23. Leo, harina y agua helada

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LEO, HARINA Y AGUA HELADA

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LEO, HARINA Y AGUA HELADA

Veo cómo todos se van, subiendo por la calle junto al edificio de recepción. Yo me dirijo a la pista y me tumbo en el suelo. Nox se recuesta a mi lado. Miramos unos minutos las estrellas, antes de que él se incline a dibujar constelaciones en mis mejillas.

—Gracias. Por lo de hoy. Por todo —susurro, con los ojos cerrados.

Al ver que él no responde, los abro. Está sonriendo, mientras sigue con la mirada sus dedos recorriendo mi rostro. Lo contemplo mientras él no me mira a los ojos. Me fijo en cómo su sonrisa es algo torcida, con una comisura más alta que la otra. Sus ojos verde bosque oscurecidos.

De repente alza la mirada a mis ojos. Nos miramos durante unos minutos eternos, hasta que le cojo el rostro y estampo sus labios contra los míos.

Como si hubiera estado pensando en hacer lo mismo, me corresponde de inmediato y se sienta, sin separar sus labios de los míos. Me siento a horcajadas sobre él y acuno su mejilla con una mano, mientras que tengo la otra en su nuca, trazando círculos con mi pulgar. Él coloca sus manos en mi cintura y me acerca aún más a él, hasta que estamos pecho con pecho.

Nos besamos hasta quedarnos sin aliento. Me abraza con fuerza por la cintura y me pega por completo a él. Nox respira hondo y besa la curva de mi cuello.

Nos abrazamos durante mucho rato. Hasta que la luna reina en lo alto del cielo y por un segundo parece que ha encontrado su lugar. Hasta que estoy casi segura de que nosotros hemos encontrado el nuestro.

Me estrecha una vez más antes de susurrar:

—Mi lugar. Mi ancla.

«Yo también te quiero.»

Pero las palabras se atascan en mi garganta. No logro dejarlas escapar. En vez de eso enrollo mis piernas alrededor de su torso y mis brazos alrededor de su cuello. Lo abrazo con todas mis fuerzas.

«Esta vez las palabras no son suficiente.»

Como si mi gesto se lo hubiera dicho todo, suelta un pequeña carcajada y se pone en pie, conmigo en brazos. Empieza a caminar, subiendo por la calle principal y desviándose por las callejuelas de piedra.

Ni siquiera se detiene cuando llegamos a la puerta de su casa, abre sin llave y cierra a nuestra espalda.

	Ni siquiera se detiene cuando llegamos a la puerta de su casa, abre sin llave y cierra a nuestra espalda

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Cuando la luna encuentre su lugar. [✓]Where stories live. Discover now