Capítulo 8: Decepción

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|EMMA|

Salí del piso y bajé las escaleras. Como era de esperase, tenía los cordones desatados, así que me detuve a atármelos.

Decidí ir a por un café en la cafetería que estaba cerca de Hyde Park, a la que solía ir con mis abuelos de pequeña, me encantaba el aroma del chocolate caliente y de las galletas artesanales con sabor a coco.

Antes de cruzar, me detuve y vi a mi padre sentado en una de las mesas de afuera, él como siempre tenía que estar fumándose un cigarro, pero lo que me sorprendió fue que no estaba solo.

En esa misma mesa, estaba una señora de su misma edad con un bolso rojo caro de la marca Guess. Llevaba un pañuelo que le envolvía la cabeza y unas gafas oscuras que apenas pude distinguir su rostro a la distancia.

Ambos parecían bastante entretenidos con su conversación, me encontraba dudosa, no sabía que hacer, podría haberme acercado, sin embargo, mientras espiaba y pensaba desconcertada en mi cabeza, se dieron de la mano y posteriormente él la besó.

El semáforo ya había cambiado a verde unas ochenta veces pero yo seguía sin moverme, mi respiración se agudizó y procedí a dar unos cuantos pasos, entonces vi que la misteriosa mujer se subía a un taxi y se iba tan campante.

Me incomodó tanto ese momento, que deje de sentir todo el cariño que durante años había construido con mi padre.

A veces me sorprendo de lo rápido que puede caerse la imagen de una persona, pasar de creer que todo estaba bajo control a llegar a repudiar su actitud.

Literalmente, me pilló desprevenida, los ojos se me cargaron de lágrimas, pero no de tristeza, sino de odio, de sentir "una puñalada en la espalda". Ahora entendía por qué estaba tan misterioso, por qué pasaba tantas horas fuera de casa y se desinteresaba cada vez más de nosotros, su familia.

Decidí acercarme para encararle en ese mismo momento. Crucé hacia la cafetería y me puse delante de él obstruyendo su paso.

—¿Por qué lo hiciste?— le dije con el poco respeto que le guardaba, con un nudo en la garganta.

—Cielo, no pensarás que...— intentó justificarse, pero lo interrumpí.

—¿Quién era esa tipa?— pregunté con voz quebradiza.

—Emm, tienes que calmarte, es solo...— dejó que lo cortase.

—¿Por qué, papá? Acaso no piensas en nosotros...¿qué te pasa? — me llevé las manos a la cabeza. Él solo se limito a mirarme esperando a que lo entendiera.

—¿Como puedes ser tan egoísta?— dije dando pasos de un lado a otro.

—Las cosas no van bien con tu madre, lo he intentado, pero...— respondió poniéndome la mano en el hombro.

—¡Suéltame, no me toques!— exclamé con la mascara de pestañas chorreada por la cara.

—Las pocas personas que había afuera nos miraron callados viéndonos discutir.

—No es tu culpa, es la mía... solo espero que algún día me perdones y entiendas que el amor no es perfecto— contestó.

—¿El amor no es perfecto?— pregunté con sarcasmo.

—Lógicamente que no lo es si te fijas en otra persona— puse lo ojos en blanco.

—Emma, aún eres joven para entender que los seres humanos somos indecisos y que las cosas cambian— replicó.

—No se trata de edad, papá. Lo que has hecho no tiene nombre. Y no vengas a excusarte, porque, sí, el amor no será perfecto, las personas no lo somos. Todos cometemos errores, pero que pena que renuncies a mamá, a Tom y a mí solo por un capricho tuyo— le dije.

—Sé que esta mal, no necesito que me lo digas...— suspiró.

—Y entonces ¿qué esperabas?...acaso ¿te importa como me siento?, eres un egoísta— elevé la voz.

—Cada uno va a su aire, tu madre solo se queja de su vida y me aburre su pesimismo, su terquedad— reprochó.

—Tú y Tom estáis en la universidad y os dejo que viváis la vida que os merecéis, no os falta nada, en cambio a mí, si me falta algo, atención. Simplemente las cosas no son como hace 30 años con Charlotte— le tendió un pañuelo de papel para secarme las lágrimas, pero no lo recibí.

—No quiero nada tuyo, solo aléjate de nosotros, si decidiste hacer las cosas a tu manera siendo desleal no pretendas actuar como si no pasase nada— me acomodé el gorro que lo tenía empapado de la lluvia que apenas estaba cayendo.

—Háblale con Charlotte, de eso no te preocupes, ella estará bien sin mí y seguro que vosotros triunfáis más que yo en la vida— dijo.

—Por eso mismo haces daño, por pensar en que estará mejor, cuando será todo lo contrario. No todos tomamos bien las decisiones de los demás, sobretodo si acabas de serle infiel por no se cuanto tiempo— repliqué frunciendo el ceño.

—Tienes toda la razón, hija mía. Me siento solo y perdido, no lo vas a entender...—respondió.

—Estoy harta de tu hipocresía— me giré y tomé el prime autobús que pasó.

Ni siquiera me había fijado si era el autobús correcto, solo quería asimilar lentamente lo que había sucedido sentada con las piernas apoyadas en la barandilla horizontal de metal de la segunda planta del bus.

Veía como las gotas con el calor del interior, se empañaban formándose una capa borrosa, de esas que te dan ganas de escribir o dibujar.

Me bajé unas paradas después tras haberme orientado, ¿ahora que debería hacer?, pensaba dentro de mí.

No tenía ni la menor idea de como decírselo a mi madre, de como ocultarle más tiempo la infidelidad de mi padre, de cómo sería capaz de mirarle a la cara y fingir que no pasaba nada.

Durante el viaje en tren hacia mi casa pensaba en que sentía que tenía que tomar una decisión.

Al llegar, Tom me miró preocupado y solo le pedí que me abrazase, nunca antes había deseado tanto un abrazo.

—¿Estás bien? ¿Que te ocurre Emma?— preguntó doblándome el paraguas.

—No me encuentro muy bien...es que... es por una tontería— recordé que mi padre dijo que él solucionaría ese tema con mi madre así que opté por actual normal pero estaba destruida internamente.

—¿Qué pasó, tu libro preferido se lo comió un perro?— sonrió.

—¡Oh, no!ni te atrevas a desearle el mal a "mañana es imposible".Es una obra de arte— dije reponiéndome.

—Bueno, vamos adentro. Mamá ha hecho tortitas de las que te gustan—me animó.

—Eh, si, fantástico, voy a cambiarme, estoy empapada— contesté.

Me lavé la cara y me quedé mirándome unos minutos en el espejo, pensativa, enredada, distinta.

Pasamos una tarde divertida, dentro de lo que cabía, los tres, solos en casa, compartiendo buenas anécdotas del pasado.

UNDERGROUNDWhere stories live. Discover now