Epílogo

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Rápidamente pasaron los meses, Joshua y Emma se instalaron cerca de la frontera con México para poder irse a otro país en caso de que el ex coronel decida buscarlos.

Emma disfruta de la vista al mar que tienen en su pequeña casa, Joshua le pidió a Cass que vendiera la casa de sus padres para poder comprar su nuevo hogar, uno tan lejos de los demonios para que pudieran ser felices.

—Amor, hoy tengo que cubrir a Eliot en la fábrica y de ahí me voy al club.

Emma suspira, es difícil encontrar trabajo estando embarazada y Joshua tuvo que tener dos empleos.

—Quisiera ayudarte con el dinero —dice ella con cierto fastidio.

Joshua solo besa su frente.

—Ya lo hablamos, solo es mientras nace nuestro hijo y hasta que cumpla un año —Acaricia el enorme vientre de Emma.

—Lo sé, pero a penas y te veo, no quiero que este bebé tenga un padre ausente.

Joshua se rie, toma a Emma por los hombros y la llena de besos.

—Tenemos lo justo para la llegada del bebé, no quiero que tú dejes de comer como es tu costumbre, Gema de mi vida.

Emma solo resopla como si con eso pudiera cambiar las cosas.

—Hablé con Arturo —Eso hace que Emma salte de felicidad—, llega en unas horas para conocer a nuestro hijo o hija.

Pero toda la felicidad de Emma se esfuma en medio segundo, baja la mirada y nota un charco de agua a sus pies, solo que no es agua.

—Joshua...

Ambos se miran con terror, los dos comprenden la situación, su hijo va a nacer.

—Aún no es tiempo, faltaba una semana.

—¿A si...? Pues dicelo a él o ella.

De pronto Emma se dobla un poco por el dolor, ella se siente morir y solo llega a pensar en que solo es la primera contracción de muchas y que tardará horas en dar a luz.

—Las contracciones debían empezar después, no ahora.

Emma toma a Joshua por la ropa visiblemente colérica.

—Si sigues diciendo que aún no deberían pasar las cosas te mato —Una nueva contracción aparece—. ¡Llévame al maldito hospital!

Joshua asiente y Emma lo suelta llevando sus manos al vientre. Joshua solo empieza a correr de un lado a otro buscando las cosas para llevarla al hospital.

—¿Crees llegar al auto sola?

Emma empieza a hacer sus ejercicios de respiración, pero ni así logra calmarse.

—Lo intentaré, pero si llego antes que tu, te dejo y me largo al hospital.

Emma empieza a avanzar y siente que a cada paso que da una nueva contracción aparece.

Ella no deja de pensar en el dolor que siente y que espera jamás volver a sentir.

Cuando llega al auto también lo hace su marido con todas las cosas.

—Te ayudo —La sienta en el asiento de copiloto—. Ponte el cinturón, llegaremos en veinte minutos.

—Más te vale que sea en diez, no creo que vaya a aguantar veinte minutos sin salir.

Grita esta vez gracias a otra contracción, Joshua solo maneja como si no hubiera un mañana, no le importaba pagar una multa, solo pensaba en que su esposa y su hijo estuvieran bien.

La hija del coronelWhere stories live. Discover now