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Sus manos encontraron la línea principal de las rejas al tantear entre los arbustos de pino. Ni siquiera el picor de las húmedas ramitas que caían sobre su rostro y mojaban su capucha podían obstaculizar su objetivo, por lo que lograba verlo como lo más cercano a cumplirse.

No obstante, Cristal no se salvó de pasar imprevista de la atención de Sombra, quien, desconfiado, le comentó al líder sobre su desaparición. Parecía que la había perdido de vista y eso hizo que se sintiera un poco más confortada a la hora de empezar en sus intentos por atravesar aquel umbral varado repleto de plantas.

—Cristal desapareció, escúchame, no está ¿Dónde se fue? —Sombra pronunció con una voz llena de desesperación y enojo —Hace un rato estaba con nosotros.

Llamarada procedió a empujarle con un codazo y la mujer de su lado sonrió, volviendo a fregarse las garras.

—Adelante, inútil, ¿por qué me estás hablando de esa forma? ¿Qué al principio no te preocupaste? Ya vas a ver cómo tendrás que defenderte si te mandás un quilombo. Te quejabas de los posibles desaparecidos, pero ahora te convertiste en el culpable de un acto similar.

—No es justo, ella hace un rato me acompañaba, y si no te agrada estar acá, déjame a mí la situación —se quejó —sé que estás buscando pelea, ¿eh? Con que a Lai... Cristal no le agrada que me discutas, ya empezaste.

—Vete a encargarte de los desaparecidos.

—¡Lo de los desaparecidos es una farsa de tu parte! —se quejó —Si Cristal está en esa situación, es porque no la ayudaste a tiempo.

Cristal rodeó los portones, ignorando la charla que sonaba a lo lejos. Con cuidado, tocó la puerta de la Sede. Procuró que su antifaz y guantes estuvieran lo suficiente acomodados al igual que la capucha negra como para pasar de alto, y con cuidado, sostuvo un canasto de comidas. Era uno de los víveres que su compañero le entregaba a menudo después de los hurto en tenderetes abandonados, decidiendo utilizarlo para engañar la seguridad del sitio.

Igni, quien dejó de prestarle atención a las quejas de su padre, decidió permitirle el acceso rápido sobre las escalinatas. Era incapaz de reconocer su rostro debido al enorme jubón y suponía que era una civil más, por lo que se mostraba confortable con su presencia.

—¿Qué necesitás, un poco de ayuda? Me alegro de conocerte —él procuró en darle un rápido saludo a pesar de la distancia —Me parece que venís con donativos para el lugar y eso es bastante lindo.

Cristal espetó una pequeña carcajada tras el elogio. No se lo había esperado para nada y menos viniendo de un Guardián al que se suponía que no tenía que reaccionar de forma divertida.

—Uhm, gracias, ¿nada más? ¿no necesitás dinero?

—No es asunto en la que los ciudadanos deben meterse. Tenemos dinero, tenelo en cuenta —Igni respondió con seriedad, pero agarrando el canasto —Y no te preocupes, mi padre me agradecerá esta caja de comida y sabe que los Guardianes obtendremos ganancias con la próxima recolección de metales de esta semana. Vas a notar una innovación que beneficiará a todos los habitantes.

—¿Es la noticia sobre que, a partir de ahora, las personas que no paguen un impuesto no podrán emplea ninguna habilidad del Eterealismo?

—Así será, para nuestro propio bien... Y la Sede sabe que eso está bien, gracias.

Cristal afirmó con la frente en alto, dispuesta a seguir delante, dejando que su mano se deslizara sobre el hombro del muchacho y le devolviera un agradecimiento reiterado.

Atónito, no se movió, y en ese momento, ella deseó para sí misma hacer algo provechoso y que podría cambiar su rumbo. Pero único que beneficiaría a los Trascendidos, sería la caída del heredero, si eso era lo que querían.

Guardianes de la AscensiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora