Capítulo 20 El viaje

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Él no está aquí; pero en la distancia comienza el murmullo de la vida, y como un fantasma entre la lluvia rompe el nuevo día sobre las calles desiertas.

-Alfred Tennyson

Hay un escolta esperando en el lobby, da una profunda calada a su cigarro, parece cansado, bebe un sorbo de café. Sin embargo, parece tener buen aspecto, aunque un poco gordinflón. El pasillo apesta a limpiador doméstico, hay un anciano discutiendo con la recepcionista. A través del hueco de la cortina, las farolas de una patrulla se reflejan en el asfalto mojado. Si cruzamos rápido, estaremos en la calle.

— ¡Agente Hank, no sabía que ahora te dedicabas a secuestrar agentes concejales!

— exclamó una voz familiar.

— Sólo me hacia una consulta Rabat — respondió Verónica con un tono de enfado.

— ¿Por qué llevan tanta prisa?

— No creo que los asuntos del agente concejal sean de tu incumbencia — dijo a regaña dientes.

— Tal vez no lo sea, pero sé a quién sí.

— Crees que valdrá más la opinión de un oficial de bajo rango que la de un agente concejal

— contestó Verónica mientras agrega: — si me disculpas, tengo asuntos que atender.

La correspondencia está todavía en los buzones. La puerta del pasillo se abre, sale Dietmar con expedientes bajo el brazo.

— Agente Verónica, no sabía que se encontraba por este rumbo.

— Creo que algunas sorpresas pueden ser inesperadas.

— A veces las visitas inesperadas pueden ser las más provechosas — respondió Dietmar, mientras pregunta: — ¿o no opina lo mismo, coronel Richard Roitman?

— Cómo supo...

— ¿Cómo supe el nombre del coronel Richard Roitman? es lo que intenta preguntar agente concejal Verónica. Hay algunas caras y personas que nunca se olvidan, en especial una que fingió su muerte y reapareció siendo un oficial activo.

— ¿Por qué conoce al coronel?

— Descuide no hay por qué alarmarse, trabajo para un cierto número de personas que están interesadas en el coronel Richard Roitman y en especial por usted, la agente concejal Verónica.

— ¿Por qué razón se interesarían en personas como nosotros? — pregunté.

— Descuiden, estoy del lado correcto del equipo.

— A qué te refiere con el equipo correcto — mascullé.

— Lamento interrumpir, pero tenemos que realizar un viaje — respondió Verónica con un tono de enfado.

— Comprendo la advertencia, continúen su camino — repuso Dietmar mientras se apartaba del camino.

Verónica observa un retrato a través de la vidriera de un aparador, de su mano izquierda aun cuelga la pulsera de cuerda.

— Aun llevas esa pulsera que te regalé de nuestro viaje a Dalesa — digo mientras le susurro en su oído.

— Fue la última noche que permanecimos juntos — respondió mientras agrega — recuerdo que antes de tu nombramiento como coronel nos escapamos, decías que no íbamos a tener un solo día en el que podamos estar solos.

Le doy un vistazo a su reflejo cuando no está prestando atención, su expresión es placida, puedo decir por el cambio constante de sus ojos que ella está mirando a la agente a través de la vidriera.

— Será mejor que volvamos al auto antes de que nos detengan — respondió Verónica mientras avanza con pasos presurosos sobre el suelo.

Empieza el tráfico de la hora punta, solo hay taxis en movimiento. El reloj de la torre de la estación marca la una menos diez. En la emisora WDR ll radio suena Instant Crush feat. Julián Casablancas. El semáforo junto a la zona de peatones se pone en rojo, a la derecha junto a un coche está parada una ciclista, verde giro a la derecha, se baja un ciclista en la zona peatonal. Verónica se encuentra sentada en el asiento del copiloto con las rodillas recargadas sobre el tablero del auto, doy vuelta en la siguiente intersección. El cielo se encuentra nublado y comienzan a caer las primeras gotas de lluvia. La gente corre para cubrirse, las calles se encuentran vacías.

— Aun sigues pensando en nuestra conversación... — dije.

— Estaba recordando la conversación que tuvimos antes de que te marcharas. Aquellos momentos previos a esa llamada, trataba de encontrarle algún sentido ¿crees que algún día dejen de necesitar a personas como tú y yo?

— No creo que estén listos para dejar de necesitar a las personas como tú y yo. Su mayor motivación es el poder y el dinero, el que nos dejen de necesitar sólo nos brindaría inestabilidad y caos.

— La intolerancia e ignorancia brindan el caos — añadió Verónica.

El trafico comienza avanzar, por la ventanilla del auto se ven grandes pinos que se encuentran al lado del camino. A lo lejos un camión hace maniobras para salir de un aserradero. De pronto dejamos el denso bosque. El tacómetro del automóvil marca 80 km/h, afuera el clima es fresco. Observo un letrero: siguiente desviación a dos kilómetros. A mi izquierda pasa un Toyota blanco, giro en la curva para tomar la desviación y un Renault me rebasa. El reflejo de la luz sobre el espejo retrovisor me encandila, a lo lejos alcanzo a observar otro embotellamiento. En la emisora WDR ll radio suenan clásicos de los 80 s, aumento la velocidad. Veo a un policía desviando el tráfico. Un BMW se encuentra volcado sobre el carril izquierdo. Finalmente llegamos a la granja.

— Veo que aún no has perdido la costumbre — dice Verónica al bajar del auto.

— ¿Qué costumbre?

— Hablo de tu rutina de aterrizar en lugares apartados como punto estratégico.

— Acaso detecto un tono de sarcasmo...

— Creo que tu detector está fallando porque no dije ningún sarcasmo — respondió Verónica con un tono desafiante.

— Lamento informarte que mi detector está funcionando.

— Lo dices en serio — contestó Verónica mirándome a los ojos.

— Lamento interrumpir su momento de romanticismo, pero tenemos un horario un poco ajustado y una nave que volar — interrumpió Hiroshi.

— Bueno ya escuchaste tenemos una nave que abordar — responde Verónica mientras camina hacia la nave.

PROVIDENCIA EL SEÑOR DE LA GUERRA Y LA REBELIÓN DE HUNTERWhere stories live. Discover now