𝚅𝚎𝚒𝚗𝚝𝚒𝚌𝚞𝚊𝚝𝚛𝚘

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Amaba a Win

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Amaba a Win. Lo tenía más presente que nunca, el azabache se había metido hasta el fondo de su corazón, haciéndolo latir y emocionarse cada que él estaba cerca.

Estaba enamorado hasta la médula por el Opas menor. No podía arrepentirse porque sin duda el chico había sido lo mejor que llegó a su vida, su sonrisa, sus ojos, anhelaba su bello cuerpo temblar cada vez que hacían el amor, era perfecto y todo para él. Se sentía dichoso.

Fue por ello que había tomado una decisión.

Ainhara era una mujer increíble, inteligente y sin duda alguien que cualquier hombre desearía. Le había atrapado con su belleza y encanto, debía admitir que al principio le pareció alguien frívola pero aquellos pensamientos pronto se dispersaron cuándo comenzó a salir con ella. Le atrapó y comenzó a tener sentimientos por ésta, la apreciaba y quería, pero no la amaba. Fue algo repentino cuando le pidió casarse, él debía hacerlo, pero nunca le paso por la cabeza comprometerse con la castaña, no se pudo negar y menos ante los ojos ilusionados que le miraban casi exigiéndole que aceptara.

Se mintió así mismo y trató de convencerse que la amaba, que estaba bien. Ainhara era la mujer perfecta para compartir su vida. Pero pronto empezó a dudarlo.

Le había sorprendido cuando la chica le confesó tener un mellizo, no le tomó tanta importancia y Ainhara no se interesó por hablar más de su hermano, parecía evitar el tema y él no tenía intención de preguntar más. Sus padres se emocionaron con el compromiso, su madre era una mujer bella, sensata y su padre; un hombre recto pero confiable, quedaron encantados con Ainhara, pero su pequeño hermano nunca le agrado, decía que tenía un aura mala y le daba mala espina por ello la odió.

No se puso en contra cuándo la castaña propuso juntar las dos familias, conoció a sus suegros y sus cuñados, pero él sentía desde lejos que Ainhara no era unida con sus hermanos, no se hablaban y trataban de tener el menor contacto posible.

La gruesa, pero delicada voz de un chico fue como un chispazo, un sentimiento de nostalgia lo había abarcado y no espero ni un segundo más para ver al duelo de aquella voz.

Su corazón latiendo con frenesí, ansioso. Y gritó en su interior por liberar aquella bestia guardada en su alma.

Win Opas-iamkajorn, se metió como puñal en su corazón, desde el instante en qué hicieron contacto visual, en el instante en qué su cuerpo reacciono a su presencia. Supo que nada estaría bien. Era el hermano mellizo de su prometida, y por lo tanto su próximo cuñado.

Desde ese momento, su mente dejó de pensar en Ainhara, todos sus pensamientos fueron dirigidos a una persona; el lindo y tierno azabache, que lo único que hacía era sonrojarse y hacer sentir cálido su corazón.

Le recordaba mucho a una persona.

Al principio solo fue deseo, deseaba tomarlo, hacerlo jadear, gemir su nombre, que fuera solamente suyo. Era simplemente un sentimiento carnal, libre de sentimientos. Pero pronto su manera de pensar cambió.

Aprendió a leer cada una de sus expresiones, le gustaba ponerlo nervioso, mirarlo e intimidarlo, la sensación de tocarlo, acariciarlo se hacía cada vez más fuerte, y la gota que derramó el vaso fue cuando comenzó a sentir celos. Celos de las personas que se le acercaban, que respiraban el mismo aire, que osaban tocarlo tan siquiera un poco. Él era suyo y nadie más tenía derecho a tenerlo.

Eso le asustó, él nunca había tenido una actitud tan posesiva y territorial con Ainhara, le daba igual con quién se juntaba o dejaba de juntarse. Él no era así, pero con Win era diferente.

Esa noche, su animal interior rugió, verlo tan pegado con ese tipo, dejándose tocar por las manos de otro, hizo hervir su sangre, pero lo que le obligó a pararse e ir hacía ellos, fue en el momento en que aquel hombre tomaba la muñeca de Win y le jalaba hacía las habitaciones de arriba.

No señor.

No podía permitirlo, y tomando lo último de su bebida en un trago, se paró encaminándose hacia ellos, enojado, furioso y celoso.

El golpe que le plantó al pelimarrón lo desestabilizó hasta mandarlo al suelo, en su vida se había metido en una pelea, se consideraba un hombre con modales e intachable, pero eso dejó de tomar importancia. En ese momento quería llevarse y alejar al pelinegro de él. Era como una bestia, y no dejaría que tocaran lo que sentía era suyo. Y Win Opas-iamkajorn, oh vaya, sí que lo era.

Recordaba esa noche con claridad, donde por fin sus cuerpos se unieron, sentía sus manos picar recordando el suave tacto de sus palmas tocar la suave piel de Win, oír sus lindos gemidos cada que arremetía contra él. Esa noche había sido perfecta y había resuelto toda su cabeza.

Amaba con toda su alma a Win Opas-iamkajorn.

Y por ello, Ainhara no se merecía a alguien como él a su lado. No la quería de esa forma y necesitaba terminar con todos los planes de la boda lo antes posible. No quería lastimarla, pero era imposible evitarlo, debía entender que simplemente su corazón tenía dueño y no podía mandarlo.

Por eso, aquel día decidió hablar con la castaña, estaba lastimando a dos personas y no lo podía permitir más. Win merecía tenerlo en cuerpo y en alma, quería salir con él, sin que estuviera atado a ningún compromiso o temieran que alguien los viera y corriera a decírselo a Ainhara.

Ella lo sabrá comprender. Había dicho. Pero realmente lo descolocó el hecho de que la castaña lo esperara sentada en su departamento, viéndolo con esos ojos fríos, llenos de rencor. Una Ainhara totalmente diferente a la que siempre vio y conoció.

No la reconocía, su rostro parecía estar descompuesto de rabia pura, totalmente como una psicópata. Un frío helado lo recorrió cuando ésta le sonrió inocentemente, pero lo ignoró, no podía ser un cobarde, debía decírselo ahora o nunca.

Y se arrepintió.

Debió detenerse cuando la primera palabra salió de sus labios, porque Ainhara nunca fue lo que él creyó ser. Ella no permitiría que fuera feliz, y desgraciadamente tendría que evitar el daño hacia Win, aún si su corazón se partía viendo al amor de su vida caer como una pirámide de naipes, mientras de su boca salían las palabras que terminaban toda su relación, dónde no solo Opas sufría.

Porque también estaba él, aunque el otro no lo supiera. 

 

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𝙈𝙮 𝘽𝙧𝙤𝙩𝙝𝙚𝙧 𝙄𝙣 𝙇𝙖𝙬 🥀Where stories live. Discover now