22. Romper el Polo Norte

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ROMPER EL POLO NORTE

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ROMPER EL POLO NORTE

No volvemos a callar durante el resto del viaje.

Y ni siquiera soy capaz de decir de qué hemos hablado.

Solo podía estar pendiente de él. De cómo se reía, de su sonrisa, de sus ojos. La felicidad que reflejaba.

Una hora después, nos bajamos de los coches. Verónica tiene una gran sonrisa, y mi mellizo a su lado está cabizbajo; pero casi podría jurar que también sonríe. Entonces me doy cuenta de que no está con el teléfono. Desde que se lo dieron no se había separado de él. Hasta ahora.

Cuando miro a Verónica para preguntar, ella me sonríe orgullosa.

—Lo he dejado en casa. —Leo da una patada al suelo ante su afirmación y ella se ríe, provocando que yo también suelte una carcajada.

Cuando miro a mi hermano, espero ver una expresión enfadada. Pero en vez de eso lo encuentro mirándome, inexpresivo. Mientras tanto Nox saca las cosas del maletero. Me acerco a él para coger una de las bolsas que se ha colgado en los hombros. Sin embargo se aparta y me sonríe.

—Píllame —susurra.

Empieza a correr, con las bolsas y mochilas rebotando contra su espalda. Empiezo a perseguirlo, recordando aquella tarde de lluvia. Suelto una carcajada y oigo a Verónica llamarnos, pero la ignoro. Solo me concentro en Nox, y en intentar alcanzarlo.

No me puedo creer que corra tan rápido aun con todo el peso de las bolsas.

Corro con todas mis fuerzas. Ahora si estiro el brazo estoy a unos centímetros del suyo. Suelto una carcajada.

—¡Te voy a pillar!

Mi risa se convierte en un grito ahogado cuando tropiezo y caigo encima de Nox. Caemos al suelo de tierra y me clavo las piedrecitas en las manos, pero Nox se ha llevado la peor parte: me he caído encima. Se da la vuelta con dificultad por culpa del peso que lleva, aparte de mí, y me sonríe.

—Eso es trampa —susurra, antes de darme un beso en la comisura de los labios.

Apoyo la cabeza en su pecho sin decir nada. Cierro los ojos y cojo aire. Árboles y ese perfume del que no conoce el nombre. Cojo aire de nuevo, antes de exhalar. Estiro el brazo hasta darle la mano a Nox.

—¿Dónde has estado toda mi vida?

Giro la cabeza hacia él, sonrío.

—Yo también te he echado de menos.

Le beso la barbilla y él suspira. Cierra los ojos y me permito el lujo de contemplarlo unos segundos. Desde sus cejas gruesas del mismo color que su pelo, pasando por sus ojos cerrados con unas pestañas infinitas que descansan sobre sus pómulos. Su mandíbula marcada, en la que empieza a asomar una barba.

Cuando la luna encuentre su lugar. [✓]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin