Capítulo 22

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Definitivamente la lista que había hecho sobre las peores cosas que podía vivir iba cambiando conforme pasaban los días.

Aunque solo habían pasado horas entre su penúltima desgracia y la última.

Después de que la explosión los golpeará, Hefesto no sabía que era verdad y que no. Juraba que ese maldito golpe que se dio lo hizo tener alucinaciones de situaciones que aún no habían sucedido o para el caso reflejaban sus propios miedos y deseos mezclándolos con sus recuerdos como dios mientras entraba y salía de la inconciencia. Aunque lo peor era cuando se imaginaba unos ojos amatista que en un parpadeo cambiaban a verdes mirándolo con preocupación.

«Me estoy volviendo loco», pensó apretando sus ojos con fuerza odiando el pitido a lado suyo; sin embargo, no podía apagarlo sin hacer entrar en pánico a medio hospital. Lo había hecho un par de horas antes al desconectarse de los cables que medían su ritmo cardíaco y demás  signos vitales cuando al parecer una alerta se activo y entraron varios médicos y enfermeras con un desfibrilador listos para usarlo en él.

—No puedes desconectar esto de tu cuerpo, es como sabemos si sufres alguna complicación interna —le había dicho la enferma y él estuvo a nada de replicarle que era un dios de no haber sido porque su tía estaba ahí viéndose como si acabara de pasar por el peor pozo del Hades.

—Por favor, Hefesto, por favor. Solo sigue las indicaciones de la enfermera —le rogó su tía y el cedió porque le chocaba que la mujer estuviera tan mal por su culpa.

¿Por qué diablos alguien tan buena como ella tuvo que caer en un lío de mierda como este? Se preguntaba mirándola dormir, porque no importó cuan bien le dijo que estaba, Melania se negó a dejarlo solo hasta que fuera dado de alta.

—Eres la única familia que me queda, no te puedo perder, no a ti también —le dijo llorando con fuerza mientras se aferraba a su mano.

No iba a negar que también se le escaparon unas lágrimas, pero más que por pena eran por la culpa de haber hecho sufrir tanto a la mujer que había dado la vida por él desde siempre.

La puerta de su habitación se abrió y Hefesto se sorprendió de ver a Laynna entrar, su cuerpo inmediatamente se puso en alerta mirando de reojo a su tía antes de fijarse en la recién llegada.

—¿Qué haces aquí?

—Afrodita me permitió esta gracia de venir a verte —le respondió la chica y aunque se veía confundida e inocente no bajó la guardia por lo que se sentó de la manera más recta que pudo mirándola con cautela— Ella dice que hizo todo lo posible por dejarte en paz, pero hay personas más importante en su vida ahora y que espera que la perdones por haberme obligado a querer matarte.

—¿Así que solo estás aquí como recadera de Afrodita? —le preguntó y ella negó sin moverse de su sitio.

—Yo... —el llanto cortó su voz antes de que pudiera empezar a expresarse— Yo... —la vio tragar con fuerza— Yo sabía a lo que me metía Hefesto, yo quería hacerte daño porque necesitaba el dinero para salir de la ciudad con mi mamá, para irnos de este pueblo maldito que solo empezaba a ponerse cada vez más peligroso desde que llegó Athenea —le dijo tomando una pausa antes de continuar— No me importó en un primer momento hacer lo que me pidieron, no te conocía lo suficiente y por lo que sabía no fuiste mejor a lo que ellos son, así que entregar información tuya a cambio de dinero para mi era un trato justo.

—¿Llamas justo al engañarme para venderme al enemigo? —gruñó molesto y sin poder creer lo que escucha, porque al final la confirmación de lo que tanto había temido estaba ahí— ¿Cómo eso es justo, Laynna? ¡¿Cómo?!

—Eras un pequeño precio a pagar por lograr salir de este maldito agujero que cada vez se vuelve más extraño que el país de las maravillas —le dijo con la voz lo suficientemente alto como para alertarlo y hacerlo voltear a ver a su tía— No se va a despertar, tengo un hechizo de insonorización, solo tú puedes escucharme.

