Llevándose una gran sorpresa

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Llevándose una gran sorpresa





Era casi medianoche pero Severus Snape continuaba revisando concienzudamente los patéticos intentos de sus alumnos por llenar cincuenta centímetros de un ensayo sobre pociones medievales, algunos no tenían ni el más mínimo interés por aprender y su mayor esfuerzo fue hacer la letra más grande y ocupar el mayor espacio posible.


Alguien llamó a la puerta en ese preciso momento y de inmediato le hizo pasar, no sin antes obligarse a no bufar desesperado. No se molestó en levantar la mirada, ya sabía de quién se trataba y eso no hacía más que incrementar el ardor de su úlcera estomacal.


— Siéntese, Potter. —le ordenó entre dientes.


Lo escuchó caminar en silencio hasta una de sus sillas y obedecer. Bien, por lo menos el ingrato chico tampoco tenía deseo de conflictos. Continuó con su trabajo hasta que sus agudos oídos percibieron una clara respiración de disgusto. Ya casi se había olvidado de la presencia de Potter, y aunque hubiese querido continuar ignorándole un buen rato, por lo menos hasta terminar de revisar los endemoniados ensayos, decidió que lo mejor era salir del mal paso lo antes posible.


— Si está demasiado ocupado puedo volver más tarde. —sugirió Harry sin disimular su ansiedad por marcharse de ahí—. O decirle a Madame Pomfrey que se haga cargo.

— Si eso fuera posible ya se me habría ocurrido a mí, Potter. —respondió Severus sin voltear a mirarlo y tampoco sin ocultar que esa reunión no era de su agrado.


Finalmente se puso en pie acercándose hasta un extremo de su despacho donde tenía una mesa con varios utensilios preparados. Hizo una seña a Harry para que se acercara y nuevamente el chico obedeció al instante, desesperado por terminar con el proceso y marcharse.


Snape hizo que Harry ocupara una silla mientras él permanecía en pie. No se molestó en ser suave, sujetó la mano de su alumno extendiéndole el brazo y levantándole la manga de su camisa para ver la blanca piel bajo ella. Hábilmente enrolló una liga por encima del codo hasta dejar más visible la línea de las venas.


— ¿Agujas? —cuestionó Harry, su rostro había palidecido al mirar que en la mesilla se encontraba una gran jeringa de unos veinte milímetros con una aguja enorme en la punta—. ¿No hay algún hechizo para esto?

— ¿Miedo?

— No, sólo preguntaba.


Harry ya no pudo decir más, sintió el pinchazo y el duro metal introduciéndose en su brazo, tuvo que apretar los labios para no quejarse. En realidad no le dolía, pero era inevitable no estremecerse por la idea de tener una aguja enterrada en su cuerpo. Vio su sangre salir y llenar la enorme jeringa, estuvo a punto de desviar la mirada pero sentía los ojos negros fijos en él, así que se obligó a permanecer casi con indiferencia, aunque su estómago revoloteó con la imagen.


Snape se percató de eso y sus labios se estiraron en una mueca burlona.


— En realidad, ya que lo pregunta... sí hay un hechizo.


El Profesor notó que su alumno fijaba su mirada ahora en él, seguramente querría matarlo pero eso no le importaba, terminó de extraer la sangre necesaria y sacó la aguja colocando un parchecito en su lugar.


— Puede irse, Potter, y recuerde que no debe mencionar nada de esto a nadie, ni siquiera a sus amigos. —le advirtió el hombre—. A Dumbledore no le gustará enterarse si ha incumplido a su palabra.


Al quedarse solo, Severus respiró profundamente antes de disponerse a llevar a cabo la labor que Dumbledore le encomendó unos días atrás. El Director quería que él se asegurara de que Harry estuviese en perfectas condiciones de salud, de repente le había dado por desconfiar de todo mundo, y la razón había sido la última reunión de Mortífagos. Severus le relató que el Señor Tenebroso sugirió el uso de Imperius a todo aquel que fuera posible y que pudiera proporcionar información sobre Harry Potter para poder destruirlo sin riesgo alguno.


Inmediatamente después de habérselo dicho, Severus se había arrepentido. Ahora Dumbledore no quería ni que Pomfrey tocara a Harry, mandó destruir los expedientes clínicos y toda huella de su información biológica. Tenía a Severus siguiéndole los pasos a Harry en todo momento, y siempre lograba convencerlo de idear maneras en que el chico de gafas se mantuviera lo más cerca posible del Profesor.


Snape casi estuvo a punto de renunciar a los tres días, después de que Dumbledore continuara con su cantaleta de que "Eres el único en quien confío para su protección"


Arghhh, ¡si supiera que sería el primero en estrechar dichoso el cuello de Potter en sus manos hasta verlo amoratarse y que sus ojos siempre tan verdes dejaran de brillar de esa forma exagerada!. Pero era un sueño irrealizable que sólo funcionaba para sacar de su cuerpo esa ansiedad estremecedora que aparecía cuando Potter estaba cerca.


No tenía más remedio, ese irritante anciano era su debilidad, a pesar de sus ideas extravagantes sentía un gran aprecio y agradecimiento por lo que había hecho por él. Debía olvidarse de darle a Potter lo que realmente merecía y concentrarse en protegerlo, incluso de sí mismo.


Realizó varias pruebas con la sangre de Harry, las más importantes, algunas incluso necesitaban días para poder interpretarse y era importante tener la información cuánto antes. Las menos necesarias las pospuso para el día siguiente, estaba cansado y necesitaba irse a dormir.


Se llevó todo a su habitación, no pensaba dejar sin resguardo tan preciados datos. Fue al baño, se dio una ducha y después se metió a la cama cayendo pronto en un rápido sueño sin volver a pensar en Harry ni un solo momento.


Imposible no quererteUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum