Caí como la nieve

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Noah

Después de la guerra de nieve, en la cual al parecer nadie notó mi ausencia y la de Olivia, fuimos a pescar, ya que Folio adora hacerlo y la mayoría del grupo nunca lo había intentado, así que ahora mismo tomábamos una lección de pesca con el profesor Folio. Explicaba muchas cosas que sinceramente yo no quería aprender, ni siquiera me concentraba, lo único que podía ver era a Olivia agarrada de la mano de Michael. Maldecía internamente una y otra vez, apretaba los puños, rechinaba los dientes y me concentraba mucho en mi respiración para no tener un ataque de ira. Era una locura que algo tan simple me pusiera así. Lentamente me fui deslizando hacia atrás hasta desaparecer de la vista del grupo, y me perdí en el bosque. Comencé a caminar muy rápido, al punto de terminar corriendo por el hielo hecho cristal. No supe a donde llegué, pero sólo veía árboles y escuchaba nada. Sentía que la respiración me fallaba terriblemente. Bajé el cierre de mi chamarra con desesperación, pero no sentí alivio, así que me la quité, sintiendo de inmediato el aire helado en mi cuerpo. Al menos el frío me ayudaría con la ansiedad. Me sentía muy débil, tanto que me dejé caer de rodillas. Cerré los ojos y traté de calmarme, pero era difícil. 

Jalé de mi pelo exasperado. Mi mente era un tornado, lanzándome recuerdos que no quería tener presentes. Intenté contenerme, pero no pude más y grité con todas mis fuerzas, furioso por ser como soy, por no tener el valor de hacer lo que quería: hacer feliz a Liv. Y ahí estaba yo, llorando a la mitad de un bosque que para nada me era familiar, perdido prácticamente, pero no me importaba mucho. Podía ver el vapor salir de mi boca con cada aliento, se sentía como si fuera mi alma. Y sin darme cuenta entré nuevamente en el peor trance de todos los que podía tener: la ira pura. Comencé a golpear inconscientemente el árbol frente a mí, que claramente permanecía intacto ante mis golpes, pero mis nudillos no pensaban igual, y de cualquier forma no sentía nada, era como estar vacío y necesitar hacer algo tan extremo como lastimarte para saber que sigues vivo. Era de las peores cosas que he hecho en mi vida, pero tenía que sacar ese enojo de alguna manera y no quería hacerlo peleando con los chicos o diciéndole algo que no deba a Liv. 

- ¡Ah, carajo! - Finalmente sentí dolor al dar un último puñetazo con la mano derecha. Revisé mis nudillos y descubrí que estaban cubiertos de sangre congelada. Habían unas cuantas gotas de sangre en la nieve. Mi respiración era errática, muy agitada, provocándome un insoportable dolor de pecho. Me dejé caer sentado y me recargué en al árbol detrás de mí. - Descansaré un poco aquí. - Cerré los ojos y me cubrí con la chamarra de nuevo, pero no subí el cierre, eso me asfixiaría. La ira ya se había ido, pero ahora debía lidiar con el mareo que me dejó ese arranque, además de que no comía mucho últimamente, pero me encargaba de que no lo notaran. Una muerte lenta y segura. Intentaba no rendirme, aunque no lo logré y por desgracia caí inconsciente. 

- ¡Está aquí! - Una voz a lo lejos me alertó, intenté abrir los ojos, pero me costaba mucho trabajo. De a poco me empecé a mover muy torpemente. Alguien literalmente se derrapó a mi lado y tomó mi rostro entre sus manos. - ¡Noah! ¿Me escuchas? Soy Olivia, ¿puedes hablar, moverte? - Balbuceé algo que ni yo entendí, aunque intentaba decir el nombre de la hermosa pelirroja. - No responde, pero tiene signos. Hay que llevarlo ya a la cabaña y meterlo a la regadera. - Me cargaron, no tenía idea de quién. Escuchaba gritos y pasos fuertes, abría los ojos, pero sólo veía borroso. - Déjenlo aquí y quítenle la ropa, después métanlo a la bañera. ¿Hay botiquín aquí?

- Iré por el. - Si no me equivocaba la voz era de Michael, estaba angustiado. Carajo, ¿por qué hice esto? - Aquí está. - Entonces me sentí del carajo, porque me arrojaron al agua caliente, que es en momento se sentía como agua hirviendo y era horroroso. Reaccioné rápidamente, intentando salir de allí, pero una mano en mi pecho me lo impidió. 

- Noah, abre la boca. - Hice lo que Liv me pidió, introdujo un tubo de cristal, supuse que era un termómetro. Después tomó mi brazo izquierdo y lo metió en no sé qué cosa, uno de esos aparatos extraños con los que los doctores medían creo que la presión. Soltó aire por la nariz y negó con la cabeza, se veía seria y preocupada. Luego se calmó un poco cuando miró el termómetro. Por último, escuchó mi corazón y pulmones. Parecía más convencida una vez terminado el procedimiento, ya había olvidado que Liv era paramédico, era como la Mujer Maravilla. Se sentó en el suelo al lado de la bañera y recargó un brazo en esta, para después sostener su cabeza en su mano. 

Just PretendWhere stories live. Discover now