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Tanto Ignacio como sus dos acompañantes transitaron hacia la entrada del Patio de Ejercicios y Revisiones, pero no se detuvieron. Sin perder el rumbo, el equipo siguió acompañado de parte de Fernando a un salón mucho más opuesto a la luz brillante de aquel paraje repleto de áreas de entrenamiento.

Pero a diferencia de aquellos pastos fértiles que anteriormente habían pisado, ese rincón dejaba ver una puerta cerrada, restringida y vigilada únicamente por una máquina de ordenador cuya pantalla azul dictaminaba un pase de identidad obligatoria.

—Lo siento por haberte mentido en un principio, muchacho, pero no íbamos a dirigirnos al Patio para tu entrenamiento antes de tu entrada en el Salón de los Tratados —el jefe susurró al dar un paso atrás—A lo mejor tu padre esté esperándote por allí.

—¿Tendrá algo interesante para contarme?

—Forte Ignito no estuvo acá durante un mes y medio. La última vez que se comunicó en la Sede, fue en una charla conmigo. Él participó en un par de negociaciones con los Guardianes del resto del mundo en secreto y por ende no pudo visitar a nadie debido a los horarios demandantes.

—Ahora entiendo porque ni siquiera me visitó en estos últimos días —dijo con un tono irritante—¡Se le olvidó que soy su hijo!

—Lo importante es que llegaste, joven. Deberías de seguir esta indicación esencial —Fernando murmuró con un dedo apuntando a la máquina, luego se dirigió a su compañera de al lado —señorita Radiante, ¿vas a pasar o no junto a él?

—Segura no estoy de hacerlo, pero volveré cuando este chico asista a los entrenamientos. Yo os organizaré el evento.

La pantalla virtual de la máquina se encendió de manera repentina, dejando que emanara un destello suave en los demás dispositivos de detecciones ante los ojos de Ignacio, lo que hizo que se detuviera con apuros y apoyase los dedos de manera insistente. La máquina rastreó sus huellas, para luego continuar con la estructura de los huesos de su meñique, dando como resultado que pertenecía a la Sede y tenía adquirido el acceso permanente.

—Bastante útil. Por fin lograste activar el nuevo acceso —Fernando le aclaró con una sonrisa llena de orgullo—Es tu oportunidad de entrar y acordar los Tratados antes de que siga extendiéndose la mala noticia de tu padre.

Ignacio ajustó el antifaz a su rostro, convirtiéndose otra vez en el Guardián que iba a avivar las esperanzas de la gente a pesar que no le agradaba mucho la idea de seguir el camino que le señalaba Fer.

★★★

Ni bien entró al lugar, Igni respiró de emoción. Halló en el Salón de los Tratados una enorme mesa rodeada de sillas de color bermellón y un lujoso candelabro bañando el espacio en el color del oro puro. Las paredes estaban decoradas con cuadros de variopintos títulos y dibujos que rendían tributos a los Guardianes y las viejas fuerzas de otras generaciones, aunque el olor de una profunda esencia de limones y pino era más predominante en aquel espacio cerrado.

A una no tan estrecha distancia de la primera silla donde se ubicaba, Igni notó la presencia de un hombre vestido como un Guardián, quien se hallaba quieto a la par de la puerta de salida alternativa sin siquiera moverse. Se parecía tanto a él por la cabellera azabache, que eran casi dos gotas de aguas idénticas, por lo que lo reconoció de inmediato.

Era nada más ni menos que su padre, quien parecía ocultarse para que no lo encontrara tan pronto.

—¿Papá? ¿Leandro? ¿Qué hacés por aquí? —Igni interrogó, arqueando una ceja debido a lo desconcertado que se hallaba —Por un tiempo, pensé que habías terminado de renunciar hace apenas dos años a tu trabajo de ayudar a la gente.

Guardianes de la AscensiónWhere stories live. Discover now