Capítulo 29 La última visita

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Piensa que mil derrotas no te hacen un ser vencido, si luchas puedes perder, si no luchas, estás perdido.

- Napoleón Bonaparte

Conduje apenas cuatro horas y decidí tomar rumbo a Cecilia, sé que huía y que eso tal vez era quizás una reacción bastante infantil, pero el hecho de encontrarme una vez más en este lugar me superaba e intentaba no pensar en ello. Tomé el PDA que se encontraba sobre el asiento del copiloto y marque a Abelard, acerque el PDA a mi oído fue como si estuviera a mi lado.

¿Abelard? — pronuncié.

Si ¿quién habla?

Soy Silvana.

Ha pasado tiempo desde tu última llamada — contestó.

Lo sé, ha pasado un tiempo desde la última vez que estuve en Cecilia.

Creí que ya te habías retirado...

Aún recuerdo haberte dicho que me había retirado, pero hay ciertas circunstancias que me han hecho regresar — agregué después de una leve pausa — ¿aun sigues con tus viejas actividades?

Te refieres a mis habilidades como mecánico y hacker, supongo.

Precisamente a esas habilidades me refiero, tengo algo para ti que sin duda será tu mayor reto.

Debo de admitir que me ha dado curiosidad traer esa cosa a mi taller.

Iré para haya de inmediato — respondí mientras colgaba.

Conduje por estrechos caminos, curvas pronunciadas y largas calles, finalmente llegué a un antiguo edificio a su izquierda se encontraba un viejo garaje cuyas puertas se encontraban abiertas, Abelard hizo un gesto con su mano para que metiera el auto al garaje.

— ¿Ese no es uno de los autos de la colección Dak-Ho?

— Hace un momento estuve con él, le pedí que me hiciera un favor.

— ¡Y le pides un favor a un gánster!

— Era mi mejor opción — respondí, mientras me encogía de hombros.

— Veo que el auto se encuentra en muy buenas condiciones, ¿qué es lo que deseas que revise?

— No me preocupa el estado del auto, me refiero al modo en el que pueden encontrarlo.

— ¿Te refieres a que tenga un localizador?

— Estas en lo correcto, ¿Abelard puedo usar tu regadera?

— Claro mi casa es tu casa, el baño se encuentra al final del pasillo.

El espejo del lavabo se empaño con el vapor del agua caliente de la regadera, froto jabón en todo mi cuerpo, mientras observabo como la espuma es diluida en el desagüe. Y lanzo un leve suspiro mientras froto algo de shampoo sobre mi cabello.

— ¡Hay toallas limpias sobre la repisa del baño! — exclamó Abelard a través de la puerta del baño.

— Gracias ¡¿cómo vas con el auto?! — exclame.

— Tenías razón, lleva un localizador, pero hay algo que tienes que ver.

— Iré en cuanto salga.

Tomé un par de toallas que estaban sobre la repisa, con mi mano libre limpié el cristal del espejo para poder ver mi reflejo, aun lograba ver un par de ojeras que se asoman sobre mis párpados, hice una leve mueca, un hoyuelo se dibujó sobre mi mejilla izquierda, enseguida até mi cabello haciendo un molote. Sobre mi clavícula izquierda puedo ver cómo se dibuja una cicatriz de una herida de bala. Agarré mi ropa sucia junto a mi reloj y caminé hacia el pasillo. La puerta de una habitación estaba entre abierta, así que empujé levemente el picaporte para entrar a la recámara. Mi maleta se encontraba sobre la cama. Jalé uno de los cierres para poder sacar una blusa blanca de su interior. Tomé un par de Jeans vaqueros y unos botines color marrón con correa y hebilla. Me coloqué la blusa desabrochando el primer botón dejando un leve escote, al subir los Jeans noté algo de dificultad mientras pasaba sobre mis muslos. Al terminar me puse los botines, mi cinturón y coloque sobre el la funda para mi arma. Miré por última vez el espejo que estaba sobre el buró mientras pintaba mis labios de color carmesí. Desde el pasillo puedo escuchar los pasos impacientes de Abelard, abrí la puerta antes de que pudiera tocar.

PROVIDENCIA EL SEÑOR DE LA GUERRA Y LA REBELIÓN DE HUNTERWhere stories live. Discover now