Capítulo 28.

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Cuando me desperté, me di cuenta de que estaba en mi suite. El sol ascendía lentamente al otro lado de mi ventana, y Daniela estaba a mi lado, vestida y ahuecándome la almohada. En la mesilla de noche había tres botellas de zumo de naranja, un frasco de paracetamol y una nota:

«Disfruta del resto de la semana en Costa Rica, futura esposa».

—¿Te vas? —Tenía la garganta seca.

Daniela asintió con la cabeza y me besó en la frente.
—Tus amigas se despertarán pronto. Estoy segura de que querrán hablar de anoche contigo. Dile a Mari que me envíe la factura de la villa y de todo lo que se hayan gastado esta semana. Se lo pienso pagar.

—Vale... ¿Puedes darte una ducha conmigo antes de marcharte?

—Claro. —Sonrió y deslizó los brazos por debajo de mis rodillas y mi cuello para levantarme. Y me llevó al cuarto de baño, donde me dejó en el suelo.

Mientras me metía en la ducha y abría el agua, decidí que iba a seducirla y hacer que me diera un poco de placer.
Había tenido razón hacía unas horas; las últimas noches habían sido horribles. Mi cuerpo anhelaba el suyo a todas horas; sufría tanto por su contacto que no sabía cómo sobreviviría sin ella.

«No sé cómo le he podido pedir que tuviéramos un período de abstinencia..., ¿en qué estaría pensando?».

Se unió a mí debajo del agua humeante y me pasó los dedos por el cabello mojado.
—Me encanta tu pelo así, ¿ha sido para nuestra boda?

Asentí con la cabeza.
—A cambio de una fiesta en uno de los yates este invierno. Ya les he dicho que sí.

—¿Y si ahora me niego?

—Soy la copropietaria, no importa lo que digas.

Sonrió de tal forma que no me molesté en perder un segundo más. Apreté los labios contra los suyos y la besé profundamente al tiempo que usaba las manos para darle un masaje en la polla.
Antes de que pudiera decirme que me detuviera, me agaché y la capturé con la boca, haciendo que entrara y saliera con fuerza.
La miré mientras se lo rodeaba con la lengua y vi que parecía sorprendida, pero aun así me alzó y me besó.
Mientras el agua seguía cayendo sobre nosotras, mantuvo los labios unidos a los míos y me rodeó la cintura con los brazos.
Sentí su erección contra el estómago.

—Por favor... —murmuré, pero continuó besándome de forma intensa y apasionada.

Su lengua se enredó con la mía y le mordí el labio inferior cada vez que trataba de alejarse de mí.
Cuando me soltó, yo estaba sin respiración. Me dio la vuelta hacia la pared, me sujetó por las caderas y me colocó de forma que facilitara la penetración.
Gemí cuando me abrazó y me acarició los pechos, cuando me besó la espalda. —¿Segura que quieres esto? —susurró.

—Sí...

Me aferró las caderas con más fuerza y apretó la polla contra mí. Luego me deslizó una mano entre las piernas, gimiendo al alcanzar mi clítoris hinchado.
—No sabes las ganas que tengo de follarte, María José... —susurró—. No te haces una idea... Disfruta del resto de la semana.
De repente, me soltó y salió de la ducha.

Ahogué un grito al tiempo que me apartaba de la pared.
—¿Qué?

Más frustrada que nunca, cerré el grifo y me envolví en una toalla. Al regresar al dormitorio, me crucé de brazos al ver que estaba volviendo a vestirse.

—¿Te vas?

Sonrió y se subió la cremallera de los pantalones.

—¿No vamos a tener sexo?

—Claro que sí. —Se acercó y me besó en la mejilla—. Después de que nos casemos.
Abrí la boca para hablar, pero apretó los dedos contra mis labios.
—Te iré a recoger al aeropuerto cuando regreses. Quiero llevarte a un sitio después de que te asientes de nuevo en el trabajo. —Me dio un beso en la frente —. Te amo.
Miré al techo. —Dímelo tú —dijo.

—Hazme... —comencé, lanzándole una mirada seductora.

Sonrió y me acercó a ella.
—Cuando me comprometo con algo, sea lo que sea, no incumplo mis promesas. Puedes seguir tratando de tentarme, algo que, por cierto, se te da muy bien, pero te he hecho una promesa y no voy a romperla. Ahora... dímelo tú.

—Yo también te amo, Daniela.

Me besó una última vez, y la observé mientras salía por la puerta lateral. Me miró por encima del hombro cada pocos segundos mientras me sonreía, por lo que esperé hasta que desapareció de mi vista.
De inmediato, corrí a la maleta en busca del vibrador, para poder poner fin a esa frustración por mí misma. Abrí el bolsillo donde sabía que lo había dejado, pero no estaba allí. En cambio, había una servilleta doblada con una nota.

«Sin trampas, futura esposa. Lo volverás a tener después de la boda. :)».

Maldije en voz baja mientras iba a la cocina, donde Bianca, Kim y Mari me miraban con una expresión de horror.
—¿Has traído a alguien a casa? Y no se te ocurra mentir, porque todas hemos oído voces esta mañana —me acusó Mari—. Poché, no es propio de ti. ¿En qué estabas pensando?

—¿Qué? ¿Creen que he engañado a Daniela?

—No importa lo que creamos. —Bianca se levantó y se me acercó—. Vale. Sin duda podemos solucionarlo... Sé que te hemos dicho que te dejaras llevar, pero se suponía que no debías dejarte llevar por completo... ¡Te vas a casar con la jodida Daniela Calle! No es necesario que experimentes con otro hombre nunca más.

Mari negó con la cabeza, pues evidentemente no estaba de acuerdo con la frase final, pero siguió mirándome con expresión de preocupación.
—Esta semana no iremos a más discotecas. —Kim entrelazó los dedos—. Podemos beber lo que queramos, pero nos ceñiremos a las actividades que estábamos haciendo antes. Incluso te llevaremos a renovar el guardarropa... Daniela no se enterará de nada. Tu secreto está a salvo con nosotras.



















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5/5

¿Se viene drama? Por supuesto. 🤭

MI JEFA OTRA VEZ | PT2Where stories live. Discover now