Capítulo 11 Fantasmas

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Una verdad está clara: lo que es, es cierto.

-Alexander Pope.

Al llegar a la estación central caminamos por el andén para abordar el próximo tren que está por salir, tengo que preocuparme por cada cosa que ocurre a mi alrededor. Estoy al borde de un infarto, respiro tan fuerte que me sorprende que me pueda escuchar, la sangre pulsa en mis oídos. El viento mueve las copas de los árboles. Los soldados de la Raíz corren hacia nuestra dirección empuñando sus rifles.

— Bertolt ¡qué estás esperando! date prisa o nos encontrarán, tenemos que salir en el siguiente tren.

— Himeko, si quieres mi ayuda tendrás que decirme todo.

— ¿Recuerdas ha marea roja?

— Aún la recuerdo, cómo olvidarlo.

— Después de haber terminado una misión, me dirigí hacia Hunter y vi a Hank hablando con Javert, el líder de Marea roja. También vi que le entregó un paquete del cual intenté preguntarle, pero no mencionó nada. Después yo entré a su computadora y cloné su disco duro; quería saber qué era lo que ocultaba.

— ¿Qué era lo que ocultaba?

— Bertolt date prisa, tenemos que irnos masculló Himeko.

— Sé que huimos de la Raíz desde que llegamos a la estación y nos vienen siguiendo, pero si no me dices toda la verdad me quedaré aquí plantado y no me moveré.

— Te lo diré cuando abordemos el tren.

— De acuerdo, será mejor que abordemos el tren respondí.

— ¡Date prisa!

El primer pensamiento que llega a mi mente es abandonar a Himeko, aún es de día y puedo bajar del tren en la próxima estación y con cada paso eliminar los restos de mi pesadilla. Himeko está sentada, leyendo un libro. El sol acaricia su cabello castaño, acentuando sus mechones dorados ocultos debajo de un color oscuro. Los músculos de mi quijada se relajan liberando tensión cuando la veo. Ella voltea a verme, sus ojos color miel parecen perforarme hasta llegar a mi interior.

Nos vemos el uno al otro sin decir nada. Me pregunto qué observa mientras me mira bajo los rayos del sol que se filtran por la ventana. Aparto mi vista primero. Mis ojos revisan el vagón esforzándome por encontrar algo que me distraiga y caen en una hilera de asientos vacíos, me acerco a ellos para tener algo que hacer, en vez de estar sentado incómodamente siendo observado. Hay una chaqueta encima del respaldo de uno de los asientos y sobre una mesita perfectamente acomodada hay una libreta con apuntes; tomo una de las hojas desprendidas que muestran palabras y símbolos. No somos los primeros visitantes, lo evidencian las envolturas de golosinas tiradas sobre el piso. Mis ojos se desvían de vuelta hacia Himeko. Aún continúa mirándome.

— La raíz es la razón por la que no sales de hunter comenté.

— Se cómo cuidarme, sólo que Hank no quiere...

— ¿No quiere?

— No quiere que algo me ocurra, Hank ha sido mi única familia desde que llegué a Providencia, pero hubo un tiempo en el que estuve en Marea Roja, claro con el permiso de Hank — respondió Himeko mientras arrugaba la nariz.

— Fue ahí donde aprendiste a ser hacker...

— Hace tiempo me pregunté por qué no podía salir como las demás personas, me refiero sin tener que llevar protección.

PROVIDENCIA EL SEÑOR DE LA GUERRA Y LA REBELIÓN DE HUNTERDär berättelser lever. Upptäck nu