Las entrevistas

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Las entrevistas




Los fines de semana de septiembre fueron programados para varias entrevistas a candidatos que deseaban adoptar el bebé de Harry. Tal como lo prometiera, Severus le acompañó a todas y cada una de ellas sin importar usar todo su tiempo libre disponible. Él prefería mantenerse en silencio la mayor parte del tiempo, pero notaba que generalmente Harry le miraba de reojo, probablemente estudiando su expresión, antes de dar su respuesta.


En varias ocasiones hubo parejas que le hicieron sentirse con un nudo en el estómago, las creía casi perfectas y parecía que Harry se decidiría por ellas, sin embargo, al final no sucedía y, previa la autorización de los solicitantes, se concretaba a borrar de su memoria aquella entrevista.


Severus veía cómo Harry cortaba la entrevista desanimado, a veces ni siquiera les daba tiempo de hablar. Pudo notar que su alumno era bastante observador cuando se lo proponía. Hubo una pareja que, ni bien les saludó cuando Harry ya les daba las gracias por su interés. No pudo evitarlo y le cuestionó por tal actitud, sobre todo porque a él le habían parecido buenas personas, pero después comprobó que, aunque lo eran, Harry había logrado percibir ese brillo exagerado que desprendían las miradas cuando estaban frente al héroe mágico.


Harry le dijo que no quería unos admiradores, quería padres para su hijo y nada más. Continuaron con las entrevistas confiando en que pronto encontrarían a las personas adecuadas. Lamentablemente el tiempo corría, y el nacimiento del bebé estaba programado para finales de Noviembre. El invierno se había adelantado ese año y los terrenos del colegio ya se encontraban tapizados de nieve y escarcha, y ellos seguían sin encontrar la pareja ideal.


— No puedo creer que esto vaya a ser un fracaso. —se lamentó Harry después de despedir a una pareja que, aunque deseaba inmensamente tener un bebé, Harry no los eligió. ¿El motivo? No había posibilidades de hermanos para su hijo, y aunque la tristeza en el matrimonio rechazado le hizo sentir miserable, no desistió, primero era su bebé.

— Es usted demasiado estricto, Señor Potter. —suspiró Severus sin criticarlo realmente, solo evidenciando un hecho—. Esa última pareja puede adoptar más niños si se lo pide, así habría esos hermanos que quiere para el bebé.

— Lo sé, pero son algo grandes de edad, no podrían criar a más niños sin desgastarse demasiado y terminar enfermando.

— Eran de mi edad. —gruñó por lo bajo, Harry pareció no escucharlo, estaba demasiado distraído por el fracaso.

— ¿Hay alguna otra pareja más? —le preguntó pensando en irse a descansar, los pies le punzaban dolorosamente.

— Sólo una. —confirmó Severus mirando el registro que llevaba—. Esperaron con Dumbledore en su despacho hasta que pudieran venir, le avisaré que ya nos hemos desocupado.


Harry afirmó y después de subir los pies sobre un taburete vio a Severus enviando el mensaje por la red flu.


Al desocuparse, Severus volteó a mirar a Harry que aprovechaba el tiempo libre intentando masajearse los pies, pero sin éxito, su abdomen ya bastante prominente le impedía hacerlo cómodamente. Decidió ayudarlo un poco, y sentándose sobre el taburete colocó los pies de Harry en su regazo para darle el masaje que necesitaba.


El chico abrió los ojos con inmensa sorpresa, Snape se portaba muy bien con él pero al parecer jamás hubiese imaginado que llegara a esos extremos. Sin embargo, no dijo nada. El Profesor notó en la expresión del rostro de su alumno que el masaje le era tan exquisito que no pudo más que cerrar los ojos y disfrutarlo.


Los dedos de Severus se movían delicadamente por las zonas más sensibles del pie de Harry, lo notaba algo hinchado pero aun así lucía hermoso. Levantó la mirada para ver el rostro de su alumno, tenía una sonrisa placentera mientras se mordía el labio, seguramente para no dejar escapar algún suspiro.


Eso le molestó, sus suspiros eran suyos y se los estaba robando.


Tocaron a la puerta interrumpiéndolos en su momento de silencio. Harry no reprimió un quejido de disgusto cuando las manos de Severus abandonaron su cuerpo.


El profesor fue quien abrió y ante él apareció una joven pareja, no mayor de veinticinco años que sonreían con timidez. Ella era alta, hermosa, de rizos dorados y encantadora mirada azul. Él también era alto, de cabello negro y ojos verdes, tenía una expresión gentil y mirada inteligente.


De inmediato Severus notó que la primera impresión había causado buen efecto en Harry, no por lo atractivo de la pareja sino por sus manos entrelazadas brindándose ánimo ante lo que pudiera ocurrir. Y de pronto, tras de ellos apareció Dumbledore llevando en brazos a una preciosa niña de unos cuatro años de edad, de cabello oscuro como el padre pero los rizos de su mamá y sus ojos azules tan relucientes como el mar.


— No he podido desprenderme de Anabela. —dijo el anciano mientras se adentraba con toda confianza en el dormitorio del Profesor. Sin embargo, cuando pasaron junto a Harry, éste y la niña intercambiaron una mirada muy significativa. De inmediato Anabela se olvidó de su fascinación por el hombre de larga barba blanca y casi saltó a los brazos de Harry.


Rápidamente la madre quiso ayudarle pero Harry se negó amablemente, y con la niña en brazos regresó a su asiento mientras Severus acomodaba a la joven pareja sobre el mueble frente a la chimenea, presentía que esa entrevista sería larga.


— Es hermosa. —comentó Harry acariciando el lustro cabello oscuro de la niña—. Y su nombre es tan dulce y encantador como una princesa.

— Es el nombre de mi abuela. —aclaró la joven rubia con un notable acento francés, pero lo que llamó la atención de Harry fue la calidez de su voz, era tan suave y melodiosa que seguramente podía relatar cuentos y transportar a las mentes infantiles a través de los sueños.

— No nos hemos presentado. —intervino el hombre ya menos nervioso—. Mi nombre es Leonard y mi esposa se llama Eloise, vivimos en Escocia, nuestra vecina es prima de la señora Weasley y ella nos habló de su deseo.

— ¿Y su acento?

— Ambos somos franceses, estudiamos en Beauxbatons y ahí nos graduamos, nos venimos a trabajar a Escocia hace cuatro años, nuestra hija nació aquí y decidimos criarla con ambas nacionalidades.

— ¿En qué trabajan? —quiso saber Harry.

— Tengo una imprenta... algo aburrido ¿no? —se disculpó Leonard—. Pero por lo menos tenemos mucho qué leer.

— Yo trabajo en casa. —dijo Eloise—. Doy clases particulares de literatura y piano.


Harry guardó silencio observándolos detenidamente, los vio volver a tomarse de las manos al saberse objeto de estudios. Él y Severus comprendieron que quizá temían parecer demasiado aburridos, pero Snape pensó que para Harry eso era perfecto, sus vidas se antojaban normales, llenos de días en ambiente familiar, comiendo todos juntos alrededor de una mesa con un enorme florero de geranios. A Eloise la imaginaba bordando mantelitos individuales demostrando el cariño para su familia.


Anabela se bajó del regazo del Gryffindor en esos momentos y corrió a brazos de su madre donde se dispuso a dormir. Harry sonrió ante la dulzura con que ella sostuvo a su hija y cómo ésta se relajaba en su pecho consiguiendo dormir en aquel sitio que debía parecerle muy extraño.


La entrevista continuó. Harry y Severus los llenaron de preguntas una tras otra y la joven pareja respondía con la mayor seguridad posible, en un principio era evidente su nerviosismo pero parecían igualmente animados por no haber sido eliminados desde hacía un buen rato.


Harry lucía cada vez más complacido. Leonard y Eloise eran una pareja serena pero también divertida, Leonard les relató anécdotas de Anabela, su hija no era tan tranquila como aparentaba, tenía una mente despierta y siempre preguntaba todo metiéndoles en infinidad de apuros pero ellos los atesoraban en su corazón.


No podían tener más hijos, el parto había sido complicado y Eloise perdió su capacidad de ser madre a pesar de tener un gran cariño por los niños. Había creído resignarse a dedicar su vida sólo a Anabela cuando llegó el ofrecimiento que les cambió la vida. De inmediato hicieron todos los preparativos para el viaje llevando sobre todo sueños e ilusiones por ser los elegidos.


Anabela despertó entonces y mientras de frotaba los ojos preguntó si ya había nacido el bebé. Harry sonrió mientras Eloise y Leonard se sonrojaban.


— Ella está ansiosa de un hermanito, pero entenderá si eso no es posible. —comentó el hombre con una sonrisa—. Sin embargo, no niego que nos iríamos muy tristes si obtenemos una respuesta negativa, fue imposible no dejar volar nuestros corazones aunque sabíamos que la prueba sería difícil.

— Les advierto que las preguntas más importantes vienen a continuación. —aseguró Severus fríamente.

— ¡Yo las respondo! —gritó Anabela con su entusiasta voz infantil—. ¡Mamá me ha enseñado todo!


Harry abrió los brazos invitando a Anabela a regresar a su lado, la niña miró a su madre en busca de permiso y en cuanto la vio asentir corrió feliz sentándose sobre las piernas de Harry.


— ¿De verdad vas a prestarnos a tu bebé? —preguntó acariciando la barriga de Harry.

— ¿Prestar?

— Mamá dijo que nosotros te lo íbamos a cuidar, que sería su hijo y mi hermanito, pero que tú serías siempre su papá y debíamos honrar a la verdad.


Harry asintió sin sonreír, estrechó a Anabela contra su pecho besando su coronilla mientras decidía que lo mejor era continuar la entrevista de inmediato.


— ¿Están dispuestos a renunciar a todo?

— A todo, menos a Anabela. —aclaró Eloise sin dudarlo.

— ¿Tienen más familia?

— Sólo una hermana, se llama Natalie, está comprometida para casarse muy pronto con Edward, ambos están dispuestos, igual que nosotros a abandonar todo, cambiar nuestros nombres y empezar una nueva vida desde cero.

— Natalie y Edward son Aurores. —les informó Leonard con emoción—. Y son muy buenos, a nuestro lado el bebé estará seguro, puedo prometérselos.

— Es un factor muy conveniente. —afirmó Severus.

— Natalie es una chica adorable. —dijo Eloise—. Quizá no es muy objetivo que lo diga yo que soy su hermana, pero pueden conocerla cuando gusten y confirmarán mis palabras. Sería una tía cariñosa, aunque también consentidora.

— ... y le daría primos para jugar. —susurró Harry soñando con la familia que siempre hubiese deseado.

— No lo duden. —manifestó Eloise con entusiasmo—. Natalie se casará en cuanto tenga la nueva identidad y quiere tener hijos de inmediato, su futuro esposo está de acuerdo en que se tome un par de años de descanso en su carrera como Auror.

— Sí, me encantaría conocerla. —suspiró Harry con una sonrisa que elevó el ánimo de Eloise y Leonard, todo marchaba muy bien.

— ¿Entonces nos aceptan?


Harry miró a Severus quien mostraba aprobación por haber sido incluido en la pregunta, aunque de cualquier forma no lograba sentirse contento con haber encontrado la pareja que se llevaría al bebé.


Después de que Harry asintiera, hicieron planes de volver a reunirse el fin de semana siguiente y llevarían a Natalie y Edward con ellos para que les conocieran. Antes de despedirse, Harry aprovechó que Dumbledore entretenía a la dulce Anabela para acercarse a sus padres.


— No vuelvan a decirle a la niña que el bebé es prestado. —les advirtió con suavidad—. Si aceptan a mi bebé será suyo completamente, deben verlo como tal y Anabela tiene que ver en él a un hermano real.

— Lo siento, no hemos querido hacer distinciones entre ellos. —se disculpó Eloise—. Pero pensamos que ustedes querrían tener algún derecho con el bebé.

— Renuncio a él por completo, no quiero darle una familia adoptiva, quiero una verdadera familia para mi bebé. Tienen que prometerme que lo querrán como si fuera nacido de ustedes.

— Lo prometemos. —respondieron al unísono.


Cuando por fin se quedaron a solas, Severus buscó a Harry con la mirada esperando notarlo triste, pero no fue así, el chico sonreía satisfecho.


— Creo que podemos cancelar el resto de las entrevistas. Ellos son los que quiero para mi bebé. —afirmó emocionado.

— ¿Está seguro de querer proceder?

— Totalmente, Profesor, mi niño va a tener todo lo que quiero para él. Eloise y Leonard serán unos buenos padres, hasta sus nombres me gustan, son como de bondadosos reyes de un país mágico.

— Bueno, son magos. —refutó con indiferencia.

— Oh, Profesor, no sea tan sensato y deje volar un poco la imaginación.

— Creo que las hormonas le juegan una mala pasada, en su favor le prometeré no recordárselo cuando vuelva a ser el mismo de siempre... Mmm, espere, creo que mejor retiro mi promesa, será divertido mofarme de sus sueños de reyes, príncipes y hadas madrinas hasta el fin de nuestros días.


Harry sonrió por un breve instante pero casi enseguida desvió la mirada fijándola en las llamas crepitantes de la chimenea. Severus se mantuvo en silencio observándole, había aprendido a conocer a Harry mejor que muchas otras personas, y sabía que, aunque le emocionaba imaginar una vida perfecta para su bebé, también le dolía no ser parte de ella.


Se acercó hasta él abrazándole sin palabras, no hacía falta ninguna, y ni con el estorboso y prominente abdomen que los separaba, Severus dejaba de pensar que sus cuerpos formaban un perfecto ensamble. Cerró los ojos mientras enterraba su nariz en aquellos rebeldes cabellos.


En esos momentos sería capaz de olvidar hasta su nombre y sólo estar seguro de una cosa: podría abrazar a Harry Potter por siempre.






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Imposible no quererteOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz