Prologó

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En los límites de Providencia, se logra ver una gran valla que se creó para mantenernos a salvo, miro por última vez por la ventana y camino hacia la calle. La reconstrucción avanza lentamente dando un contraste de nuevos y limpios edificios y viejas ruinas. Han comenzado las clases en la facultad Lombord, que durante la guerra había servido como un hospital para atender a los heridos. Camino por el aparcamiento de la facultad y subo por las escaleras, en el salón de clases mis compañeros se encuentran ansiosos, busco un asiento libre para poder sentarme. — Espero que la hora termine pronto — murmuré, mientras soltaba un resoplido. A lo lejos se ve pasar una bola de papel, pero no causa alboroto.

Al terminar la clase me pongo los auriculares y camino hacia afuera del salón. En mi lista de reproducción se encuentra The Strokes. Antes de llegar a casa, me arrastro por debajo de la alambrada que separa el sector seis de la pradera y camino hasta un grupo de arbustos para no ser descubierto por un guardia, me tumbo boca abajo para evitar ser alumbrado por el faro de la torre de vigilancia. Aunque es ilegal entrar a la pradera y la caza furtiva, habría más gente que se arriesgarían si tuvieran un arma. Recupero de un árbol hueco una mochila y un cuchillo de caza y miro a mi alrededor. Me preocupa que un guardia me haya escuchado. Avanzo por un camino empedrado hasta llegar a una antigua base abandonada a la que he nombrado como el fuerte. En el fuerte me espera la única persona con quien puedo ser yo mismo, Grit me hace sonreír. Nunca sonrío, salvo cuando entro a la pradera noto cómo los músculos del rostro se relajan.

— Hola, Berto.

En realidad, mi nombre es Bertolt. Cuando le dije mi nombre por primera vez, mi voz era un susurro, así que creyó que le decía Berto.

— Quiero mostrarte algo, ven sígueme — dijo mientras caminaba por el sendero que conduce hacia el bosque.

Al subir por la colina acelero el paso. Desde arriba podemos ver la valla que rodea a Providencia y las luces de los faros que alumbran los alrededores.

— Observa lo que he encontrado, son bayas comestibles — añadió Grit mientras las sostiene en su mano.

Ella me enseñó todo lo que hay que saber sobre qué plantas debo comer en el bosque, mientras que yo le enseñé a poner trampas y a cazar. Guardo las bayas en la mochila, y caminamos hacia un grupo de árboles para poder sentarnos sobre un par de rocas. Desde la cima de la colina tenemos una vista clara del valle.

En la ribera del río se ven brillar los peces por el resplandor del sol. Sería un día perfecto para vagar por el bosque con Grit. Sin embargo, tenemos que regresar a casa antes de la cena.

— Aún Puedo ver la valla — respondí con un leve suspiro.

— Podríamos irnos — respondió Grit en voz baja.

— ¿Irnos?

— ¿Alguna vez te has preguntado qué hay haya afuera? — añadió, mientras me observaba a los ojos.

— Allá afuera — murmuré.

— ¿No te da curiosidad el saber que hay más allá de la valla?

— Sólo encontraremos edificios en ruinas.

— ¡O tal vez encontraremos algún nuevo lugar! uno en donde podamos comenzar de nuevo

— agregó Grit seguido de una breve pausa — sólo quisiera saber que hay más allá de estos muros.

— Sabes lo que le sucede al que abandona Providencia ¡jamás podrá regresar!

— ¡Lo sé, lo he pensado! dejemos Providencia, huyamos solos tú y yo.

Permanezco en silencio, aún no sé cómo responder. La idea me parece arriesgada.

— Si no tuviéramos que cuidar a nuestros hijos ¡a nuestros hermanos! — corrigió Grit rápidamente.

PROVIDENCIA EL SEÑOR DE LA GUERRA Y LA REBELIÓN DE HUNTERWhere stories live. Discover now