Capítulo 20.

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CALLE

—¿De verdad crees que no te voy a despedir porque eres de la familia? —Miré a Juli con los ojos entrecerrados al tiempo que negaba con la cabeza. Llevaba días llegando tarde a las reuniones, haciendo un trabajo mediocre y pidiéndole a mi secretaria que la justificara casi todos los días.

—Creo que no me despedirás porque tu prometida no te lo permitirá. —Sonrió.

—¿Qué te hace pensar que María José tiene control en mis decisiones con respecto a la empresa?

—Porque es así. —Se rio—. Señorita Daniela, de verdad, no estoy dejando el trabajo de lado, pero todavía me estoy ajustando a trabajar en la Costa Oeste... Y, para ser honesta, repetí todos los informes unas horas después de que me lo indicaras. Estás siendo muy dura conmigo porque soy tu hermana, y lo sabes.

—Vale. —Cerré la carpeta—. ¿Quién es el hombre?

—¿Qué hombre?

—El que te ha convertido en una idiota que lloriquea en cada reunión de la junta. El que te dice que estoy siendo muy dura contigo, blablablá... Te puse una cláusula de ochenta mil dólares de bonificación en el contrato solo por presentarte a trabajar todos los días. Estoy segura de que es una muestra de que estoy siendo muy indulgente contigo.

—¿Me acabas de llamar idiota?

—Tienes cuarenta y ocho horas para volver a preparar la presentación de esta mañana. Y ya que no quieres decirme quién es ese hombre, lo averiguaré y luego...

—Tendrás unas palabras con él, es decir, le arruinarás la vida. ¿De verdad te preguntas por qué no te cuento con quién estoy saliendo?

—¿Así que estás saliendo con alguien?

Suspiró y se levantó.
—¿Necesitas algo más de mí? Tengo que repetir una presentación muy larga por una ridícula petición de la jefa. En las oficinas dicen que es una imbécil.

—Una imbécil brillante y atractiva.

Miró al techo mientras salía de mi despacho.

Cogí el móvil para llamar a Andrew y ponerlo a investigar la vida de mi hermana, pero antes de hacerlo vi un extraño sobre de color rojo en la parte superior del correo. Dejé el teléfono a un lado y lo cogí, notando que no tenía remitente y destinatario, solo un sencillo «Para la señorita Daniela» en la parte delantera.
«¿Serán las invitaciones de las que me habló Angela? ¿Habrá conseguido entradas para María José y para mí?».
Abrí el sobre y saqué un papel blanco de lo más normal.

«Señorita Daniela Calle:

A pesar de que me divierta que se sienta amenazada por mi presencia en San Francisco, debería tener en cuenta que soy abogado y que puedo presentar cargos contra usted por los siguientes delitos: acecho, manipulación postal y ser una idiota. Bueno, esto último no es en realidad un delito, pero cuando lo sea, tendré preparada la documentación para hacer la denuncia.
Ya que parece disfrutar de las cartas que le envío a María José, he pensado que le gustaría recibir una para que se sienta especial.
Disfrute del día.

Richard Hayes».

Estrujé el papel en una bola y luego lo lancé a la basura.
No me sentía amenazada por él, en absoluto.
Si me acusara de estar irritada, no podría negarlo. Ni de estar cabreada.
El hecho de que fuera abogado no significaba nada para mí. Tenía el número del fiscal del estado en mi agenda y un equipo de abogados muy bueno a mi disposición que harían que él quedara al nivel de un estudiante de secundaria.

MI JEFA OTRA VEZ | PT2Where stories live. Discover now