Capítulo 1

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¿Qué tan difícil puede ser matar a un mounstro si eres un dios? La respuesta  clara debería ser: "¿Difícil? -sonido con burla- Soy un dios, matar una bestia es juego de niños ", si por supuesto.

Hefesto solo podía reírse de lo estúpido que había sido su idea. ¿Cómo diablos se le ocurrió a él que era fácil acabar con una bestia? Estaba loco, porque acabar con un mounstro que iba detrás de sus cabezas era malditamente difícil, aunque al menos por esa vez no era específicamente la suya y la de su socia del crimen.

Y ese era un secreto que nadie debía saber, jamás.

Su espalda dolió cuando cayó al suelo con el dolor haciéndose cada vez más fuerte y haciendo notar su cansancio, lo que solo empeoraba su estado de animó porque se acordó que al día siguiente debía ir al instituto a como de lugar. 

Sí... Su vida iba de viento en popa.

—¡Artemisa! —gritó atrayendo la atención de su amiga/hermana mientras se ponía de pie y le señalaba a su izquierda.

La pelinegra lo miró unos segundos antes de asentir entendiendo perfectamente su idea y yendo en dirección a la que había señalado.

Nuevo Agrigento estaba rodeado de un área desértica por un lado y por otro de bosques, en los cuales se encontraban ahora y que usarían a su favor para matar al minotauro, que al parecer también le había dado ganas de resucitar y joderles la existencia.

Artemisa subió árbol mientras él se acercó a dónde estaban las cazadoras de la pelinegra para atraer la atención de la bestia.

—¡Hey! —gritó y silbó.

El minotauro se giro en su dirección sin dudar, como si supiera perfectamente dónde estaba a pesar de estar ciego.

«Vamos, vamos», pensaba mientras miraba al animal y retrocedía lentamente en dirección a Artemisa.

Las cazadoras se alejaron dándole vía libre al mounstro quien no espero ni un segundo antes de cargar contra él..

Hefesto sabía que la bestia lo acorralaría, pero utilizaría aquello a su favor, por lo que cuando estuvo a un par de metros de él -y de donde esperaba Artemisa- se tiró al suelo alzando su hacha en dirección al corazón del minotauro justo cuando su amiga aterrizaba encima clavándole una de sus flechas en la misma dirección que él pero desde la espalda.

Fueron unos segundos muy cortos que Hefesto ni siquiera pudo contar antes de que el minotauro se esfumara delante de sus ojos haciendo que Artemisa cayera encima suyo con fuerza. Por acto reflejo y a una velocidad impresionante ambos se apartaron para no matarse por la posición en la que estaban.

—Auch —se quejó la pelinegra rodando sobre el suelo y apretando su hombro— Deberíamos dejar de hacer esto.

—Sí, deberíamos —murmuró Hefesto, aunque el dudará que se estuvieran refiriendo a lo mismo.

—Tus ideas son demasiado locas —le señaló Artemisa sentándose y él la miro desde su posición en el suelo.

La sangre brotaba de un lado de su cabeza y del brazo que estaba apretando con fuerza.

—Anda que te venden eso —le dijo mordiéndose la lengua para no agregar que buscará a Apolo y la curará.

Esa era una lucha constante entre ambos.

Hefesto entendió a su amiga hasta cierto punto cuando se alejó de los demás olímpicos; sin embargo, el que siguiera manteniendo lejos a su gemelo era algo que no entendía, principalmente porque haciéndolo le daba el gusto al imbécil de Orión que de seguro estaba satisfecho de haber roto su relación.

Hefesto [Olímpicos mortales #5]Where stories live. Discover now