Extra I

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🌈Bienvenido Alberto🌈

—Y este es tu salón de clases —Giulia rodó los ojos con una pequeña sonrisa al ver la expresión de curiosidad de Alberto—, cómo puedes ver no estarás con nosotros ya que eres un año mayor, pero descuida, nos veremos a la hora del almuerzo.

—¿Estaré solo? —preguntó incrédulo dirigiendo su mirada a Luca.

El pequeño castaño negó.

—Apuesto a qué harás mucho más amigos de los que crees —y luego, con un leve sonrojo en sus mejillas, agregó:— tienes un talento natural para encantar a las personas.

Alberto sintió una cálida sensación en su pecho.

—¿En serio lo crees?

—Por supuesto.

Sus miradas se encontraron por unos segundos y las sonrisas no cabían en sus rostros, ambos se sentían ajenos al mundo a su alrededor, algo que sucedía cada vez más seguido desde aquel primer beso.

Ah, el amor inocente de dos chicos.

Un bufido los sacó de sus pensamientos.

Giulia soltó un quejido.

—Nunca creí que diría esto, pero... extraño a Gustavo, al menos él hacía que estás escenitas no fueran tan incómodas para mí.

Luca le sonrió a modo de disculpa mientras Alberto fruncía el ceño.

Antes de poder decir algo, la campana anunciando el inicio de las clases después de un largo verano, lo interrumpió.

—Bien, nos vemos aquí cuando sea el final de la tercera hora —antes de que alguno pudiera quejarse, la pelirroja tomó del brazo al más pequeño y lo jaló lejos del alcance del moreno—. Trata de no reprobar en tu primer día de clases, Alberto.

El nombrado alzó una ceja y se cruzó de brazos.

—Apuesto a qué seré el mejor.

Giulia rió.

—Esa ni Gustavo se la creería.

Con un movimiento de mano a modo de despedida, Luca salió corriendo con la chica aún sosteniéndolo.

Alberto dejó de sonreír cuando su amiga y su pequeño habían desaparecido de su vista.

Suspiró y miró ansioso la puerta frente a él.

—Bien, Alberto, luchaste contra unos cazadores, salvaste a Luca de ellos, incluso viajaste dentro de un ballena falsa —pensó—, lograste sobrevivir aún con Gustavo de compañía el resto del verano. Una escuela no te hará nada. Tu puedes.

Y con nuevas fuerzas entró decidido al salón.

...Oh, diablos, ¿eso era un salón de clases?

Había adolescentes por todos lados, algunos hablando entre sí sentados en sus lugares, otros de pie gritando quien-sabe-que y otros al fondo del salón lanzando... ¿eso era una peluca?

En fin, lo normal, en una escuela, supuso.

Trató de ignorar las miradas que le lanzaban algunos y fue a sentarse al fondo en un asiento a lado de la ventana.

Tal vez... ¿te quiero? Luca y AlbertoWhere stories live. Discover now