•12• Huelga de silencio.

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Partiríamos mañana a Seúl luego de los que fueron siete días de 'luna de miel'.

Jungkook al parecer se había ido al baño, quise pensar que no fue a bajarse la erección, pero era lo más probable. Sola, me vi obligada a ignorar cualquier tipo de molestia y dormir. Con ayuda del alcohol pude dormirme rápido, lo que agradecí porque no quería verle la cara. Si después de semejante desplante esperaba que le hablara como si no hubiese ocurrido nada, estaba muy equivocado.

Al día siguiente fueron 10 horas con diez minutos de vuelo, y en ningún momento le dirigí la palabra. Él al parecer entendía que lo ignoraría si me hablaba así que se abstuvo a decirme cualquier cosa.

En nuestra casa todo yacía igual a como lo dejamos antes de irnos, quizá hubiera un poco de polvo en los muebles, pero eso no lo iba a solucionar Jungkook y mucho menos yo, que no he cogido en mi vida un plumero. Ya tendremos que encargarnos de contratar a alguien que se encargue de eso semanal.

Ninguno se dijo nada. Subí con calma los peldaños hasta el segundo piso y entré a la que era mi habitación.

Mientras miraba al techo luego de haberme tumbado bocarriba en la cama pensaba en que a esta habitación le faltaba algo. Me senté y miré a mi alrededor buscando ese escondido inconveniente.

Un espejo, un escritorio, la puerta del baño.... ¡KingKang!

Mierda, ¿cómo pude olvidarme de él?

Inmediatamente saqué mi celular de mi bolso y me lo eché en el pantalón para luego ponerme de pie. Pensé en que más podía llevarme pero mi celular era lo más importante. Salí de la habitación y luego de la casa con la suerte de que Jungkook no estaba por ninguna parte, debía estar en su habitación.

Tendría que ir a la casa de mis padres si quería traer a mi mascota conmigo, además ahí están sus cosas.

Minutos después estaba frente a la que era fue mi casa toda mi vida, hasta los malos recuerdos que tengo de este lugar me dan nostalgia y ganas de volver. Caminé hasta la entrada y la puerta me fue abierta por una empleada que por supuesto me reconoció, yo también las conozco a todas de alguna forma.

-Señorita, bienvenida- me hizo una reverencia

-Gracias-dije mirando a todos lados, no puedo creer que ya no vaya a vivir aquí-¿y mis padres y mi hermano?-le pregunté a la chica

-Bueno, su padre y su hermano trabajan, su madre sí se encuentra- respondió, tratándome con la cordialidad a la que estoy acostumbrada.

-Uh, bien ¿en donde tienen a Kingkang?, me muero por verlo.-digo avanzando por la sala principal, ella me sigue un paso más atrás.

-En el césped, ya nos encargamos de que comiera, y los días en que usted no estuvo le estuvimos dando los mismos cuidados como siempre- me dice y yo asiento mientras que busco su pelaje blanco por el inmenso patio trasero.

Escuché dos ladridos a mi costado y entonces vi a mi adorable perrito venir corriendo en mi dirección, sacándome una sonrisa. Llega a mí y posa sus patitas delanteras en mi pierna, mirándome desde su baja estatura a medida que mueve su pequeña colita. Verlo jadeante de felicidad me dice que yo no fui la única que lo extrañó.

-¡Bebé!- exclamé agachándome para acariciarlo detrás de las orejas, recibiendo torpes lamidas en mis manos- perdóname, bebé, te abandoné.

Mientras estoy en mi nido de amor con mi hijo postizo, percibo la presencia de otra persona a mi derecha. Miro y mi sonrisa disipa levemente. Mi madre.

-Mamá- murmuré levantándome del suelo.

-HaeMi, hija! ¿Cuando llegaste?- dice saliendo. La empleada nos reverencia en silencio y se marcha.

Casada Con Jeon.Where stories live. Discover now