Capítulo 10: Bruno

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Ambos amigos habían llegado a la casa de Giulia advirtiéndoles a la pelirroja y al castaño que el rey y sus tropas habían llegado.

Los cuatro salieron de la casa mirando como el rey llegaba y salía del agua convertido en humano.

Él ya hombre se detuvo a una distancia considerable de los habitantes de Portorosso, quienes estaban ya preparados para lo que parecía ser una posible batalla.

—¡Buenas noches! —exclamó el rey mirando a los humanos con una sonrisa que sólo reflejaba hipocresía— ¡Habitantes de Portorosso, yo soy Adriano Colombo! Rey del clan aguamarina —saludo inclinándose un poco de forma cortés—, vine aquí porque ustedes tienen a alguien de los míos —se enderezó borrando su sonrisa y mirando a los habitantes con ojos fríos y penetrantes— y lo quiero devuelta.

—Si hablas de tu hijo —hablo Massimo llamando la atención del rey—, él vino porque quiso, nadie lo obligó.

Adriano rio falsamente.

—Miren, esto es sencillo; entrégenme a mi hijo y puede que deje a alguien vivo —se encogió de hombros el rey.

—¡No lastimarás a nadie! —grito Massimo con voz demandante— ¡no lo permitiremos!

El rey sonrío de lado.

—No se si lo notaste, pero... somos más que ustedes —rio con burla señalando al batallón detrás suyo.

—¡Mentira!

El rey observó como monstruos marinos salían del agua convirtiéndose en humanos y parándose a lado de los habitantes de Portorosso.

Daniela Paguro era la que había hablado.

—Nosotros somos más que ustedes —dijo la mujer mirando amanezante al rey.

Adriano chasqueo la lengua.

—Es triste ver como mi propia raza me traiciona —comentó mirando con desprecio a Daniela—, triste y repugnante.

El rey se quedó de pie unos segundos antes de nadar de regreso a lado de sus tropas y gritar:

—¡Entonces pelearán contra nosotros! —miró hacia su lado derecho, encontrándose con el comandante de sus tropas— ¡Comandante!

El hermano del rey espero las órdenes del mayor cuando alguien exclamó un <<¡NO!>> interrumpiendo las palabras de Adriano.

Vieron salir a cuatro niños de entre la multitud de humanos.

Reconoció a los dos que se habían escapado de su reino y logró ver a su hijo cuando este entró al agua, convirtiéndose.

—¡Hijo mío! —exclamó el rey.

—Padre no puedes hacer esto —dijo Gustavo mirando seriamente a su progenitor—, no está bien.

La sonrisa de Adriano pronto se transformó en una mueca.

—¿Qué?

Luca y Alberto nadaron quedando a los lados de Gustavo, quien miró a todos los suyos con una mirada triste; cada soldado llevaba un casco y una lanza, listos para atacar sin remordimiento a quienes eran inocentes.

Miró a su padre y suspiro.

—Los humanos no son como tu crees.

El rey miró desconcertado a su hijo.

Frunció el ceño y volteo a ver molesto hacia los humanos.

—¡¿Que le hicieron a mi hijo?!

Tal vez... ¿te quiero? Luca y AlbertoWhere stories live. Discover now