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LAILA

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LAILA

Sede de Guardianes, dos días después.

Las laberínticas escalinatas la entorpecieron al bajar hacia los principales salones de la Sede. Aún le asustaba el lugar sumido en total vigilancia, el cómo los murmullos de los desconocidos la intimidaban y la facilidad con la que podía perderse entre ellos.

Sin embargo, Laila no olvidaba la promesa que había realizado a la mentora hace varios días. Tenía que asistir a la competencia para la elección de los nuevos Guardianes y tardarse le jugaría en contra.

Al llegar a la cocina, abrió las puertas, encontrando a Ignacio de espaldas al horno, recién finalizando un plato. Su rostro, al parecer, tampoco era el mejor: Tenía pinta de haber regresado de su trabajo con las manos rasguñadas, un vestuario casual ceñido en tonos carmesí y sus ojos apagados en un visible insomnio. De hecho, en los últimos días, ni siquiera había tenido un mínimo de tiempo para saludarla, por el simple motivo de que andaba en apuros con la incertidumbre que rozaban los oídos del equipo completo, al punto en que siquiera quería acercarse a otras personas.

Eran señales alarmantes.

Sospechaba que algo estaba incomodando a Igni. Quizás podría ser todas las exigencias que se le requerían para que continuara en su puesto de Guardián Mayor. O quizás se trataba de algo relacionado a ella. O algo peor.

De entre todos los rumores nacientes, el de una presunta amenaza a la Sede de parte de un grupo criminal era la que cobraba cada vez más fuerza en el establecimiento. Al parecer, se iba extendiendo a variopintos equipos desde el día en que Forte había abandonado el cargo de Guardián Mayor, y también, estaba llegando a oídos de los medios, quienes como siempre, decidían imprimir grandes tiradas sobre la tal improbable noticia o comentar del suceso en los medios de comunicación.

Desatendiendo sus propios pensamientos, Laila no intercambió palabras con Ignacio mientras él finalizaba el último de los platos dulces que le había quedado pendiente de servir.

Laila evitó hablarle al principio, pues la incómoda sensación de lengua pastosa seguía siendo un efecto constante para sí misma, algo que empezaba a hacerle cuestionar si se trataba de una simple ilusión o la sustancia que corría aún por sus venas.

Ni bien se sentaron para empezar a desayunar, ella desvió la mirada a un lado, concentrándose en su propia comida. Le daba miedo tener contacto visual con Ignacio, aunque este advirtió de la fría actitud de Laila y abandonó por un rato el plato para hablarle.

—¿Escuchaste la noticia de que hay una sustancia ilegal distribuyéndose en Buenos Aires? —Ignacio le preguntó, tomando un sorbo de mate caliente que había servido en mesa —No sé si te hayas dado cuenta de los planes que quizás La Orden tenga contra nosotros, Laila.

Qué poca gracia le había causado: No tenía pensado que él mencionaría a la organización de la que pretendía olvidar sus vivencias.

Aún fingiendo distraerse, enfocó su mirada al vapor humeante de la pava donde se alojaban las hierbas de la bebida. Una vez que el sabor apaciguó el amargo sabor que la perseguía desde hace días, levantó la frente.

Guardianes de la AscensiónWhere stories live. Discover now