Capítulo 31: Chris

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Cuando escucho el timbre del colegio me bajo del auto para que Gia pueda verme. Primero salen los más chiquitos, entre gritos y empujones, me cuesta creer que hace un año yo salía por esas mismas puertas. Unos cinco minutos después aparece mi novia hablando con Lili. Al verme se despide de su mejor amiga, mira para cruzar, y viene corriendo hacia mí. La recibo con los brazos abiertos y la estrecho contra mi cuerpo.

—¡Feliz aniversario, amor!

—¡Feliz aniversario, hermosa! ¿Cómo te fue?

—Genial, me saqué un diez en historia.

—¡Esa es mi chica! —la felicito y le doy un beso.

Nos separamos y ella se sube al auto. Me estoy dando vuelta para ir hasta el lado del conductor cuando siento que una mirada se me clava en la nuca. Giro y me encuentro con los claros ojos de Romina que nos fulminan desde la vereda de enfrente. Estoy por abrir la puerta, pero antes decido hacer algo.

—¡Hola, Romina! ¿Cómo estás? digo y la saludo con la mano como si fuera lo más normal del mundo. —¿Sabías que hoy cumplimos cinco meses? Vamos a hacer una escapada especial para celebrar, ¿no es buenísimo? ¡Que tengas una linda tarde! —exclamo para concluir y me subo al auto.

—Si fuéramos dibujitos animados le estaría saliendo humo de las orejas —comenta Gia viendo por la ventana cómo Romina se aleja hecha una furia. Se voltea hacia mí y me dedica una sonrisa radiante. —¿Sabías que te amo?

—Yo te amo más.

—Lo dudo —replica divertida desviando su mirada a mi boca.

—Definitivamente yo te amo más, hermosa.

—Chris, ¿podés dejar esta competencia estúpida y besarme de una vez?

—A sus órdenes, mi general —asiento con una sonrisa bobalicona al escuchar su tono deseoso e impaciente y atrapo sus labios con los míos. Aunque pasaron cinco meses me resulta inevitable sentir fuegos artificiales en mi interior.

***

—¿Sabés qué quiero? —pregunta Gia cerrando su libro.

—¿Qué querés?

—Un bibliotecario desordenado y malhumorado.

—¿Qué? ¿Y yo? —finjo estar ofendido.

—Vos estás bien, pero el Señor Reed es el Señor Reed. Ay, cómo me gustaría vivir en un libro... —dice soltando un suspiro.

—¡Ah, bueno! ¡Te estoy llevando a visitar un palacio! ¿El Señor Reed hizo eso?

—Nop, pero... todavía no terminé el libro —contrapone con una sonrisa socarrona.

—¡GIA! —me quejo, ella se ríe y me toma de la mano.

—No te pongas celoso, Chrisy —empieza divertida, sin embargo se pone seria y se aferra a mí con fuerza. —Vos lograste lo inimaginable, Chris: me hacés sentir lo mismo que en los libros. Por su culpa mis expectativas son tan altas que pensé que nunca iba a poder cumplirlas, pero vos... vos rompés todos los límites. A veces me cuesta darme cuenta de que no estoy leyendo esto. No me bajaste la luna, Chris, eso te parecía demasiado fácil, vos pusiste estrellas en mi cielo. Una más brillante que la otra, de esas que nunca se apagan y te guían a la tierra de Nunca Jamás.

Freno el auto, ahí mismo. Me giro en mi asiento y me la quedo mirando.

—¿Qué hacés? Nos pueden chocar, Chris, ¡avanza!

Estiro mi mano, acomodo un mechón de pelo detrás de su oreja y acaricio su mejilla. La sonrisa que tengo en el rostro no hace más que ensancharse.

—Te amo. Más que a nadie en este mundo, Gia. Demasiado. Tanto que a veces da miedo. Tengo tantas ganas de pedirte que no vayas a estudiar lejos, pero sé que es tu sueño y no quiero ser un impedimento para vos. Quiero ayudarte a cumplir todos tus sueños, Gia.

—Entonces no perdamos ni un minuto. Ganémosle al tiempo y a la distancia, probemos que podemos. Juntos.

Me inclino hacia adelante y le doy un pequeño beso.

—Ahora creo que es mejor que avances porque si pasa un auto y nos chocan no le vamos a poder ganar a nadie.

—Sí, está bien. Vamos a visitar un palacio.

***

Después de una intensa clase de tango y un recorrido por las instalaciones subimos a la azotea del Palacio Barolo. Sirve como café o restaurante y tiene una vista panorámica magnífica. Solo podemos permanecer dos horas, pero no nos molesta porque ya casi está por atardecer y eso es lo que queremos ver sí o sí. Nos sentamos en la mesa que nos indican y nos entregan las cartas. Unos minutos después ya tenemos los pedidos hechos y solo queda esperar la merienda.

—Es hermoso.

—Voy a extrañar hacer salidas juntos por Buenos Aires. No me di cuenta hasta recién lo bueno que es vivir tan cerca de la capital —dice admirando la vista con gesto melancólico. Estiro mi brazo por encima de la mesa y giro su rostro para que me mire.

—Vivamos el presente, ¿sí? Disfrutemos el momento.

—Sí, es verdad. Bueno, creo que vamos a necesitar más clases de tango, no se te da muy bien.

—¡¿Perdón?! Marcia dijo que se me salía de maravilla.

—Me pisaste... muchas veces.

—Lo dice la chica a la que se le enredaron los pies y si su novio no la estaba sosteniendo se daba la cabeza contra el piso. Creo que vos y el baile son una combinación peligrosa, recordemos que cuando te encontré en el boliche estabas bailando encima de una banqueta. Y muy en pedo.

—¡Christian! ¡No me recuerdes eso! Dios, qué vergüenza —se sonroja y esconde la cara entre sus manos.

—La verdad es que tenías muy buenos pasos...

—¡Chris!

—Hermosa, si no hubieras estado en una situación riesgosa por cuestiones dudosas no estaríamos acá.

—No eran cuestiones dudosas, ¡fue por una nota! ¿Quién desaprueba un examen de historia?

—Todo el mundo.

—Se supone que yo no.

—Me alegra que hayas desaprobado —confieso sinceramente y ella me fulmina con la mirada. —Fue un placer ser el caballero de brillante armadura que rescata a una damisela en apuros por esa noche. Aunque prácticamente me vomitaste encima.

—¡Chris! ¿Es necesario?

—Solo estoy repasando nuestra historia de amor —respondo con una sonrisa burlona. Agarro su mano y le doy un delicado beso. —Feliz aniversario, hermosa.

Al instante se le pasa todo el enojo. Ambos levantamos nuestros vasos y brindamos por nosotros.

***

Estamos en el borde de la terraza. La vista es impresionante y los colores son demasiado hermosos como para poder describirlos con palabras. Paso un brazo por la cintura de Gia y la atraigo más hacia mí, ella apoya su cabeza en mi hombro. No decimos nada, simplemente disfrutamos el atardecer. El sol, que parece una llama naranja, va bajando de a poco y el cielo va cambiando de rosa a violeta y azul. El perfume a jazmín y vainilla de Gia acompaña la imagen de una manera preciosa. Intento grabar los detalles en mi mente, cada uno de ellos. Busco conservar todas las sensaciones del día: desde que me abrazó al salir del colegio y tuvimos la desastrosa clase de tango, hasta que corrimos por los pasillos del Palacio Barolo y tomamos café en la azotea.

—Quiero que esto dure para siempre —susurro.

—Yo también, Chris.

Entrelaza nuestros dedos y volvemos al silencio, a mis notas mentales. De repente se gira y acerca su cabeza a la mía, con sus ojos marrones brillantes y un tono de voz casi inaudible, agrega:

—Nuestra historia de amor es mi favorita de todas.

—La leería mil veces —le aseguro y mi respuesta le forma una tierna sonrisa en el rostro. Se arrima un poco más, tanto que puedo sentir su respiración en mis labios. Espera un segundo y me besa. Ahora sí, este es el momento exacto en que quiero que se congele el tiempo porque sé que esto quiere decir "te amo".

Por una Notaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن