Capítulo 2

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¿Había algo peor que enfrentar mounstros durante la noche? Por supuesto que sí, y para él era asistir a su instituto al día siguiente, y no porque su tía lo obligara sino porque él mismo lo hacía.

Melania le había dicho mil veces que no tenía que asistir al instituto si se encontraba cansado, que ella entendía como debía sentirse, que si necesitaba un día o dos lejos de todo ella no se opondría, y mil cosas más similares, que a veces lo tentaban a dejar todo tirado y quedarse en casa descansando como debía, pero no podía hacerlo, no podía darse ese lujo si quería mantener su fachada de no haber recuperado sus recuerdos.

—¿Estas bien? 

La pregunta de la chica a su lado lo hizo espabilar de su deprimente decisión de estar sentado en la parte mas alejada del instituto con su... novia.

—Estoy bien, Lay —respondió tomándola de su mano sintiendo como la culpa comenzaba a aumentar en su corazón.

Laynna, o Lay como él la llamaba, era una chica bastante hermosa ante sus ojos, con su cabello cobrizo oscuro, sus ojos verdes, las pecas en su nariz y su sonrisa tímida era lo que lo había cautivado en un inicio y lo llevó a refugiarse en ella cuando su mundo, de por si ya jodido, empezó a joderse más.

Mucho antes de que Afrodita decidiera estallar la burbuja de todos revelándoles, o mejor dicho, mostrándoles una verdad que se habían negado a ver, Lay estuvo a su lado, acompañándolo en la soledad en la que se había visto envuelto por días mientras Artemisa desaparecía y Apolo se iba con Hermes, siempre a su lado sin pedirle nada, alguien que era ajena a todo lo que sucedía con los demás en su vida, una persona que le daba la sensación de normalidad y paz y a quien corrió a ver luego de su beso con Afrodita.

Sí, lo sabía era un imbécil y no tenía derecho a reclamar nada, pero fue ese beso el que lo hizo cuestionarse todo. Aún no tenía ninguna relación con Lay, por lo que, corrió a verla y se refugio en su calor, en su amistad, en su cariño que lo rodeó sin hacer ninguna pregunta y que al igual que con Afrodita se dejo llevar por el momento y la besó.

Fue un beso que le supo a arrepentimiento, pero también a paz, algo tan contradictorio y que; sin embargo, él sintió a la perfección.

Después de eso no pudo alejarse de ella y empezaron una psudo relación, en la que si bien al inicio siguió jodiéndola al usarla para sacarle celos a Afrodita mejoró luego de su accidente rescatando a Apolo, porque fue justo después de eso, cuando despertó en el hospital y vio a Lay preocupándose por él junto a su tía que se dio cuenta de que merecía algo más de lo que le estaba ofreciendo. Desde entonces se centró en ella y solo en ella, una orden que a veces su traicionero corazón no quería seguir, pero que él se esforzaba por hacerlo.

—Volviste a hacerlo —se quejó Lay sin molestia en su voz, pero con la preocupación resonando a través de cada palabra— Te pierdes demasiado en tus pensamientos Hefesto.

—Lo siento —y no podía hacer nada más que disculparse porque era verdad— Trataré...

—...de no hacerlo de nuevo —dijeron juntos y él hizo una mueca— Ya lo haz dicho antes.

Hefesto apretó los labios no queriendo decir alguna mentira, porque darle falsas esperanzas de que cambiaría su actitud en un futuro cercano era una mentira.

—Hey —lo llamó Lay dando un apretón a sus manos— No estoy molesta —él soltó una risa seca— De verdad, Hefesto, no estoy molesta.

—Deberías estarlo, te prometí que cambiaría para mejor, pero...

Ni siquiera debería terminar esa oración, porque aunque hubiera decidido alejarse de Afrodita sus problemas como olímpico estaban acabándolo.

—Estas haciendo lo mejor que puedes —lo animó— Descubrir lo que tu descubriste no es nada fácil y estas haciendo lo mejor que puedes con lo que tienes —repitió y Hefesto suspiro deseando creerle y maldiciéndose por haberle contado la verdad de su vida

Hefesto [Olímpicos mortales #5]Where stories live. Discover now