—¿Por qué estas aquí, Laynna? —le volvió a preguntar— Dudo mucho que Afrodita te haya dejado venir por la gracia y bondad de su corazón, así que dime el verdadero motivo por el que estás aquí.

Laynna lo miró con culpa antes de decir— Tengo un trabajo por parte de la jefa, una oportunidad para redimir mi error de haberme enamorado de ti y haberte elegido por sobre mi libertad —Hefesto no entendió una palabra y debió haberlo reflejado en su rostro porque Lay continuo— Afrodita no es la líder en esta guerra.

—Lo sé.

—Y ella aún te ama —le dijo con una sonrisa triste— Te ama tanto como yo.

—Laynna...

—Ella no tenía que darme esta oportunidad, y aún así lo hizo, me dio el tiempo para despedirme de ti —fue a dar un paso hacia él, pero se detuvo a mitad de camino y retrocedió— No sabes como me arrepiento de haber aceptado trabajar para ellos, pero sobre todo me arrepiento de saber que voy a fallarte de nuevo —Laynna negó con fuerza mientras lloraba— Alguien me dijo que la fuerza del amor era algo poético y patético, pero a veces suele ser demasiado que no cabe suficiente en un solo cuerpo.

—No tienes que hacer lo que te piden Laynna, yo puedo protegerte.

—No, no puedes —le dijo la chica dando otro paso hacia atrás y a Hefesto le dolió porque eso en parte era cierto, Dionisio era la prueba de ello—, y yo no te estoy arriesgando a sufrir otro atentado.

—Laynna, solo dame una oportunidad...

—Ya es tarde Hefesto, ya es muy tarde para mí —repitió—, pero aún no lo es para ustedes.

—Lay...

—Te amo, te amo como no tienes idea, nunca olvides eso por favor —le pidió mirándolo directamente a los ojos por lo que Hefesto pudo ver y sentir la sinceridad de sus palabras; sin embargo, antes de que pudiera responderle Laynna ya había salido de su habitación dejándolo con un sentimiento de vacío que nunca antes había sentido.

—¿Hefesto? ¿Qué haces sentado? —Se giró parpadeando hacia su tía que se acercaba hacia donde estaba sentado— ¿Te sientes mal? —Hefesto negó y sonrió para despreocuparla.

—Estoy bien, solo esperando que me den el alta —le dijo tomando la mano que había puesto en su frente.

Algo dentro suyo le decía que el tiempo había empezado a correr desde que Laynna había abandonado su habitación, lo que no sabía era si ese reloj recién se había puesto en marcha o se encontraba en una cuenta regresiva.

Su cuerpo permaneció estoico solo esperando que lo que fuera a suceder sucediera, por lo que cuando la enfermera entró y le dio el alta no dudo en ponerse de pie para cambiarse de ropa y salir junto a su tía del hospital. 

En el camino se dio cuenta que el silencio que había sentido en su habitación era en todo el hospital, por lo que, se sorprendió cuando observó a Hera en una de las habitaciones. Deteniéndose se fijo mejor y se dio cuenta que la pelirrubia estaba a lado de una camilla en la que se encontraba un Ares profundamente dormido.

«¿Qué es lo que hace?» Se preguntó viendo como ponía una mano sobre la frente del otro mientras murmuraba.

Iba a acercase cuando la alarma del hospital se disparó poniendo en marcha a todos y terminando con el silencio anterior, Hefesto miró a su tía que se pegó a él llevándolo hacia la salida cuando un disparo retumbo en sus oídos sacándolo de su entumecimiento solo para refundirlo en el más profundo dolor.

***

¿Lo adivinan? Adivinan que viene?

Por cierto... Ya saben de quién es el sgte libro? Xd Me da curiosidad sus teorías xd

No olviden dejar su voto y comentario 🤎 Me encanta leerlos ☺️

Nos leemos pronto! Ya estamos en los últimos capítulos!!!!

Hefesto [Olímpicos mortales #5]Where stories live. Discover now