Capítulo 24: Gia

66 12 3
                                    

-¿Por qué me amarías? -pregunto con la voz rota.

Sus pulgares limpian las lágrimas que no dejan de brotar de mis ojos y sus manos atrapan mi rostro. Deposita un suave beso en mi frente y dice:

-Porque sos digna de amor, Gia. Tu risa y tus lágrimas, tu curiosidad y tus miedos. El brillo en tus ojos cuando lees o hablas de tus libros. La sonrisa cuando caminamos de la mano tomando helado. Tus susurros incoherentes cuando estás dormida y tu extraño amor por las películas de terror. Tu pelo y tus ojos marrones. Tu manía de tener las mejores notas... Todo en vos es digno de ser amado y agradezco de todo corazón haberme dado cuenta.

Mi cuerpo tiembla, pero en un buen sentido que nunca había experimentado. Las dos palabras resuenan en mi cabeza una y otra vez, como la canción más hermosa del mundo: te amo, te amo, te amo, te amo, te amo. Con esa sensación busco sus labios y cuando los encuentro todo estalla. Una serie de fuegos artificiales explota en mi interior. Mis lágrimas mojan las mejillas de Chris, antes eran de tristeza ahora supongo que son de felicidad. Finalmente nos separamos para respirar, siento que mis pulmones podrían absorber todo el aire del mundo. Al separarnos Chris me mira expectante, sus ojos grises brillan como estrellas. Junto mi frente con la de él y toda agitada se lo confieso.

-Te amo, desde siempre y para siempre. -Aunque es casi imposible que dure para siempre es lo que quiero creer, así que voy a creerlo. -Te amo.

Se lo repito una y otra vez hasta que mi voz se quiebra y sus labios atrapan los míos. En este beso le digo todas las cosas que no puedo expresar con palabras. Nos estamos contando el secreto más hermoso del mundo.

***

Cuando me despierto y veo el sol entrando a raudales por mi ventana no me importa. Estoy feliz, calentita por las mantas y con el brazo de Chris envolviendo mi cintura. Amenazo con moverme, pero me atrae más hacia él. Me giro para ver su rostro, completamente en paz, disfrutando del descanso. Ayer nos quedamos hasta las tres de la mañana usando esas dos palabras recién estrenadas hasta que nos ganó el sueño.

-Te amo -susurro disfrutando la sensación de las palabras en mi boca.

Me parece más que irreal que un chico que me parecía inalcanzable, mi crush de la secundaria, sea mi novio y me ame. Una sonrisa inmensa se forma en mi rostro al darme cuenta de que todo esto empezó por una nota desaprobada que me parecía el fin del mundo. Permanezco observándolo un par de minutos, quiero guardar este momento en mi memoria: su pecho que sube y baja con suavidad, el gesto relajado, su brazo alrededor de mi cintura y ese aroma a perfume, transpiración y alegría que siempre emana Chris. Le doy un beso en la frente y con muchísimo cuidado logro liberarme de su agarre.

Agarro un buzo grande que había dejado en uno de los silloncitos, me lo pongo y bajo las escaleras en me|dias. En la cocina me encuentro con Andrea, quien me dedica una hermosa sonrisa.

-Buen día -saludo llena de ánimo dirigiéndome a la heladera.

-Perdoname que no te desperté, querida. -Siempre pongo una alarma para levantarme porque odio despertarme tarde, me hace sentir improductiva. Entonces cuando ya son las nueve, y todavía no bajé a desayunar, las chicas me despiertan-. Es que estos días estuviste re mal y pensé que te iba a hacer bien dormir. Además Pau me dijo que anoche vino tu Chrisy.

Suelto una risa ante el apodo de mi novio mientras agarro el jugo de naranja y un vaso. No respondo, solo la miro divertida y ella esboza una sonrisa pícara. Niego levemente la cabeza.

-Te hace muy feliz, ¿no? Hace mucho tiempo que no te veíamos tan contenta -dice con ojos comprensivos, yo esbozo una leve sonrisa y asiento.

Nos quedamos en silencio unos minutos, mientras Andy prepara masa para galletitas. Yo agarro una bolsa de pan lactal y pongo un par de rodajas en la tostadora.

-¿Te puedo pedir un favor? -pregunta de repente.

-Sí, obvio. ¿Qué necesitas?

Andy respira hondo y me dedica una sonrisa dulce. Pone su mano sobre la mía y dice:

-Por favor, Gia, prometeme que no te vas a conformar con poco y que no le vas a entregar tu corazón a cualquiera. Sos especial, mi niña, no permitas que te lastimen.

Su voz sale algo cortada, como si estuviera conteniendo las lágrimas. Quiero suponer que así se sienten las madres cuando ven a sus hijas crecer. Como la mía casi no está en casa, Pau y Andy son lo más parecido que tengo. Dejo en la mesada la bolsa que tengo en la mano derecha y le doy un abrazo.

-Te prometo que Chris no es un chico cualquiera -susurro con una sonrisa. Nos amamos, pienso pero no lo digo. -Mi corazón está seguro.

-Me alegro que así sea, cielo. -Me abraza con fuerza por un segundo más y luego se separa. -Ahora vamos a preparar un buen desayuno, no le vamos a dar a tu novio unas simples tostadas -comenta con voz divertida y se va a la despensa.

Me acerco al pequeño reproductor de música y pongo bachata. Andy trae todo lo que necesitamos para hacer un desayuno decente y nos ponemos a cocinar La cocina cobra vida entre risas, música, manchas de harina y bailes. Estoy segura de que así es la casa de los Berceli a la hora de cocinar.

¿La cocina Parisi era así antes de que Gabs se fuera? No puedo recordarlo. Aunque sí tengo bien fresca una anécdota de nosotras dos un par de años antes de que Gabs enfermara. Era el cumpleaños de mamá y quisimos hacerle una torta. Obviamente no sabíamos cocinar y terminamos haciendo un desastre. Cuando papá terminó la llamada del trabajo en la que estaba entró a la cocina y nos miró horrorizado. Por suerte su gesto se volvió divertido al instante, nos sacó una foto y nos ayudó a limpiar todo antes de que mamá llegara y le agarrara un ataque. Hace años que no veo esa foto, pero la recuerdo perfectamente: Gabs aparece salpicada con harina y yo con mi boca toda manchada de chocolate, estábamos súper tiernas.

***

Apoyo la bandeja del desayuno en la mesa ratona y me acerco a mi cama. Chris sigue dormido, pero no por mucho, porque me tiro sobre él y comienzo a darle besitos.

-¡Buenos días! ¡Buenos días! ¡Buenos días! -exclamo llena de energía y mi novio se despereza de a poco.

-Buen día -saluda con una voz ronca que me resulta irresistible. Sus brazos atrapan mi cuerpo y me estampa un beso. -Te amo.

-Yo te amo más.

-Eso es imposible.

-Es muy posible porque yo te preparé el desayuno, aunque debo confesar que recibí un poco de ayuda. Vení, vamos -digo y lo arrastro hasta los sillones.

-Se ve buenísimo. ¿Es todo para mí? -pregunta divertido.

-Es para compartir -respondo remarcando las sílabas de la última palabra.

Nos sentamos en el suelo a ambos lados de la pequeña mesa, quedando enfrentados. La bandeja está rebosante, Andy y yo hicimos de todo: café y jugo de naranja, galletitas y panqueques con dulce de leche, tostadas y palta pisada, huevos revueltos y frutas cortadas en pedacitos. Le saco una foto al desayuno y empezamos a comer.

Hablamos poco porque estamos enfocados en la comida. Está todo tan rico que como hasta que siento que estoy por explotar. Chris hace lo mismo, al parecer sus preferidos son los huevos revueltos y las frutas.

Cuando terminamos mi novio elige un libro corto que le llamó la atención en mi biblioteca. Nos tiramos en mi cama, yo sentada entre las piernas de Chris con sus brazos alrededor de mi cintura, y comienzo a leer en voz alta. Él me da algunos besos en el cuello para distraerme y yo lo reto, pero Chris solo se ríe. Amo su risa, en especial ahora, que tiene aroma a café.

Por una NotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora