El día final

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El día final



Dos semanas habían pasado, y Severus notaba con furia que Harry era centro de infinidad de miradas, había quienes tenían reproche en sus ojos, otros compasión, unos más malsana curiosidad, otros burla. Weasley y Granger vislumbraban tristeza. En nadie se veía comprensión, incluso parecían ofendidos de que Harry continuase estudiando como si nada hubiera pasado.


Ellos no entendían realmente su dolor, no habían presenciado esa noche en que el mundo se derrumbó a los pies de Harry. Sin embargo, tenía que reconocer que, muy en el fondo, continuaba molesto. Extrañaba mucho al bebé, a André, y muchas veces tuvo que obligarse a no ir en su busca, lo único que le contenía era ese pensamiento que se forzaba a repetir una y otra vez: "Tú no tienes derecho, aunque te duela, no es tu hijo, sólo de Harry y sólo él tiene poder sobre su destino".


La víspera antes de iniciar las vacaciones de invierno, Severus buscó a Harry por todo el castillo, tenía una noticia para él que ansiaba comunicarle. Le intrigó no encontrarle en la torre de Gryffindor ni en el comedor, buscó en cada rincón hasta que por fin le encontró en un salón antiguo localizado en lo alto de la torre de astronomía. Las ventanas estaban rotas y el viento helado entraba con furia haciendo volar la capa de Harry.


— ¿Potter, qué hace aquí? —le reprendió mientras se acercaba y colocaba un hechizo que desviaba el viento y los copos de nieve para que no los golpearan en el rostro.

— Disfrutando el paisaje.

— Vaya gustos, es un día muy frío. En fin, le buscaba para informarle que sus nuevos exámenes médicos fueron favorables, podemos iniciar su entrenamiento mañana mismo.

— ¿De verdad? —cuestionó emocionado—. ¡Al fin, creí que no sería nunca!

— Ya ve, era cuestión de paciencia.


Harry asintió pero Severus notó que ya no le prestaba toda su atención, y al buscar el origen de su mirada descubrió que allá abajo, junto al lago, Hermione y Ronald paseaban entre la nieve.


— ¿Han vuelto a discutir? ¿O porqué no está con ellos?

— No hemos discutido pero no me siento cómodo, no logran disimular su desconcierto, y en verdad me preocupo por Hermione, creo que empieza a odiarme.

— No diga eso, su amiga es incapaz de sentir algo así.

— Quisiera pensarlo, pero me esquiva la mirada lo más que puede. Anoche escuché ruidos en la Sala Común y bajé a ver, era su voz, pero cuando entré estaba sola, eso no es normal ¿verdad? Le pregunté si hablaba con alguien y sólo se encogió de hombros diciéndome que era Dobby ofreciéndole más mantas para el frío. Quise comprobarlo y lo llamé pero Dobby no apareció, él siempre responde a mi llamado, a menos que no esté en el castillo y supongo que Dumbledore debió haberlo enviado a alguna diligencia, así que Hermione mintió.

— Olvídelo, no tiene caso que se preocupe, ellos entenderán, tarde o temprano.


Harry suspiró resignado a no poder hacer nada más que esperar a que sus amigos comprendieran que ya no había marcha atrás. Severus se acercó más a la ventana y ambos callaron al notar algo extraño en el horizonte. El cielo, antes blanco y nublado, ahora adquiría una tonalidad rojiza, pero no era asunto de tormenta ni nada por el estilo. Algo tenebroso se acercaba y lo supieron de inmediato.


— Potter, tiene que ir a la oficina de Dumbledore y refugiarse ahí.

— No es tiempo de refugio, Profesor... ya sabe de lo que se trata, él viene ya y debo enfrentarlo.

— No sea tonto, no es el momento adecuado y...

— ¡Ron y Hermione! —exclamó asustado recordando que sus amigos estaban en el lago, desde ahí no podrían ver lo que sucedía.


Harry ya no escuchó a Snape y salió corriendo hacia la escalera, tenía que ir a advertirles. Severus fue tras de él, pero a cada estudiante que se encontraba en el camino le pedía que diera la voz de alarma y refugiaran a los más pequeños en sus dormitorios. Tuvo suerte y se encontró a Dumbledore, éste no necesitó de demasiadas explicaciones, en cuanto supo lo que sucedía envió su Patronus a la Orden del Fénix, ellos darían la alerta al Ministerio.


Cuando Harry y Severus llegaron a los patios, se escuchó un ruido ensordecedor. Era Voldemort intentando romper las barreras del castillo. Ron y Hermione también lo oyeron y al mirar al colegio vieron a Harry haciéndoles señas para que volvieran.


Sin embargo, sólo Ron obedeció. Hermione permaneció en su lugar sin muestra de querer salvarse. El pelirrojo se dio cuenta que no lo seguía cuando vio que Harry y a Snape no se detenían y al girarse vio a su amiga mirando la puerta del colegio. Regresó rápidamente sobre sus pasos sujetándola del brazo para regresar.


Harry y Severus estaban a punto de llegar a ellos cuando vieron que la reja que bordeaba Hogwarts era desprendida de sus goznes y salía volando al cielo. Hermione se liberó de Ron y corrió hacia Voldemort que aparecía seguido de un grupo de mortífagos a su alrededor. Atrás había muchos más, cientos de ellos.


Severus no comprendía lo que Hermione estaba haciendo pero se apresuró a tomar a Harry de la mano e impedir que la siguiera.


— ¡Déjeme, la va a matar! —protestó Harry.

— No, Potter, no puede arriesgarse ahora de esa manera.


De pronto, ante el asombro de todos, vieron a Hermione caer de rodillas frente a Voldemort. El corazón de Harry, Ron y Severus se detuvo momentáneamente, aquello tenía que ser un error, Hermione no podía hacerles eso, ella no.


Severus vio que el Señor Oscuro contenía una mordaz sonrisa, intercambió unas palabras con la castaña que nadie alcanzó a escuchar. Dumbledore apareció en ese instante y si le sorprendió la escena no lo demostró, caminó decidido hasta donde se encontraba su eterno enemigo.


Y entonces... ¡Crucio!


Hermione se convulsionó en el suelo presa del hechizo. Harry quiso correr a ayudarla, no importaba si había o no traición, era su amiga, y no soportaba verla sufrir, pero Severus alcanzó a abrazarlo con fuerza impidiéndole alejarse de él. Gritó y forcejeó pero todo fue inútil.


Vieron a Ron, él estaba más cerca, y sin pensarlo dos veces sacó su varita con la intención de atacar a Voldemort. Obviamente sus seguidores no se lo permitieron y con un hechizo lo arrojaron lejos de ahí. Dumbledore llegó hasta Voldemort en el justo instante en que éste detenía la tortura sobre Hermione.


El Director y Voldemort hablaron, era una escena muy extraña. Ni Harry ni Severus podían saber lo que decían, y aunque el chico intentaba aún poder liberarse, no lo conseguía. A lo lejos, Ron logró recuperarse del ataque, y aprovechando que nadie le ponía atención se deslizó hasta llegar junto a Hermione que yacía en la nieve.


Cuidadosamente la cubrió con su cuerpo mientras la arrastraba lejos de ahí. Harry ya no podía prestarle atención a Voldemort, su prioridad era ver que sus amigos estuvieran a salvo, y cuando lo consideró oportuno, aflojó los músculos de su cuerpo.


— Déjeme ir a ellos. —suplicó preocupado—. Le prometo que no me acercaré a Voldemort aún.

— Iré con usted.


Severus siguió el ejemplo de Ron, caminó con Harry pero interponiendo su cuerpo en la mira de ataque, nadie podría llegar a su alumno sin antes matarlo a él, y no se los iba a dejar tan fácil.


— ¿Qué sucedió? —preguntó Harry a Ron cuando los cuatro se encontraron en el camino.

— No lo sé, Hermione le dijo algo sobre un trato... Ay, Harry, nunca la había escuchado tan desesperada, pero nuestra Hermione no puede traicionarnos, no lo creeré nunca ni aunque lo haya visto.

— Es verdad, ella no lo haría, debe haber una explicación. Por favor, llévala al castillo.


Hermione estaba despierta, pero su mirada perdida en la nada, como si no estuviese ahí presente, sus bellos ojos castaños no tenían vida mientras derramaban silenciosas lágrimas de derrota. Sólo reaccionó con un frío estremecimiento cuando Harry llamó a Dobby para que ayudara a Ron, pero el elfo nuevamente no apareció.


— Tendrá que llevarla usted solo, Weasley. —le dijo Severus—. Nosotros cuidaremos su espalda, pero apresúrese.


Ron asintió, por primera vez sin sonrojarse al escuchar que Snape le llamaba, en esa ocasión estaba demasiado asustado por su amiga para darse oportunidad de sentir nada más.


Harry y Severus cumplieron su palabra y vigilaron que nadie les atacara hasta llegar al castillo, entonces volvieron a poner atención a Dumbledore. Voldemort rió de una manera tan macabra que ya no les dejó lugar para dudas, era el día de la batalla. Y Severus creía que moriría de angustia, Harry no había tenido tiempo de prepararse.


— ¡Tu querido Director no acepta evitar la muerte de sus demás alumnos, Potter! —gritó Voldemort con burla—. Ahora ellos morirán, pero tú también.


El ejército del Señor Tenebroso rompió filas para iniciar la batalla. Una docena de ellos se agruparon uniendo sus varitas y al mismo tiempo lanzaron un Bombarda que destruyó la Torre de Astronomía. Harry jadeó asustado esperando que nadie en el interior del castillo saliera herido.


Severus le sujetó de la mano infundiéndole valor, aquello sería una masacre. No había forma de poder luchar contra todo un ejército solamente ellos tres. Ni siquiera llegando la Orden del Fénix con todo el grupo de Aurores.


Como si los hubiera llamado con la mente, todos ellos aparecieron dispersos por los terrenos de Hogwarts. Aun así, los mortífagos los superaban en número. Severus comprendió que la única forma de ganar era que Harry derrotara a Voldemort. Sin su líder, los demás ya no tendrían valor para continuar.


Empezó el intercambio de hechizos, y aunque Harry quiso correr a ayudar, Snape no se lo permitió. Combatió con cuanto mortífago se le pusiera enfrente pero siempre manteniendo a Harry bajo resguardo. Un par de Aurores comprendieron su plan y protegieron su retaguardia mientras avanzaban hacia donde Dumbledore y Voldemort combatían con sus más poderosos hechizos.


— ¿Qué hace? —le reprochó Harry al verse protegido tan escandalosamente—. ¡Quiero luchar también!

— Y lo hará, pero no pierda tiempo con los extras.


Harry parpadeó sorprendido del humor de Snape, pero asintió obediente. A Severus también le preocupaba que su alumno no hubiese tenido oportunidad de probar su magia, ya podía realizar algunos hechizos sencillos sin explotar nada, pero no estaba seguro de poder emplear toda su potencia con las maldiciones sin provocar alguna catástrofe. Sintió el estremecimiento en la mano de Harry, no tenía ninguna duda de que compartían el mismo temor. Lo sintió intentar zafarse y supo que era por él, por el miedo a lastimar a inocentes, y no había nadie más cercano que él mismo, pero ni eso lo haría desistir de su misión. Aferró aún más la mano del joven de gafas dispuesto a no separarse ni un centímetro de su lado.


Voldemort detuvo su lucha con Dumbledore cuando Harry ya estaba lo suficientemente cerca. Él era su objetivo principal. Aprovechando lo que consideró un error de su adversario, Dumbledore cercó el área colocando una barrera entre ellos cuatro y el resto de la batalla.


— Oh que valientes, tres contra uno. —se mofó Voldemort sin mostrar temor ni darle importancia a que sus más cercanos seguidores ya intentaban romper la barrera sin éxito.


Miró a Snape con ira, desde hacía días soñaba con despellejarlo vivo, él había frustrado su primer intento de llevarse al niño, pero ahora lo pagaría caro. Pero Severus no tenía miedo, estaba dispuesto a morir si era necesario, aunque para su asombro, Harry de inmediato invirtió los papeles y se colocó frente a él.


— Así que te importa tu profesor ¿Potter? —siseó con maldad—. ¿Más aún que tu propio hijo?

— No lo nombres siquiera, su existencia se mancha siendo pronunciada por tu putrefacta boca.

— ¿Piensas que lo has puesto a salvo? —preguntó sin responder a sus ofensas—. ¿Crees que he venido aquí a buscarlo?


Severus tuvo un mal presentimiento, Voldemort estaba demasiado seguro de sí mismo, como si tuviera la sartén por el mango a pesar de encontrarse rodeado. Disimuladamente miró su anillo y esperó que realmente funcionara porque la piedra aún no se volvía roja.


— No le pongas atención, Potter. —le susurró al notar que Harry también se estremecía de terror—. André está a salvo, te lo prometo.


Harry asintió confiando en Snape y levantó su varita contra Voldemort sin que su mano temblara ni un poco.


— No te apoderarás de mi hijo nunca, Tom, y para eso debes morir.

— Lo dudo, Potter. Si realmente te preocupas por tu engendro debes entregarte a mí, te prometo que te mataré sin dolor. —dijo con una diabólica sonrisa—. Te informo que de cualquier manera tendré a ese niño en mis manos muy pronto, de ti depende de si lo uso vivo, o muerto, para mí no hay diferencia.


Harry jadeó asustado pero Severus volvió a colocarle una mano en su hombro estrechándoselo suavemente. El chico asintió volviendo a depositar su confianza en su profesor.


— Parece que te has acercado mucho a mi apreciado Snape. —escupió con odio—. ¿Qué, Potter, no me dirás que él es el padre de tu hijo?

— ¡No hablaré más de mi bebé contigo! Sé que intentas distraerme, algo esperas pero no te daré el gusto de salirte con la tuya.


Harry y Severus vieron que Dumbledore les hacía una seña, y aunque no era clara para Harry, decidió proceder. Pronunció la imperdonable arrojando el mortal rayo verde sobre Voldemort. Éste se apartó a tiempo evitando caer muerto y contratacó de la misma manera. En esa ocasión fue Severus quien evitó que Harry muriera arrojándose al piso con él.


Dumbledore volvió a hacerles la seña y en esa ocasión, cuando Harry se puso en pie lanzando su siguiente Avada y Voldemort intentó moverse para no ser alcanzado, el rayo también desvió su curso y ante la mirada asombrada de todos los que veían la escena, se introdujo en el pecho del monstruo haciéndole caer muerto al instante.


Dumbledore no contuvo una sonrisa triunfal. Habían ganado, y lo sabía él y lo sabían los mortífagos que, corriendo la voz a sus compañeros, desaparecían introduciéndose en la espesura del Bosque Prohibido.


Harry cayó al piso, las rodillas le temblaban. Intercambió una mirada de agradecimiento al Director al comprender que algo había logrado hacer para que Voldemort no pudiera esquivar la maldición. Severus se acuclilló a su lado abrazándole con alivio.


— Todo ha terminado, Potter, será mejor que volvamos al castillo y Poppy lo revise.

— Me siento bien. —declaró Harry, pero cuando quiso levantarse las piernas continuaban sin responderle adecuadamente.

— Pero no lo está. Se encontraba débil aún y se esforzó demasiado, tiene que descansar.


Harry asintió pero no permitió que Snape le sostuviera en brazos, le avergonzaba que lo hiciera frente a tanta gente, así que solamente se apoyó en su brazo para poder sostenerse al caminar.


Ninguno de los dos quiso poner atención a lo que sucedía a su alrededor donde los Aurores, junto con Dumbledore, se encargaban de capturar a cuanto mortífago fuera posible.


Llegaron hasta la enfermería. Harry se sorprendió al verla llena de heridos, había tenido poca oportunidad de ver la batalla a su alrededor y no supo que varios alumnos se habían unido a la pelea. Rápidamente Pomfrey le indicó a Snape dónde podía recostar a Harry.


— No me siento tan mal. —protestó Harry—. Esa cama la puede ocupar otra persona.

— Eso no está a discusión ahora. —dijo Snape—. Permita que Pomfrey le revise y después podrá retirarse a su Torre.


Harry asintió y ocupó la cama con obediencia mientras buscaba a su alrededor a Hermione. La encontró al otro lado de la enfermería, Ron estaba junto a ella sujetándole suavemente de la mano. Ambos amigos intercambiaron una mirada de tristeza, parecía que la joven castaña no estaba en las mejores condiciones.


Severus no supo qué decir para consolarle, y además no tuvo tiempo. Al llenar la jarra de agua notó un reflejo rojizo en su dedo que le traspasó el alma. El ruido que hizo la vasija al caer al suelo llamó la atención de todos los presentes.





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Imposible no quererteTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon