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Tal vez fue el hecho de que Will no hubiera dicho nada. Tal vez fue que al otro día desperté sola o que no me dirigió la palabra por una semana entera. No sabía por qué había sido, pero tenía el corazón lastimado. Tal vez y solo tal vez, esa fue su forma de decirme que el hecho de que hubiese llegado a pensar en él de esa manera había sido muy incómodo. Tal vez esa era la señal para pensar en algo más. Alguien más.

Aunque hubiera sido bueno que solo lo dijera y no me abofeteara de esa forma con su actuar. Es por eso que el día que Kat me llamó para ir a una fiesta, contesté.

"Fiesta en casa de Kyle, ¿te apuntas?"

Le dije que sí inmediatamente, lo que la sorprendió, aunque no hizo preguntas. Solo me dijo la hora y me mandó la ubicación.

Después de decirle que sí, no estaba segura si era lo correcto, pero estaba segura de que quería hacerlo. Me cambié de ropa y cepillé mi cabello, me apliqué delineador y un labial color mate oscuro. Y esperé a que dieran las once de la noche.

Cuando salí de casa, el viento fresco me dio la bienvenida a la calle. Todo estaba tranquilo, pacífico. Me dediqué a caminar, como siempre lo hacía, hasta la casa de Kyle. Cuando llegué, varios autos se encontraban estacionados en la acera y el de Kat fue el primero que reconocí.

Toqué a la puerta y fui recibida por Mark, el hermano gemelo de Kyle. Eran las doce en punto.

—¡Preciosa! Que milagro. —me guiñó un ojo, como hacía con todo el mundo, y me invitó a pasar.

Mientras me dirigía a la cocina acompañada de Mark, amarré mi cabello en una coleta alta y la dejé caer sobre mi espalda. Conocía a los gemelos desde segundo de secundaria, cuando llegaron de intercambio de Nueva Zelanda.

Mark habló.

—Apenas han llegado seis universitarios, ocho chicos de décimo grado y dos de último. Kat y tú. —señaló a mi pelirroja amiga, la cual estaba sentada a lado de un chico castaño muy atractivo, platicando animadamente mientras se comía a su acompañante con la mirada. Lo recordaba de la primera fiesta de los gemelos a la que asistí. Su nombre era Collin.

Kat seguía coqueteando con la chica sin tratar de disimular un poco, lo cual la puso nerviosa, tal vez incómoda. Caminé hacia el sofá y cuando Kat me vió, se paró a entregarme un vaso rojo de plástico.

—Me alegro que vinieras.

Me tomé la bebida de un trago. Collin me sonrió y me senté a su lado, mi garganta ardía, pero logré sonreír como si nada hubiera pasado. Y comenzamos a charlar.

[...]

Gran parte de las personas en la fiesta eran universitarios, aunque la habían organizado chicos de último año. La pista improvisada estaba abarrotada, todos chocaban entre sí y el ambiente estaba caluroso debido a tantos cuerpos en un solo lugar.

Kat se había perdido en el piso de arriba con la acompañante de Collin y el susodicho se encontraba a mi lado, alentándome a beber más que los chicos que estaban frente a mí. Éramos equipo y él ya había terminado sus tragos.

Agarré los vasos que acababa de servirme Tyler y me los tomé rápidamente, sintiendo como el líquido me quemaba la garganta mientras bajaba por ella. No podía seguir bebiendo.

Collin se acercó a mí. — No te preocupes, no creo que ellos puedan beber otro trago. —susurró, más bien, gritó en mi oído por el volumen de la música. Dicho y hecho.

Cuando Jonas, el rubio compañero de clases de Collin, me guiñó el ojo y agarró otro vaso para beberlo de un salto, terminó vomitándolo y lo descalificaron. No pude contenerme la risa.

Complaciendo a Papá. EN EDICIÓN.Where stories live. Discover now