Capítulo 19: Chris

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La sonrisa en el rostro de mi novia es una obra maestra. Está disfrutando de un cálido mocca mientras me cuenta de qué tratan los tres libros que le regalé: "A la Caza de Houdini" (el tercer tomo de "A la Caza de Jack el Destripador"), "Relatos para Amantes de los Libros" y "El Cuchillo en la Mano" (el primer libro de la trilogía "Chaos Walking"). Como siempre que habla sobre el tema, le están brillando los ojos. De la nada me entra la risa y ella me mira con el ceño fruncido.

—¿Qué es tan gracioso?

—Nada, es que sos demasiado tierna cuando hablas de tus libros —confieso y ella se sonroja un poco. Me acerco para besar su sonrisa tímida que sabe a café y chocolate. Gia se ríe en mis labios y todo en mi interior cosquillea. Al separarnos le acaricio el rostro con delicadeza, es demasiado perfecta. —¿Vemos las fotos?

—Dale.

Pongo mi celular entre los dos y voy viendo la galería. En la primera foto aparecemos los dos, yo estoy abrazando a Gia por atrás y ella sostiene sus tres libros nuevos. En la segunda estoy apoyado en una estantería, ella me agarra de la cadera y estoy besándole la frente. Y la tercera estamos parados entre dos estanterías dándonos un beso.

—¿Y esto? —pregunta Gia al ver las fotos que aparecen después.

—Sos vos hermosa y desprevenida, concentrada en las cosas que más te gustan —le explico sonriente. Estaba preciosa leyendo las sinopsis de algunos libros, acariciando los lomos al pasar por las estanterías, distraída mirando portadas... —Alguna de esas se va a convertir en mi fondo de pantalla.

Ahora es ella la que toma mi rostro entre sus manos y estampa sus labios con los míos.

—¿Sabías que te quiero mucho? —dice dándome piquitos.

—Creo que es bastante obvio... —bromeo y ella revolea los ojos. —Yo también te quiero mucho, hermosa. Entonces, ¿qué foto te gusta más?

—Esta —responde señalando una en la que aparece de espaldas y en puntas de pie observando una estantería.

—Me encanta.

Nos quedamos hablando por casi una hora. Ella no para de darme las gracias por el mejor cumpleaños de todos los tiempos, pero yo le recuerdo que esto todavía no termina. Al salir de la librería el cielo está completamente oscuro y hace mucho frío. Como es costumbre, porque nunca trae abrigo suficiente, Gia empieza a temblar. Le paso un brazo por los hombros y la acerco a mí para transmitirle calor. Prácticamente corremos al auto y empiezo a preguntarme si va a nevar, aunque sé que es totalmente imposible.

—¿Ahora adónde vamos? —pregunta Gia una vez que estamos dentro del auto entrando en calor con la calefacción.

—A tu casa, a ponernos todavía más lindos de lo que estamos.

—¿Eso es posible?

—Cuando estamos juntos todo es posible, querida mía —respondo con el mismo tono divertido que ella.

—Ay, me parece que me estoy derritiendo de amor —dice entre risas abanicándose el rostro con la mano derecha.

***

Cuando llegamos a la casa nos encontramos con que Andrea —otra de las chicas que ayuda— tiene un paquete para Gia. Ella me mira confundida, pero yo niego con la cabeza, eso no es mío. Mi novia se sienta en el sillón con la caja apoyada en la mesa ratona y la abre con cuidado. Mientras revisa el contenido los ojos se le ponen brillosos, saca una carta y se le escapan un par de lágrimas.

—Es de Lili —susurra en un tono casi inaudible.

—Te dejo sola, así estás más tranquila —digo dándole un beso en la cabeza. —Me voy a bañar.

Tras darme una ducha y ponerme ropa formal vuelvo con Gia. Tardo un cuarto de hora en consolarla, se siente culpable porque la última vez que habló con Lili la trató mal y ella llevaba planeando su regalo de cumpleaños desde hace tres meses. Al final consigo que llame a su mejor amiga y solucione el problema. En eso se va otra media hora, cortan cerca de ocho y media. Así que me veo obligado a arrastrar a Gia hasta su cuarto porque la reserva es en una hora y si no llegamos a horario nos quitan la mesa.

Por suerte mi novia no tarda mucho en prepararse. A los veinte minutos baja las escaleras en un vestido negro con mangas de tul y algunos brillos que le queda por encima de las rodillas, combinado con unas botas del mismo color que le llegan casi hasta donde termina el vestido. Me quedo boquiabierto mientras la veo bajar.

—Cerra la boca que te van a entrar moscas.

—Gia, estás preciosa —digo levantándome del sillón para acercarme a ella.

—Gracias —responde con una pequeña sonrisa.

—Lo que sí... te vas a morir de frío.

Desaparece un momento por el pasillo que lleva a la puerta principal. Al regresar trae un saco gigante color azul marino. En su rostro hay una sonrisita de suficiencia.

—Muy astuta, muy astuta...

—¿Vamos? —pregunta, yo le ofrezco mi brazo y salimos de la casona.

—Esta vez me toca poner música a mí —digo cuando veo que está por conectar su teléfono al auto.

—Pero es mi cumpleaños...

—Ya escuché a Ed Sheeran al mediodía, en dos viajes en auto y en el centro. Por favor, prometo que es buena música.

—Está bien...

Conecto mi celular y empieza a sonar "Persiana Americana" de mi banda favorita, Soda Stereo. Me integro a la calle y empieza el viaje. Yo tarareo la letra y Gia contesta mensajes de feliz cumpleaños. Sus padres le mandaron un saludo, pero ella simplemente lo eliminó. Un rato más tarde comienza a sonar "Ciudad Mágica" de Tan Biónica y mi novia me mira con los ojos muy abiertos.

—Amo esta canción —dice subiendo el volúmen del reproductor de música y haciendo a un lado su teléfono.

—Te dije que era buena música —suelto con una risa.

Cuando llega el estribillo nos ponemos a cantarla a voz de cuello. Compartimos miradas y risas. Recién empezamos, pero ya tenemos un vínculo muy fuerte que me parece irrompible. Su confianza al estar conmigo, la forma en que se ríe y la falta de vergüenza hacen que esto sea especial. Ser nosotros dos, solamente Gia y Chris, está bien. Es cursi, irracional, precipitado y, sin embargo, para mí es perfecto y quiero que dure para siempre... ¡Uy, Dios, estoy enganchadisimo!

El viaje termina en un abrir y cerrar de ojos. Bajo del auto y corro al lado del acompañante para abrirle la puerta a mi novia. Ella se ríe de mi acto caballeroso, pero aún así le ofrezco mi brazo para avanzar hasta el restaurante. Entramos y nos conducen a la mesa que reservé —para dos y cerca de la ventana, porque Gia siempre quiere ver la ciudad ante ella—. Nos dan las cartas, nos tomamos unos minutos y ordenamos lo que más nos llama la atención —en su mayoría, cosas que ni sé pronunciar—. Cuando se va el camarero, Gia me toma de la mano y me dedica su más hermosa sonrisa.

***

La cena fue amena y, gracias a Dios, la comida estaba riquísima. Gia está cabeceando entre el país de los sueños y la realidad. Vamos sin música para que ella pueda descansar tranquila, así que sus tiernos y somnolientos bostezos —que me está contagiando— son lo único que llena el silencio.

Finalmente llegamos a la puerta de su casa. Gia se deshace en agradecimientos y besos.

—Este —beso— fue —beso— el —beso— mejor —beso— cumpleaños —beso— de —beso— todos —beso y una sonrisa adormilada.

—Me alegro mucho, hermosa.

—Te quiero.

—Yo también —le aseguro y le doy un beso de despedida.

Ella se baja del auto y camina hacia la puerta. Saca las llaves de su cartera y abre. Cuando me saluda con la mano y entra a su casa me permito irme a la mía. Ya son las doce y pasadas. Este fue un día preciosamente largo. 

Por una NotaOnde histórias criam vida. Descubra agora