos.

―Lo siento.

―No importa. ―Se pone en pie y se pasa la mano por la cara una última vez―. ¿Está Lea dentro?

―Sí...

―Perfecto, voy a despertarla.

―¡¿Por qué?! ―exclamo mientras me levanto y ella abre la puerta de mi casa, que no está cerrada con llave.

―¡Día de chicas, que todas lo necesitamos!

Cuando la luna encuentre su lugar. [✓]Where stories live. Discover now