Capítulo 27.

3.4K 150 2
                                    

Luché para mantener los ojos abiertos mientras el calor de las velas me hacía sudar. Me habría gustado que al menos me hubiera atado más cerca de la puerta, o que al menos me hubiera dejado enfrente de ella, para poder sentir el aire.

—¡Saak! —grité.
Oí que se abría la puerta y suspiré, aliviada.
—Mira, Saak. No es necesario que me des ningún masaje. Esto no me gusta nada, y no pienso mentirte. Además, empiezo a no sentir las piernas.

—¿Te pone esta clase de mierda, María José? —La voz de Daniela hizo que el corazón se me acelerara.

—¿Daniela? —Noté que me besaba la nuca—. ¿Qué demonios estás haciendo aquí?
Me besó de nuevo apretando los labios contra mi piel, haciendo caso omiso a la pregunta. Cuando me pasó las manos de arriba abajo por los costados, sentí que estaba sonriendo.

—Por lo tanto, había algo de verdad en lo que le contaste al terapeuta sobre nuestros problemas de intimidad, ¿verdad? ¿No te sientes plenamente satisfecha con el sexo normal?

—Sexo tradicional —puntualicé, y oí que se reía.

—Últimamente estoy aprendiendo muchas cosas sobre ti, futura esposa... En primer lugar, me cuentas que vas a recibir lecciones de baile erótico después del trabajo, y ahora que te va la sumisión... ¿Más deseos que quieras contarme antes de que nos casemos? ¿En qué gastas dinero extra los fines de semana?

—¿Podrías darte prisa y desatarme, por favor?

—¿Quieres que te desate? ¿Por qué iba a hacerlo? —Me besó en la abertura que el vestido tenía en la espalda. Luego, aseguró con más fuerza las cuerdas que me sujetaban las muñecas.

—¿Qué estás haciendo?

Dio un paso hacia mí.
—¿Estabas a punto de dejar que te tocara otro hombre?

—¿En serio no me vas a desatar?

—Me da la impresión de que estabas a punto de que alguien tocara lo que es mío... —Dio un paso para ponerse delante y me besó en los labios al tiempo que deslizaba las manos por debajo del vestido—. ¿Es así como sueles vestirte cuando no estoy contigo? Este vestido lo deja todo a la vista... Es lo mismo que estar desnuda...

—Desátame ya, Daniela.

—No pienso hacerlo. —Me besó de nuevo—. Ya no sé quién eres, María José... — susurró.
Solté un suspiro, pero no tuve oportunidad de decir nada más porque me cerró los labios con los dedos.
Mientras me miraba, me rodeó la cintura con el otro brazo.
—Me importa una mierda si el masajista es gay. A ti no te va a dar masajes nunca otro hombre. Jamás. ¿Queda claro?

Asentí con la cabeza.

—Pues dilo.

—Queda claro.

Se me quedó mirando unos segundos más antes de soltarme. Luego se acercó a
la mesa y cogió la caja que Saak había abierto. Luego se puso a mi espalda mientras murmuraba algo para sí misma que no pude comprender.
Traté de darme la vuelta para ver lo que estaba haciendo, pero no fui capaz. No podía mover las piernas, y las cerdas de la cuerda comenzaban a hacerme daño de verdad.
De repente, noté que me besaba los hombros al tiempo que me rodeaba con un brazo para apretarme los pechos.

—¿Has disfrutado de la semana de abstinencia? —Parecía estar divirtiéndose.

—Ha sido la mejor semana de mi vida.

—¿En serio?

—Sí. Ha sido tan divertida que no creo que quiera volver a tener sexo nunca más.

Soltó una risita por lo bajo mientras me echaba la cabeza hacia atrás tirándome del pelo, hasta que pude verla.
—Pues yo creo que las últimas noches han sido las peores de tu vida...
Yo no dije nada. Mantuve una leve sonrisa en la cara mientras la miraba a los ojos.
—Creo que te pasas las horas dando vueltas en sueños, deseando que yo estuviera allí y te ayudara a aliviar el dolor que sientes entre los muslos. —Bajó la voz—. Y sé que te despiertas cada mañana intentando abrazarme... —Me tiró un poco más del pelo y apretó los labios contra los míos para besarme al revés —. Porque yo también trato de abrazarte a ti...

MI JEFA OTRA VEZ | PT2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora