Capítulo 13

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Hefesto ni siquiera tuvo tiempo de molestarse con Artemisa cuando Alessandra ingreso bastante agitada y asustada al cuarto donde estaba.

—¿Qué pasa? 

—Nos atacan —le dijo la cazadora agitada a su amiga y Hefesto se fijo en la sangre que corría por su hombro.

Artemisa se acercó a su lugarteniente antes de que esta cayera de rodillas— Mi señora...

—No, no digas nada —le pidió a la chica en sus brazos.

Él se acercó poniéndose a su altura y mirando el estado de Alessandra. Aparte del corte en el hombro tenía una lesión en la cabeza y una herida en la espalda, ninguna mortal, pero si grave y que tardarían en curarse.

—...Perdóname —la disculpa de Artemisa salió al mismo tiempo que la chica se dormía en sus brazos.

Él observó todo sin decir una palabra por la acción de su amiga de dormir a la cazadora, por lo que, solo la tomó en brazos llevándola a la cama en la que había estado con anterioridad con una sola certeza.

La guerra los había alcanzado.

—Mierda, Artemisa —maldijo saliendo del cuarto de la bodega a toda prisa cuando al darse la vuelta no vio a su amiga, porque si algo no había cambiado de ella, entre su era como diosa y hunana, era su impulsividad y sus ganas de vengarse de todo aquel que se atreviera a tocar a una de sus cazadoras.

Una vez afuera se sorprendió de ver el desastre que había. Varias cazadoras estaban en el suelo, esperaba que no muertas, mientras que otras peleaban aún cuando el aire soplaba con tanta fuerza que incluso él podía sentir como lastimaba su piel.

«Esto no es normal», pensó ubicando a Artemisa que se enfrentaba a Orión. «No, carajo, no otra vez» maldijo porque eso solo empeoraba la situación.

La primera muerte del chico aún colgaba en la mente de su amiga y aunque él odiara al imbécil por haber estado con Afrodita, en ese momento le preocupaba más Artemisa, su amiga no estaba pensando y él lo sabía a la perfección porque la luna que ya debería haber desaparecido en el cielo estaba brillando con mayor potencia.

Llamando a su propio poder, Hefesto dejo que su esencia divina se soltara protegiéndolo de las ráfagas de aire mientras avanzaba y se enfrentaba a los escorpiones que aparecían en su camino. 

Haciendo uso de su fuerza desarmó y utilizó las armas de cada uno de ellos en su contra. No fue fácil, pero logró derribar a cada uno de los que se interponían entre él y Artemisa.

Justo cuando estaba peleando con dos de sus enemigos al mismo tiempo vio como Artemisa salió volando lejos de Orión antes de darle un golpe mortal.

«¿Qué diablos?» Se cuestionó preocupado por su amiga ganándose una herida profunda en su brazo izquierdo.

—No debiste hacer eso —le dijo al escorpión que trato de correr cuando lo cogió por el brazo apretando con fuerza mientras se retorcía de dolor— Por uno de nosotros, varios de ustedes —agregó poseído por el dolor y la rabia.

Él era un dios, y un mortal reencarnado o no, no lo iba a lastimar.

Extendiendo su poder llamó por primera vez fuera de su cuerpo al fuego. Su mano brilló de naranja mientras que el cuerpo del chico empezaba a humear con rapidez quemándose de adentro hacia afuera hasta matarlo.

Una flecha pasó cerca de él y Hefesto vio a su siguiente víctima, Orión.

—Estás muerto —le advirtió mientras ambos se acercaban importándoles poco los demás.

Hefesto [Olímpicos mortales #5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora