Capítulo 5.

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POCHÉ

—María José, no necesitamos terapia prematrimonial. —Daniela me miró fijamente cuando se cerraron las puertas del ascensor—. Es una pérdida de tiempo.

—No he dicho que la necesitáramos. Solo he sugerido que deberíamos asistir a una sesión para asegurarnos de que nuestras expectativas con respecto al matrimonio son similares.

—¿A qué expectativas te refieres?

—Te darás cuenta cuando lleguemos. —Sonreí y ella miró al techo.

Le había propuesto asistir a algunas sesiones antes de casarnos, algo que no había hecho con Richard, solo para estar seguras de que coincidíamos en lo básico. Ella, por supuesto, estaba en contra de la idea, pero después de explicarle que me haría «feliz», cedió.
Habíamos concertado una sesión de dos horas con la empresa de asesoramiento de San Francisco Waldo Emerson & Asociados. Me habían dicho que sería un proceso fluido y ligero del que Daniela y yo saldríamos más unidas todavía.

Cuando el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron, vi que no había nada delante. Ni una recepción ni una secretaria, solo un cartel que anunciaba que estábamos en Waldo Emerson, y tampoco se podía observar nada que indicara que estábamos en una consulta de asesoramiento profesional. El suelo estaba cubierto de arena blanca, las escasas columnas estaban separadas entre sí más de tres metros y decoradas con peces de colores. Además, había tres bolsas de semillas calentándose alrededor de una improvisada fogata.
Antes de que pudiera acusar a Daniela de haber manipulado la sesión, apareció ante nosotros un hombre vestido con una túnica blanca.
—Ohhh... —dijo sonriente—. La señorita y la futura señora Calle... Bienvenidas a Waldo's, terapias prematrimoniales. Soy el doctor Clint, y las guiaré durante la primera sesión.

—Espere un minuto. Lo siento. —Negué con la cabeza—. Se supone que debemos reunirnos con el doctor Peter. ¿Nos hemos equivocado de piso?

—No. Están en el lugar correcto. —Entonces, ¿dónde está el doctor Peter?

—Se retiró la semana pasada, ¿no se lo comunicó por correo electrónico? Negué de nuevo.

—Oh, bueno, lo siento. La empresa me contrató para ocupar su lugar el mismo día que se fue. Después del éxito que he tenido con los rituales zen en Industries Calle, han pensado que soy la mejor opción. —Alargó la mano hacia Daniela—. Por eso es un honor sin precedentes aplicar mis nuevas prácticas zen exclusivas con la persona que me ha dado a conocer.

«¡Oh, Dios mío...!».

Nos dio instrucciones para que nos quitáramos los zapatos y nos acompañó hasta las bolsas de semillas.
—Entonces... —Se puso las gafas para mirar un papel—. Señorita Garzón, observo que ha solicitado una sesión de dos horas. ¿Es correcto?

—Sí.

—Y cuando se le preguntó cuál era el tema que quería tratar... —dio la vuelta al papel—, usted mencionó los problemas que tienen en el tema «intimidad».
Daniela se volvió hacia mí con rapidez, arqueando una ceja.

—No. Nunca he dicho eso. Lo que dije fue que...

—Vale, vale, vale... —Chasqueó la lengua—. Está aquí anotado. Mi secretaria no se equivoca nunca.

—Ni siquiera nos...

—Shhh... —Se inclinó hacia delante y me apretó el lápiz contra los labios—. No se avergüence de los problemas que pueda tener en la cama, señorita Garzón. Cada pareja tiene los suyos, es el pan nuestro de cada día.
Notaba que Daniela me miraba, rogándome que le diera pie para decir algo, pero mantuve los ojos clavados en un punto fijo.
—Si están sufriendo por algo, por pequeño que sea, estas dos horas son el momento perfecto para dejarlo salir. —Respiró hondo y luego cerró los ojos y soltó el aire lentamente—. Desahóguense.

MI JEFA OTRA VEZ | PT2Where stories live. Discover now